Sunday, July 1, 2012
Decimotercer Domingo del Tiempo Ordinario, 1 julio 2012
(Sab 1, 13-15; 2, 23-24; Cor 8, 7-9, 13-15; Mc 5, 21-43)
Dios creo al hombre incorruptible y para la vida, pero entro la muerte en el mundo por el pecado (1ª lect.). Jesús vence la fuerza de la muerte y resucita a la hija de Jairo (Ev. ). Dios ha compartido Sus riquezas con nosotros para que nosotros, a su vez, compartamos los bienes con los demás necesitados (2ª lect)
Creemos que somos la Iglesia, el Cuerpo Místico de Jesucristo por medio del sacramento del Bautismo y continuamos en el mundo de hoy y en nuestras propias vidas, como miembros del mismo Cuerpo de Cristo, las obras salvadoras y maravillosas que el Padre del cielo le encomendó a Su Hijo Jesucristo. Y por medio del Espíritu Santo las realizamos hoy en Su nombre y por el bien de los hombres.
Entonces somos las manos del Señor para bendicir y extender en obras de misericordia y levantar a los demás, Somos la boca del Señor para hablar Su Palabra y enseñar, animar e iluminar a los unos a los otros. Somos el corazón del Señor para amar con Su mismo amor a Dios nuestro Padre y al nuestro prójimo, Somos los pies del Señor para llevar al Evangelio donde El quiere llevarlo y evangelizar. Somos el cuerpo del Señor para entregar y sacrificar en servicio generoso a los demás. Todos y cada uno de nosotros tenemos un parte muy importante como miembros del Cuerpo de Cristo y en llevar a cabo la obra de Jesucristo y Su Santísima Madre como la Iglesia que somos y en nuestro día para la salvación y bien de los demás.
Por eso tenemos creer en milagros, creer en que con Dios todo es posible. Creer y confiar en el poder de Dios y que Dios nos da gracia y el poder de Su Espíritu Santo para hacer obras maravillosas en Su nombre. Tomar la iniciativa; tener confianza en el Señor; no tener miedo; no tener vergüenza de nuestra fe y religión católica, sino que orgullo de nuestras tradiciones y cultura Cristiana y Católica; coraje por el honor y gloria de Dios; celo por nuestra propia salvación y la salvación de los demás.
Hoy en las lecturas de la Misa nos dan el ejemplo de cómo nosotros debemos actuar como el Cuerpo de Cristo y como debemos poner en practica lo que el Señor Obispo esta enseñándonos durante este tiempo y año dedicado a los laicos: como nosotros tenemos participar y colaborar con nuestros propios dones y talentos según la medida que hemos recibido del Espíritu Santo; colaborar en la vida de la Iglesia y de la parroquia y en la obra de la nueva evangelización. Y que tenemos despertar el gigante dormido que es la fe de muchos de los laicos, hombres, mujeres, jóvenes, niños cuya fe parece que esta muerta como la niña muerta en el Evangelio de hoy que tiene que ser despertada y revivida y imitando y actuando nosotros como Jesucristo nuestro Señor: agarrando su mano y decirles :"Contigo hablo, levántate!" Vengan a rezar! Vengan alabar, glorificar y bendicir al Señor y dar le gracias por Su bondad! Vengan a vivir y practicar nuestra fe, un tesoro que hemos recibido de nuestros padres como herencia! Vengan a adorar y sanctificar al Señor y recibirlo en la Santa Comunión! Vengan todos a la Santa Misa! Vengan conmigo! Contigo hablo, niño, niña levántate!
Aunque no podemos nosotros resucitar a los muertos, nosotros podemos, por su propia alegría, ayudar a despertar y a revivir su fe y amor de Dios por nuestra confianza en ellos y por nuestro amor, fraternidad, nuestra solicitud y deseo por ellos y por su bienestar espiritual y salvación eterna! Y confiamos no en nuestro propio poder e iniciativa sino en el poder y gracia de Dios que le agrada sin limites. Hay mas alegría en el cielo, entre los Ángeles y los santos, cuando se arrepiente un solo pecador, una persona que esta alejada del Señor, que al noventa y nueve justos que no necesitan convertirse y reconciliarse con El.
Hermanos y hermanas es nuestro tiempo ahora, es tiempo de los laicos. Su amor tiene que brillarse delante de los hombres, como el sol que brilla sobre toda la creación, sobre los buenos y los malos. Tiene que ser luz del mundo y sal de la tierra y lleva a cabo la obra de Dios en sus vidas, entre los miembros de su propia familia y ganar las victorias de Cristo por ellos y ganarlos a ellos mismos para el reino de Dios. Si somos devotos de la Virgen María Madre de la Iglesia y madre nuestra, somos hijos de la Luz. Y ella es Madre de la Luz. No pueden ser sentados con brazos cruzados, sino que instrumentos eficaces en las manos del Señor para la nueva evangelización y la alegría de la Iglesia en el cielo y en la tierra.
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