Tuesday, July 31, 2012

Decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario, 29 julio 2012

HOMILÍA XVIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – 2012 CICLO “B” DEL PAN MATERIAL QUE NOS ALIMENTA AL PAN DE LA FE El domingo pasado explicábamos la multiplicación de los panes y de los peces a la luz del Evangelio según San Juan (6,1-15). Descubríamos lo que el Señor nos pedía a todos en estos momentos difíciles y complejos de la historia del mundo, de Europa, de España, de nuestros pueblos y ciudades. Poníamos de relieve los compromisos humanos, éticos y cristianos ante el problema del hambre, de la exclusión, de la violencia… En este domingo, el texto del Evangelio es continuación del anterior y constituye el inicio de la segunda parte del discurso de Jesús sobre “el pan de la Vida”. El contenido doctrinal del evangelio de este domingo es la llamada que nos hace Jesús a la fe (Jn.6,24-35). Por todo ello, vamos a centrar nuestras reflexiones sobre la fe. 1.- Las Lecturas * Libro del Éxodo 16,2-4.12-15. El pueblo de Israel pasa necesidades y hambre en el desierto. El Señor hace llover pan del cielo para todos ellos. Es el maná. * Salmo responsorial 77. El Señor les dio un trigo celeste que los alimente de verdad hasta saciarlos. ¡Danos, Señor, el pan de la fe! * Carta de san Pablo a los Efesios 4,17.20-24. Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios. Somos invitados a renovarnos en la mente y en el espíritu para llegar a ser santos. No nos mostremos indiferentes ante la llamada a la santidad que nos hace el Señor. * Evangelio según san Juan 6,24-35. Jesús se presenta como “el pan de vida” que sacia la sed para siempre. Por eso dice: “el que viene a mí, no pasará hambre; y el que cree en mí no pasará sed”. Acudamos al Señor. Así no quedaremos confundidos aunque tengamos que sufrir y padecer por ser fieles al Señor y a su Evangelio. 2.- Sugerencias para la homilía 2.1.- Danos, Señor, la fe Nuestra primera palabra es para decir y afirmar que la fe es un don de Dios. Como tantos cristianos hemos de dirigir nuestra humilde oración a Dios y decirle desde lo más profundo del corazón: “¡Señor, yo creo pero aumenta mi fe”. “Filtra en mis secas pupilas dos gotas frescas de fe” San Lucas afirma que “el Señor abrió el corazón a Lidia para que se adhiriese a la palabra de Pablo” (Hech. 16,14). Nos damos cuenta de que necesitamos la gracia de Dios para acoger la palabra de Dios, para creer en Jesucristo. San Juan en su Evangelio nos ofrece esta misma enseñanzas al afirmar que “nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae…Está escrito en los profetas: serán enseñados por Dios” (Jn.6,44-45).La atracción del Padre, necesaria `para la fe es la acción interior de Dios en lo más profundo del ser humano encaminándolo hacia la fe. Meditemos estos textos de la Sagrada Escritura. Descubramos en ellos nuestra propia condición de creyentes. Agradezcamos al Señor que seamos creyentes, y que perseveremos en la fe. ¡Ayúdanos, Señor, a perseverar y permanecer como fieles discípulos tuyos ahora y siempre! El Concilio Vaticano II expone las enseñanzas de la revelación sobre la fe y la necesidad de la gracia para creer en Dios. Es un texto muy importante que les ofrezco a continuación: “Cuando Dios revela hay que prestarle la obediencia de la fe (Rm.16,26) por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando “a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad”, y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por Él. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios que previene y ayuda, y los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da “a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad”. Y para que la inteligencia de la revelación sea más perfecta, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones” (Constitución “Sobre la Divina Revelación”,5). De estos textos deducimos que la fe es un don, un regalo de Dios. El Espíritu Santo interioriza la llamada de la Iglesia en el “corazón” del hombre y de la mujer, en tu propio corazón, esto es, en el centro personal de tu pensamiento, de tu decisión, de tu intención. El Espíritu Santo de forma real y misteriosa “abre el corazón del ser humano” al mensaje cristiano, lo hace capaz de aceptar este mensaje como Palabra de Dios. Dicho de otro modo: le lleva a creer a Dios. Es el momento de volvernos al Señor y pedirle: * que abra nuestro corazón a la Palabra de Dios, * que ilumine nuestro entendimiento para redescubrir la Palabra de Dios, * que mueva nuestra voluntad para que nos adhiramos al Señor, * que nos dé su gracia para que creamos en Él. * que vivamos la fe como lo que es: “obsequio racional y amoroso”. 