(Hch 1, 1-11; Ef 1, 17-23; Mt 28, 16-20)
Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor al cielo. Jesús
ha cumplido Su misión aquí en la tierra y se vuelve al Padre para
enviar Su Espíritu Santo sobre los apóstoles y discípulos para
continuar Su obra salvadora hasta los confines de la tierra.
En este hermoso misterio de la Ascensión de Cristo, celebramos la
exultación de Su gloria infinita y la extraordinaria grandeza del poder
que desplegó Dios Padre, resucitándolo y sentándolo a Su derecha en el
cielo, igual en majestad, grandeza y poder, y encima de todo
principado, potestad, fuerza y dominación; como dice San Pablo, Todo
lo puso bajo sus pies y dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es
Su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos. Lo que celebramos
con Cristo, esperamos nosotros, como miembros de Su cuerpo, místico
y glorioso, la riqueza de gloria que nos da en herencia
Alegrémonos, pues, en este dia, con la Virgen Maria y todos los santos
y Ángeles, porque compartiremos también en un dia Su misma gloria,
majestad y grandeza. Con Maria, Madre de la Iglesia, somos buenos
servidores de su Hijo, Jesucristo, seguiendolo los misterios de Su vida,
a veces regocijándonos en Su juventud o acompañándole en Su obra por la
salvación del hombre, o retirándonos con El a la soledad. Otras veces,
transfigurándonos con El en nuevas criaturas, o abrazando con El Sus
pruebas y la cruz, o levantándonos con El en la nueva vida de Su
resurrección, y siempre ascendiendo con El en el amor.
El Espíritu Santo nos confirma en el vivir de estos misterios que comienzan en nuestro bautismo y en ser verdaderos discípulos en el servicio del Señor y nos da poder a vivir asi y llevar a cabo los mandatos de Cristo que nos ha dado hoy en el Evangelio:
“Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra, vayan pues, haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mt 28, 18-20)
Jesucristo renueva hoy esta misma llamada y mandado de hacer discípulos de todas las naciones, pero no es este un mandado solamente para los misioneros que van muy lejos o los sacerdotes o religiosos y religiosas, sino para todo el pueblo santo de Dios. Todos nosotros, sacerdotes, Religiosos y Religiosas, laicos, solteros y casados obramos unidos con El Señor y Su Espíritu Santo en hacer nuevos discípulos, nuevos apóstoles, nuevos mensajeros y
evangelizadores de la buena noticia de salvación a todos los hombres.
Me da mucha pena a decirles que estamos fallando mucho en esta
tarea, esta responsabilidad en nuestras propias comunidades, familias y matrimonios – vienen parejas jóvenes a bautizar sus niños y no son casados ni por la Iglesia ni por el civil. Gracias a Dios han venido a Bautizar sus niños a lo menos, pero no están pensando de hacerse discípulos de unos a los otros de Cristo o hacer sus niños discípulos del Señor, y poner en práctica sus promesas bautismales y traerlos a la Misa, enseñarles a rezar, conocer y seguir a Jesucristo como el único maestro, Señor y Salvador.
Un dia un padre de familia vino a confesar y me dijo: “Padre tengo
confesar y pido perdón, porque nunca he hablado la palabra Dios en
mi familia y a mis niños. Perdóname Padre por mis pecados y esta
falta contra mi familia.”
Los esposos tienen que hacer sus esposas, discípulos de Cristo. Las
esposas tienen que hacer sus esposos, discípulos de Cristo. Los Padres
tienen que hacer sus niños discípulos de Cristo. Los jóvenes tienen que
hacer sus hermanos y otros jóvenes, discípulos de Cristo. Y Tenemos nosotros ayudar unos a los otros en el cumplir de esta gran tarea, responsabilidad y
mandado de Cristo a la familia de Dios. Por eso Dios envió Su
Santo Espíritu para cubrirnos con Su poder, iluminarnos con Su luz,
llenarnos con Su amor y alegría para cumplir todo lo que Cristo nos ha
pedido, deseado y mandado de nosotros.
Dice en la primera lectura: “Aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre…dentro de pocos días, vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo…recibiréis fuerza para ser mis testigos…hasta los confines de la tierra!”
Recordamos durante estos días hasta el dia de Pentecostés que viene el próximo domingo el tiempo en el que los apóstoles y discípulos fueron reunidos con la Virgen Santísima en oración, preparándose para la venida del Espíritu Santo. Un tiempo de nueve días desde el jueves de la ascensión hasta el dia de Pentecostés, verdaderamente, era la primera novena de la Iglesia y una novena en honor y preparación del Espíritu Santo. Para nosotros también, es un
tiempo muy eficaz para renovarnos en la gracia, presencia y los dones
del Espíritu Santo. Porque todos nosotros que hemos recibido el sacramento de la confirmación hemos recibidos el mismo Espíritu y Sus siete dones que bajo sobre la Virgen Maria y los apóstoles y discípulos , la fuerza de lo alto, la fuerza que dice Jesucristo en la primera lectura, “para ser mis testigos”. para hacer discipulos, para ensenar mis verdades."Entonces durante estos días debemos rezar con Maria y los apóstoles, cada dia si es posible, unas oraciones en honor al Espíritu Santo o el santo rosario, o leer y meditar sobre las lecturas biblicas diarias de la santa misa y prepárandonos asi a celebrar el dia de Pentecostés con un nuevo sentido y una nueva experiencia de la presencia personal del Espiritu Santo en nuestra vida, Sus dones divinos, Su paz y tranquilidad, Su gozo y alegría, Su luz y amor, poder y grandeza y Su deseo ardiente de hacer discípulos de todas las naciones, comenzando en nuestras propias comunidades, nuestras propias familias y matrimonios y nuestras propias vidas. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Senor!
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