Monday, July 16, 2012

Decimoquinto Domingo del Tiempo Ordinario, 15 julio 2012

* Profeta Jeremías 23,1-6: Dice el Señor: “Reuniré al resto de mis ovejas y les pondré pastores”. Jeremías anuncia la llegada de un Mesías - Pastor que cuidará del pueblo que está solo y abandonado. * Salmo responsorial 22: El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Recemos este hermoso salmo procurando no sólo conocer la letra del salmo, sino conocer al Pastor que, por amor, ha dado su vida por nosotros * Carta de san Pablo a los Efesios 2,13-18. Jesucristo es nuestra paz: Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, eliminando las barreras que nos dividían y uniendo a todos en solo Cuerpo que es la Iglesia. * Evangelio según san Marcos 6,30-34. Jesús invita a sus discípulos a descansar después de haber realizado la misión. Jesús siente pena y lástima de la multitud de personas que lo siguen, hambrientas de su palabra, pues andaban como ovejas sin pastor. 2.- Sugerencias para la homilía 2.1.- El Señor es mi pastor Hermoso salmo que hoy rezamos. Al rezarlo con atención, no sólo debemos recitarlo, sino también aprenderlo para llevarlo impreso en nuestra alma y en nuestra vida todos los días de nuestra existencia. Al rezarlo con gozo, no sólo debemos aprenderlo, sino también dejarnos apacentar y guiar por este Buen Pastor que sale a nuestro encuentro para llevarnos con Él a su redil, que es la Iglesia. Al rezarlo con devoción, no sólo hemos de consentir en que Él nos apaciente, sino también debemos esforzarnos en conocer al Buen Pastor que cuida de nosotros y nos guía, nos alimenta y nos defiende, nos sostiene y nos acompaña, aunque caminemos por sendas de dolor y sufrimiento, de cansancio y soledad… Al rezarlo sin prisas, debemos procurar poner los ojos del alma y del cuerpo en este Buen Pastor que nos proporciona y regala el agua que sacia nuestra sed de felicidad para siempre. Al rezarlo con profunda emoción, debemos contemplar a este Buen Pastor que nos ama tanto que da la vida por nosotros para que no estemos descarriados ni perdidos en los caminos de la vida. Al rezarlo con sosiego y paz, debemos darnos cuenta de que al final de nuestra vida esperamos llegar a “las fuentes tranquilas” y a “las verdes praderas” del Reino de los cielos donde encontraremos la paz definitiva, la felicidad perpetua, la vida eterna. Al rezarlo con fe, esperanza y amor, aprendemos a estar siempre al lado de Cristo, el Buen Pastor, nada nos puede faltar… ¡Guíanos, Señor, por esta tierra! ¡No nos dejes solos en este mundo! 2.2.- El sacerdote, sacramento de Cristo Pastor de la Iglesia Es un inmenso gozo saber que el Buen Pastor sigue amándonos, curando nuestras heridas, buscándonos cuando nos hemos perdido por los senderos del mundo, tomándonos sobre sus hombros cuando estamos cansados, ofreciéndonos el verdadero alimento que sacia nuestra hambre y la verdadera agua que apaga nuestra sed para siempre. El Señor no nos ha abandonado ni nos ha dejado solos en este mundo. Él se ha quedado con nosotros para seguir siendo el Buen Pastor de nuestras almas y para seguir realizando las hermosas tareas del Buen Pastor. Es una inmensa alegría saber que el Señor nos acompaña y nos alienta durante nuestro caminar por este mundo hacia la Casa del Padre, hacia el cielo. ¿Cómo es posible esta presencia del Señor entre nosotros? El Señor ha escogido y llamado a hombres para hacerlos y constituirlos por medio del sacramento del Orden Pastores del Nuevo Pueblo de Dios, para encarnarse en ellos de tal modo que ellos sean sacramentos -signos e instrumentos-, de Cristo Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia (cf. PDV 15). El sacerdote ha de ser cada día más consciente de su identidad sacerdotal y de la misión que el Señor le ha regalado y confiado para el bien y salvación de todos. Acojamos al sacerdote como el “sacramento de Jesucristo, el Buen Pastor en medio de la Iglesia”. ¡Hermanos sacerdotes!, - Recordemos la exhortación que San Pablo dirige a los presbíteros de Éfeso, y en ellos a nosotros, presbíteros del siglo XXI: * “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con su propia sangre” (Hech.20,28). - Examinemos nuestra acción pastoral a la luz de la recomendación que San Pedro hace a los primeros presbíteros de la Iglesia y en ellos a nosotros, presbíteros del s. XXI: * “Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita” (IPedr. 