2.2.- Cuidemos nuestra fe No expongamos nuestra fe a la increencia, ni a la indiferencia religiosa, ni al ateísmo de nuestro tiempo. Cuidemos nuestra fe con la oración y el estudio. Sabemos que una fe que no se forma, que no se celebra, que no se vive, que no se testimonia, tarde o temprano, se pierde. Participemos en cursos de teología, biblia, doctrina social de la Iglesia, catequesis, moral… que se ofrecen en nuestra diócesis y están abiertos a todos los que lo deseen. Recuperemos el gozo de leer un buen libro…El verano es un tiempo propicio para la lectura, la meditación… 2.3.- Promovamos la fe Son muchos los que ya no conocen al Señor. Nadie les ha hablado de él; nadie los ha iniciado en la experiencia de Dios. Bastantes hay que sólo conocen al Señor “de oídas”… Otros hay que se han alejado de la Iglesia Otros hay que no frecuentan los sacramentos ni participan en la Eucaristía. No faltan quienes han perdido de vista la moral cristiana y han caído en el relativismo. También hay quienes niegan a Dios. Ante esta situación, el Señor espera de nosotros que seamos los nuevos evangelizadores de la nueva evangelización. Repetimos la llamada que tantas veces hago * Ruego a los padres que transmitan la fe a sus hijos, y que los eduquen en los valores morales del Evangelio. * Animo a los catequistas a que no se desanimen nunca ante las dificultades y perseveren en esta tarea tan importante y tan necesaria hoy. * Ruego a los cristianos laicos que sean de verdad “profetas de Dios” en mundo, en la sociedad… * Ruego a todos que seamos, cada día más, la Iglesia samaritana que escucha el clamor de los pobres, los atiende, los cura, carga con ellos y se encarga de ellos… * Exhorto a todos a comunicar nuestra fe con gozo y alegría a todos,… * Invito a todos a obrar y trabajar no por el alimento que perece sino por el alimento que permanece para la vida eterna . 3.- De la Palabra a la Eucaristía La fe nos guía al sacramento y ahora a la Eucaristía. Reavivemos nuestra fe en el misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo que se hace presente en la Eucaristía de forma misteriosa pero real. La Eucaristía es el sacramento de la muerte y resurrección de Cristo. 4.- De la Eucaristía a la Misión Alimentados y fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, alimento que no perece, salgamos a las calles y plazas del mundo a anunciar a Jesucristo. No seamos profetas mudos en nuestra sociedad, en nuestras familias, en nuestros pueblos…. Anunciamos tu muerte, Proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús! Terminamos ya. Unidos en la oración. Cáceres 30 de julio de 2012 Florentino Muñoz Muñoz

Monday, July 23, 2012

Decimosiete Domingo del Tiempo Ordinario, 22 julio 2012

HOMILÍA 17º DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – 2012 CICLO “B” 1.- Las Lecturas * Segundo Libro de los Reyes 4,42-44. Comerán y sobrará. Dios se vale de Eliseo y de su colaborador para alimentar a su pueblo hambriento. * Salmo Responsorial 144. “Abres tú la mano, Señor, y nos sacias”. Ayúdanos, Señor, a abrir nuestro corazón y nuestras manos para compartir nuestros bienes con los empobrecidos y necesitados. * Carta de san Pablo a los Efesios 4,1-6. Un solo cuerpo, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Dios nos llama a conformar nuestra vida según la vocación a la que Dios nos llama. * Evangelio según san Juan 6,1-15. El Señor repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron. El mismo Señor nos invita a todos a escuchar el clamor de los pobres y a responder a ese clamor compartiendo nuestros bienes con ellos. 2.- Sugerencias para la Homilía 2.1.- Escuchar el clamor de los pobres y necesitados No cerremos los ojos ante tantos seres humanos que carecen de lo más necesario para vivir o que pasan por momentos de dolor y sufrimiento por no tener trabajo ni lo suficiente para vivir. No cerremos nuestros oídos ante el grito de tantos hombres y mujeres que piden ayuda y reclaman nuestra solidaridad y justicia…. No nos mostremos indiferentes ante el grito de tanto sufrimiento como si nosotros nada tuviéramos que ver con las situaciones de dolor, de hambre, de necesidad…que existen en el mundo… A veces nos gusta más otras publicaciones y periódicos… que hablan de otras cosas, de otras situaciones… y que ni nos molestan ni nos interpelan… Una estadística, unos estudios sobre el drama del hambre, de la miseria…han de llegar a nosotros…No los marginemos… ¡Señor! Abre nuestros ojos y despierta nuestros oídos para podamos ver y escuchar el clamor que se levanta desde tantos seres humanos que están a nuestro lado o que se encuentran lejos de nosotros. 2.2.- Responder a ese clamor Somos conscientes de que no es suficiente conocer el problema del hambre, saber las medidas que es necesario tomar para resolver estos problemas. Hay que dar un paso más … ¿Qué podemos hacer ante estas situaciones tan dolorosas? En pocas palabras os sugiero lo siguiente: * Asumir el compromiso de trabajar a favor de los pobres * Reavivar la caridad cristiana * Educar para la justicia y la solidaridad * Compartir nuestros bienes con los necesitados * Llevar una vida sobria y austera * Construir la civilización del amor * Evitar la marginación, la exclusión y el hambre * Colaborar con otras personas o instituciones gubernamentales o no gubernamentales que atienden a los necesitados. * Participar en CARITAS, expresión viva de la caridad de la Parroquia o en otros Movimientos cristianos que atienden a los pobres. * Crear en las personas y en la misma sociedad una conciencia de solidaridad y una inquietud constante de ayudar a los más pobres de la tierra. 2.3.- ¿Qué estamos haciendo nosotros? Ante esta situación actual, hemos de preguntarnos como personas y como cristianos: ¿qué estamos haciendo nosotros? ¿qué estoy haciendo yo? Es el momento de ponernos ante el Señor y ante la humanidad sufriente y, con toda sinceridad, descubrir lo que estoy haciendo en beneficio o en perjuicio de los necesitados, lo que estoy dejando de hacer para ayudarles…. No nos quedemos en frases hechas, en expresiones generales…que quedan muy bien para un titular de prensa…, pero que, a veces, no llegan a nada pues se pierden en el vacío… Es poco lo que cada uno puede hacer en estas circunstancias históricas…, pero hagámoslo… Que el Señor nos ayude a responder con generosidad ante los necesitados: “Cristo, siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (IICort.8,6). 2.4.- Jesucristo está presente en el necesitado Los cristianos sabemos que el Señor se ha quedado también en el pobre y en el necesitado. Él nos ha dicho: “Tuve hambre y me disteis de comer; estaba enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme…” (Mt.25,35-36). Cuando nos acercamos a los necesitados y los ayudamos, es a Jesucristo a quien nos acercamos y ayudamos. En el día del juicio, el Señor nos examinará sobre estos hechos….(cf. Mt.25). ¡Ayúdanos, Señor, a servirte en los más necesitados! ¡No consientas que pasemos de largo ante los heridos! ¡Danos la gracia de ser la Iglesia samaritana! 3.- De la Palabra a la Eucaristía Jesús en la Eucaristía es el Pastor que se hace “pasto” para todos los que quieren alimentarse con el pan de la vida eterna y con su sangre que nos reconcilia con Dios y con los demás. 4.- De la Eucaristía a la Misión Celebrar la Eucaristía, memorial sacramental de la muerte y de la resurrección de Jesucristo, nos ha de llevar a estar cerca de los pobres y a entregar nuestra vida por ellos. De la mesa de la Eucaristía hemos de pasar a poner nuestra mesa entre los pobres… Terminamos. Unidos en la plegaria y en la oración Cáceres, 22 de julio de 2012. Florentino Muñoz Muñoz

Monday, July 16, 2012

Decimoquinto Domingo del Tiempo Ordinario, 15 julio 2012

* Profeta Jeremías 23,1-6: Dice el Señor: “Reuniré al resto de mis ovejas y les pondré pastores”. Jeremías anuncia la llegada de un Mesías - Pastor que cuidará del pueblo que está solo y abandonado. * Salmo responsorial 22: El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Recemos este hermoso salmo procurando no sólo conocer la letra del salmo, sino conocer al Pastor que, por amor, ha dado su vida por nosotros * Carta de san Pablo a los Efesios 2,13-18. Jesucristo es nuestra paz: Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, eliminando las barreras que nos dividían y uniendo a todos en solo Cuerpo que es la Iglesia. * Evangelio según san Marcos 6,30-34. Jesús invita a sus discípulos a descansar después de haber realizado la misión. Jesús siente pena y lástima de la multitud de personas que lo siguen, hambrientas de su palabra, pues andaban como ovejas sin pastor. 2.- Sugerencias para la homilía 2.1.- El Señor es mi pastor Hermoso salmo que hoy rezamos. Al rezarlo con atención, no sólo debemos recitarlo, sino también aprenderlo para llevarlo impreso en nuestra alma y en nuestra vida todos los días de nuestra existencia. Al rezarlo con gozo, no sólo debemos aprenderlo, sino también dejarnos apacentar y guiar por este Buen Pastor que sale a nuestro encuentro para llevarnos con Él a su redil, que es la Iglesia. Al rezarlo con devoción, no sólo hemos de consentir en que Él nos apaciente, sino también debemos esforzarnos en conocer al Buen Pastor que cuida de nosotros y nos guía, nos alimenta y nos defiende, nos sostiene y nos acompaña, aunque caminemos por sendas de dolor y sufrimiento, de cansancio y soledad… Al rezarlo sin prisas, debemos procurar poner los ojos del alma y del cuerpo en este Buen Pastor que nos proporciona y regala el agua que sacia nuestra sed de felicidad para siempre. Al rezarlo con profunda emoción, debemos contemplar a este Buen Pastor que nos ama tanto que da la vida por nosotros para que no estemos descarriados ni perdidos en los caminos de la vida. Al rezarlo con sosiego y paz, debemos darnos cuenta de que al final de nuestra vida esperamos llegar a “las fuentes tranquilas” y a “las verdes praderas” del Reino de los cielos donde encontraremos la paz definitiva, la felicidad perpetua, la vida eterna. Al rezarlo con fe, esperanza y amor, aprendemos a estar siempre al lado de Cristo, el Buen Pastor, nada nos puede faltar… ¡Guíanos, Señor, por esta tierra! ¡No nos dejes solos en este mundo! 2.2.- El sacerdote, sacramento de Cristo Pastor de la Iglesia Es un inmenso gozo saber que el Buen Pastor sigue amándonos, curando nuestras heridas, buscándonos cuando nos hemos perdido por los senderos del mundo, tomándonos sobre sus hombros cuando estamos cansados, ofreciéndonos el verdadero alimento que sacia nuestra hambre y la verdadera agua que apaga nuestra sed para siempre. El Señor no nos ha abandonado ni nos ha dejado solos en este mundo. Él se ha quedado con nosotros para seguir siendo el Buen Pastor de nuestras almas y para seguir realizando las hermosas tareas del Buen Pastor. Es una inmensa alegría saber que el Señor nos acompaña y nos alienta durante nuestro caminar por este mundo hacia la Casa del Padre, hacia el cielo. ¿Cómo es posible esta presencia del Señor entre nosotros? El Señor ha escogido y llamado a hombres para hacerlos y constituirlos por medio del sacramento del Orden Pastores del Nuevo Pueblo de Dios, para encarnarse en ellos de tal modo que ellos sean sacramentos -signos e instrumentos-, de Cristo Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia (cf. PDV 15). El sacerdote ha de ser cada día más consciente de su identidad sacerdotal y de la misión que el Señor le ha regalado y confiado para el bien y salvación de todos. Acojamos al sacerdote como el “sacramento de Jesucristo, el Buen Pastor en medio de la Iglesia”. ¡Hermanos sacerdotes!, - Recordemos la exhortación que San Pablo dirige a los presbíteros de Éfeso, y en ellos a nosotros, presbíteros del siglo XXI: * “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con su propia sangre” (Hech.20,28). - Examinemos nuestra acción pastoral a la luz de la recomendación que San Pedro hace a los primeros presbíteros de la Iglesia y en ellos a nosotros, presbíteros del s. XXI: * “Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita” (IPedr. 5,1-4). Estos fueron los textos-guía de nuestra Asamblea Presbiteral Diocesana que recordamos con gozo. Demos gracias al Señor que nos concedió la gracia de celebrarla. Pidamos al Señor que nos ayude con su gracia divina para hacerla cada día una realidad más viva y dinámica… 2.3.- ¡Danos, Señor, pastores según tu corazón! En este domingo, os invito de manera especial a * Pedir al Señor que suscite nuevas vocaciones al sacerdocio de entre los jóvenes para que su pastoreo siga estando presente en el mundo y realizándose para la salvación de todos. * Rogar al Señor que envíe a su Iglesia pastores según el corazón de Cristo Sacerdote y Pastor de la Iglesia. * Suplicar al Señor que envíe sacerdotes a su Iglesia “para la nueva evangelización”. En la homilía del XIV domingo del tiempo ordinario, 2012, ciclo B, os propuse cómo realizar la nueva evangelización. En otras homilías seguiremos exponiendo el tema de “la nueva evangelización”. En este domingo, os ofrezco unos rasgos del sacerdote para la nueva evangelización, que os ofrezco a continuación. Espero que estas reflexiones nos ayuden a todos en el ejercicio de nuestro ministerio sacerdotal. * Sacerdotes que se dejen seducir y fascinar por Jesucristo de tal modo que puedan decir como Pablo: “vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál.2,20). Sacerdotes santos para la nueva evangelización de la que tan necesitado está nuestro mundo.. * Sacerdotes que amen profundamente a la Iglesia, “misterio de comunión en tensión misionera”, participando en su vida y misión, y teniendo un verdadero sentido eclesial. * Sacerdotes que vivan en el presbiterio como “misterio” y como “íntima fraternidad sacramental”, evitando así el aislamiento y la soledad, el individualismo pastoral y el egoísmo. * Sacerdotes que mantengan la fe en la naturaleza e importancia del ministerio sacerdotal que han recibido como don y tarea, evitando caer en el desaliento, el desánimo, la apatía, la tristeza... * Sacerdotes que estén cercanos a los hombres y mujeres de su tiempo para asumir sus problemas y esperanzas y para ofrecerles a Jesucristo, que es “el camino, la verdad y la vida” para todo ser humano. Hemos de conocer al hombre y a la mujer para evangelizarlos. * Sacerdotes que reciban y acojan como don y gracia de Dios la “vida consagrada” en la Iglesia, la cuiden y la promuevan, y la incorporen también a la tarea de la nueva evangelización, como carisma que suscita en ella el Espíritu Santo. * Sacerdotes que acojan los carismas que el Espíritu Santo suscita en sus hermanos y hermanas laicos “para común utilidad y para edificación de la Iglesia” (cf. Ef.4,12-13.16), ayudándoles a realizarlos. Estos dones y carismas son soporte y fuente de la corresponsabilidad eclesial. * Sacerdotes que promuevan la nueva evangelización a la que la Iglesia nos invita a todos, sabiendo que nadie debe quedar ocioso ni ser marginado en la realización de la misma. El Señor nos llama a todos a trabajar en su viña. * Sacerdotes que escuchen el clamor de pobres y necesitados, de los enfermos y desvalidos, descubriendo en ellos el rostro y el grito de Jesucristo, aliviando sus dolores y ayudándolos en su liberación integral y completa. * Sacerdotes que conozcan los acontecimientos actuales, las pretensiones humanas y que dialoguen con la cultura actual sembrando en ella la semilla del Evangelio y ayudando a todos a descubrir “la verdad de Dios, la verdad del hombre, la verdad del mundo”, 3.- De la Palabra a la Eucaristía Pasemos a la celebración del Misterio Eucarístico. El Buen Pastor se hace presente bajo los signos sacramentales del pan y del vino. Aquí encontramos al Buen Pastor que se hace “pasto” para todos nosotros, pues nos da su Cuerpo como comida y su Sangre como bebida. Recibámosle en nuestro corazón limpio de todo pecado grave. 4.- De la Eucaristía a la Misión El Señor nos envía a ir al mundo para ser testigos suyos ante los hombres y mujeres de nuestros pueblos, ciudades y naciones. No nos avergoncemos de Jesucristo ni seamos testigos mudos ante los demás. Hemos de ayudar a nuestros contemporáneos a que abran sus corazones a la experiencia de Dios. Hagámonos presentes en los nuevos espacios del mundo para anunciar en ellos el Evangelio de Jesucristo: los Medios de Comunicación social, la Universidad, la política, la economía, la familia, la investigación científica… Terminamos. Unidos en la oración Cáceres, 16 de julio de 2012 Fiesta de la Stma. Virgen del Carmen Oremos por las hermanas que llevan el nombre de esta Advocación Mariana y que reciben esta homilía. Florentino Muñoz Muñoz

Tuesday, July 10, 2012

Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario, 8 julio 2012

HOMILÍA XIV DOMINGO ORDINARIO – 2012 CICLO “B” Jornada de responsabilidad del tráfico El eslogan de este año para la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico es el siguiente: "La gloria de Dios es la Vida del hombre: ¡Cuídala al volante!". Unas recomendaciones que nos hace el Departamento de Pastoral de la Carretera de la CEE, firmadas por Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos: * El valor sagrado de la vida de toda persona humana. * Que «la gloria de Dios es que el hombre viva» y, por tanto, que hemos de agradecer, valorar y cuidar toda vida humana. * Que nuestras carreteras han de ser caminos de encuentro, de vida, de desarrollo; nunca vías de muerte. * Que no sea el temor a la multa, sino el amor a la vida propia y a la de los demás, en que se refleja la gloria de Dios, lo que nos impulse a una conducción responsable y respetuosa con las normas. * Los creyentes esperamos la vida eterna: «la vida del hombre es la contemplación de Dios», pero solo en manos de Dios está el cómo y el cuándo del fin natural de la vida. 1.- Las lecturas * Profeta Ezequiel 2,2-5. Dios escogió a Ezequiel como profeta. Su misión fue difícil por la dureza y rebeldía del pueblo elegido. Con todo, “sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”. * Salmo responsorial 122: Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia. No los apartemos nunca del Señor ya que en Él está nuestra salvación * Segunda carta de san Pablo a los Corintios 12,7b-10. El Señor eligió a Pablo para hacerlo instrumento de su Palabra. Pablo es consciente de su elección y de la grandeza de la misión que ha recibido del Señor. Esta misión supera sus fuerzas, por lo que afirma: “presumo de mis debilidades porque así residirá en mi la fuerza de Cristo”. * Evangelio según san Marcos 6,1-6: Jesús es el verdadero profeta de Dios en medio de nosotros ya que Él es la Palabra engendrada por el Padre que se encarnó en el seno de María y se hizo hombre. Los paisanos de Jesús no lo aceptan como profeta ni enviado de Dios. Por eso Jesús dice: “No desprecian a un profeta más que en su pueblo”. 2.- Sugerencias para la homilía 2.1.- Somos un pueblo de profetas El Concilio Vaticano II enseña que “el pueblo santo de Dios participa también del don profético de Cristo, difundiendo su vivo testimonio sobre todo por la vida de fe y de caridad, ofreciendo a Dios el sacrificio de la alabanza, el fruto de los labios que bendicen su nombre” (cf. Heb.3,15). Hermoso texto que nunca debemos olvidar. Somos profetas de Dios en la Iglesia y en el mundo. Como profetas debemos tener en cuenta que somos instrumentos de la Palabra de Dios, es decir, servidores y transmisores de la palabra de Dios. Que nunca nuestra palabra oscurezca la Palabra de Dios; que nunca nuestra vida desvirtúe la Palabra de Dios; que nunca nuestras acciones contradigan la Palabra de Dios que anunciamos. Hermoso texto que recuerda de forma permanente: * que los padres han de ser los primeros catequistas de sus hijos en el hogar, ayudándoles a conocer al Señor, a rezar y a iniciarse en la experiencia de Dios. * que los padres han de participar en las catequesis de la parroquia haciendo así posible y real la catequesis familiar de tanta importancia hoy. * que los catequistas han de esforzarse en ofrecer unas catequesis adecuadas a los niños, adolescentes y jóvenes sin desanimarse ante las dificultades que puedan experimentar en la realización de este ministerio tan importante y tan necesario hoy. * que los religiosos y religiosas están llamados también a participar en la realización de la nueva evangelización desde el don y carisma que han recibido y siempre en comunión eclesial * que los fieles laicos han de redescubrir con nueva ilusión y vigor que ellos son “profetas de Dios en el interior de la secularidad”. Dicho de otro modo, los fieles laicos están llamados a proclamar la Palabra de Dios en “los nuevos areópagos” (Beato Juan Pablo II) de nuestra sociedad: medios de comunicación social, política, cultura, investigación científica, economía, ocio… * que los sacerdotes hemos de cuidar, alentar, acompañar y ayudar a los hermanos laicos a ser profetas de Dios siempre… Somos un pueblo de profetas para proclamar la Palabra de Dios, para anunciar a Jesucristo y su Evangelio, para comunicar a todos la buena noticia de la salvación de Dios… 2.2.- Cómo debemos ser profetas en la nueva evangelización Sin ánimo de agotar este tema, os ofrezco estas sencillas y fraternas sugerencias con el único deseo de ayudaros a promover y realizar la misión de profetas en esta hora de la historia humana y en este tiempo de la nueva evangelización, ya cerca del comienzo de la celebración del Año de la Fe, al que Benedicto XVI convoca a toda la Iglesia, también a nosotros, también a tu parroquia, también a ti. He aquí un decálogo para la nueva evangelización, que en más de una ocasión iremos desarrollando en otras homilías o escritos. * No seamos profetas mudos, cobardes, tristes…. Quien ha descubierto y se ha encontrado con Cristo es la persona más feliz del mundo. Y así debe manifestarse. * No nos avergoncemos nunca del Evangelio de Jesucristo. Con la luz de Cristo iluminemos los caminos de la humanidad. Anunciemos de forma explícita y clara a Jesucristo. * Evangelicemos con el fervor de los santos Los santos son quienes han hecho real la renovación de la Iglesia del Señor. * Evangelicemos en comunión eclesial La evangelización es un acto eclesial, por eso no debemos evangelizar cada uno por su cuenta ni a su aire. * Evangelicemos con las ascuas encendidas del Espíritu Santo El Espíritu Santo es el protagonista de la evangelización. No perdamos nunca la referencia al Espíritu en nuestra tarea evangelizadora. * Evangelicemos con nuevo ardor No seamos evangelizadores desanimados, desalentados... Con ardor y santa audacia, con profundo respeto y amor Evangelicemos. * Evangelicemos con palabras audibles y visibles No basta con evangelizar con palabras. Es necesario que nuestra palabra vaya acompañada de los signos que la acrediten y la hagan creíble. Un signo claro es el servicio a los pobres. * Evangelicemos con el testimonio El hombre y la mujer de hoy escuchan mejor al testigo que al maestro, y si escuchan al maestro es porque es testigo. * Evangelicemos con nuevas expresiones y métodos. No es fácil a veces encontrar esas nuevas expresiones y métodos. Con todo no nos desanimemos. El Espíritu Santo nos ayudará. * Evangelicemos de tú a tú. Es un camino de cercanía para anunciar a Cristo Dejemos en cada hermano o hermana una palabra del Señor 2.3.- El sufrimiento por causa del Evangelio Como los profetas del Antiguo Testamento sufrieron por anunciar la Palabra de Dios, también el profeta de hoy podrá sufrir por el evangelio Como el propio Jesucristo selló con su Sangre la Buena Noticia que nos anunció, también nosotros podremos experimentar el sufrimiento por la fidelidad al evangelio que anunciamos. Como los apóstoles de Jesucristo dieron su sangre como signo claro de su fidelidad a la Palabra que anunciaban, también nosotros, cristianos de hoy, hemos de estar dispuestos a entregar la vida por la Palabra de Dios que comunicamos. Como tantos hermanos y hermanas han dado su vida por defender el mensaje cristiano y la dignidad de todo ser humano, también nosotros hemos de estar preparados a autentificar ese mensaje con el martirio. 3.- De la Palabra a la Eucaristía El anuncio de Jesucristo se hace realidad viva y palpitante en la Eucaristía. Jesucristo no es un personaje distante y lejano en el tiempo y en la historia de nosotros. El Jesucristo anunciado se hace presente bajo los signos sacramentales de la Eucaristía que celebramos. Jesucristo es contemporáneo de cada ser humano; también de nosotros. Acojámoslo con fe y amor. 4.- De la Eucaristía y la Misión El Señor nos envía en misión al mundo: “seréis mis testigos hasta el confín de la tierra”. Con la fuerza del Espíritu y la presencia permanente del Señor anunciemos a Jesucristo, el Salvador y el Redentor de la humanidad. Seamos los nuevos evangelizadores que se han dejado ganar y fascinar totalmente por el Señor y lo anuncian a todos. Terminamos ya. Unidos en la oración. Cáceres, 3 de julio de 2012 Florentino Muñoz Muñoz

Sunday, July 1, 2012

Decimotercer Domingo del Tiempo Ordinario, 1 julio 2012

(Sab 1, 13-15; 2, 23-24; Cor 8, 7-9, 13-15; Mc 5, 21-43) Dios creo al hombre incorruptible y para la vida, pero entro la muerte en el mundo por el pecado (1ª lect.). Jesús vence la fuerza de la muerte y resucita a la hija de Jairo (Ev. ). Dios ha compartido Sus riquezas con nosotros para que nosotros, a su vez, compartamos los bienes con los demás necesitados (2ª lect) Creemos que somos la Iglesia, el Cuerpo Místico de Jesucristo por medio del sacramento del Bautismo y continuamos en el mundo de hoy y en nuestras propias vidas, como miembros del mismo Cuerpo de Cristo, las obras salvadoras y maravillosas que el Padre del cielo le encomendó a Su Hijo Jesucristo. Y por medio del Espíritu Santo las realizamos hoy en Su nombre y por el bien de los hombres. Entonces somos las manos del Señor para bendicir y extender en obras de misericordia y levantar a los demás, Somos la boca del Señor para hablar Su Palabra y enseñar, animar e iluminar a los unos a los otros. Somos el corazón del Señor para amar con Su mismo amor a Dios nuestro Padre y al nuestro prójimo, Somos los pies del Señor para llevar al Evangelio donde El quiere llevarlo y evangelizar. Somos el cuerpo del Señor para entregar y sacrificar en servicio generoso a los demás. Todos y cada uno de nosotros tenemos un parte muy importante como miembros del Cuerpo de Cristo y en llevar a cabo la obra de Jesucristo y Su Santísima Madre como la Iglesia que somos y en nuestro día para la salvación y bien de los demás. Por eso tenemos creer en milagros, creer en que con Dios todo es posible. Creer y confiar en el poder de Dios y que Dios nos da gracia y el poder de Su Espíritu Santo para hacer obras maravillosas en Su nombre. Tomar la iniciativa; tener confianza en el Señor; no tener miedo; no tener vergüenza de nuestra fe y religión católica, sino que orgullo de nuestras tradiciones y cultura Cristiana y Católica; coraje por el honor y gloria de Dios; celo por nuestra propia salvación y la salvación de los demás. Hoy en las lecturas de la Misa nos dan el ejemplo de cómo nosotros debemos actuar como el Cuerpo de Cristo y como debemos poner en practica lo que el Señor Obispo esta enseñándonos durante este tiempo y año dedicado a los laicos: como nosotros tenemos participar y colaborar con nuestros propios dones y talentos según la medida que hemos recibido del Espíritu Santo; colaborar en la vida de la Iglesia y de la parroquia y en la obra de la nueva evangelización. Y que tenemos despertar el gigante dormido que es la fe de muchos de los laicos, hombres, mujeres, jóvenes, niños cuya fe parece que esta muerta como la niña muerta en el Evangelio de hoy que tiene que ser despertada y revivida y imitando y actuando nosotros como Jesucristo nuestro Señor: agarrando su mano y decirles :"Contigo hablo, levántate!" Vengan a rezar! Vengan alabar, glorificar y bendicir al Señor y dar le gracias por Su bondad! Vengan a vivir y practicar nuestra fe, un tesoro que hemos recibido de nuestros padres como herencia! Vengan a adorar y sanctificar al Señor y recibirlo en la Santa Comunión! Vengan todos a la Santa Misa! Vengan conmigo! Contigo hablo, niño, niña levántate! Aunque no podemos nosotros resucitar a los muertos, nosotros podemos, por su propia alegría, ayudar a despertar y a revivir su fe y amor de Dios por nuestra confianza en ellos y por nuestro amor, fraternidad, nuestra solicitud y deseo por ellos y por su bienestar espiritual y salvación eterna! Y confiamos no en nuestro propio poder e iniciativa sino en el poder y gracia de Dios que le agrada sin limites. Hay mas alegría en el cielo, entre los Ángeles y los santos, cuando se arrepiente un solo pecador, una persona que esta alejada del Señor, que al noventa y nueve justos que no necesitan convertirse y reconciliarse con El. Hermanos y hermanas es nuestro tiempo ahora, es tiempo de los laicos. Su amor tiene que brillarse delante de los hombres, como el sol que brilla sobre toda la creación, sobre los buenos y los malos. Tiene que ser luz del mundo y sal de la tierra y lleva a cabo la obra de Dios en sus vidas, entre los miembros de su propia familia y ganar las victorias de Cristo por ellos y ganarlos a ellos mismos para el reino de Dios. Si somos devotos de la Virgen María Madre de la Iglesia y madre nuestra, somos hijos de la Luz. Y ella es Madre de la Luz. No pueden ser sentados con brazos cruzados, sino que instrumentos eficaces en las manos del Señor para la nueva evangelización y la alegría de la Iglesia en el cielo y en la tierra.