5,1-4). Estos fueron los textos-guía de nuestra Asamblea Presbiteral Diocesana que recordamos con gozo. Demos gracias al Señor que nos concedió la gracia de celebrarla. Pidamos al Señor que nos ayude con su gracia divina para hacerla cada día una realidad más viva y dinámica… 2.3.- ¡Danos, Señor, pastores según tu corazón! En este domingo, os invito de manera especial a * Pedir al Señor que suscite nuevas vocaciones al sacerdocio de entre los jóvenes para que su pastoreo siga estando presente en el mundo y realizándose para la salvación de todos. * Rogar al Señor que envíe a su Iglesia pastores según el corazón de Cristo Sacerdote y Pastor de la Iglesia. * Suplicar al Señor que envíe sacerdotes a su Iglesia “para la nueva evangelización”. En la homilía del XIV domingo del tiempo ordinario, 2012, ciclo B, os propuse cómo realizar la nueva evangelización. En otras homilías seguiremos exponiendo el tema de “la nueva evangelización”. En este domingo, os ofrezco unos rasgos del sacerdote para la nueva evangelización, que os ofrezco a continuación. Espero que estas reflexiones nos ayuden a todos en el ejercicio de nuestro ministerio sacerdotal. * Sacerdotes que se dejen seducir y fascinar por Jesucristo de tal modo que puedan decir como Pablo: “vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál.2,20). Sacerdotes santos para la nueva evangelización de la que tan necesitado está nuestro mundo.. * Sacerdotes que amen profundamente a la Iglesia, “misterio de comunión en tensión misionera”, participando en su vida y misión, y teniendo un verdadero sentido eclesial. * Sacerdotes que vivan en el presbiterio como “misterio” y como “íntima fraternidad sacramental”, evitando así el aislamiento y la soledad, el individualismo pastoral y el egoísmo. * Sacerdotes que mantengan la fe en la naturaleza e importancia del ministerio sacerdotal que han recibido como don y tarea, evitando caer en el desaliento, el desánimo, la apatía, la tristeza... * Sacerdotes que estén cercanos a los hombres y mujeres de su tiempo para asumir sus problemas y esperanzas y para ofrecerles a Jesucristo, que es “el camino, la verdad y la vida” para todo ser humano. Hemos de conocer al hombre y a la mujer para evangelizarlos. * Sacerdotes que reciban y acojan como don y gracia de Dios la “vida consagrada” en la Iglesia, la cuiden y la promuevan, y la incorporen también a la tarea de la nueva evangelización, como carisma que suscita en ella el Espíritu Santo. * Sacerdotes que acojan los carismas que el Espíritu Santo suscita en sus hermanos y hermanas laicos “para común utilidad y para edificación de la Iglesia” (cf. Ef.4,12-13.16), ayudándoles a realizarlos. Estos dones y carismas son soporte y fuente de la corresponsabilidad eclesial. * Sacerdotes que promuevan la nueva evangelización a la que la Iglesia nos invita a todos, sabiendo que nadie debe quedar ocioso ni ser marginado en la realización de la misma. El Señor nos llama a todos a trabajar en su viña. * Sacerdotes que escuchen el clamor de pobres y necesitados, de los enfermos y desvalidos, descubriendo en ellos el rostro y el grito de Jesucristo, aliviando sus dolores y ayudándolos en su liberación integral y completa. * Sacerdotes que conozcan los acontecimientos actuales, las pretensiones humanas y que dialoguen con la cultura actual sembrando en ella la semilla del Evangelio y ayudando a todos a descubrir “la verdad de Dios, la verdad del hombre, la verdad del mundo”, 3.- De la Palabra a la Eucaristía Pasemos a la celebración del Misterio Eucarístico. El Buen Pastor se hace presente bajo los signos sacramentales del pan y del vino. Aquí encontramos al Buen Pastor que se hace “pasto” para todos nosotros, pues nos da su Cuerpo como comida y su Sangre como bebida. Recibámosle en nuestro corazón limpio de todo pecado grave. 4.- De la Eucaristía a la Misión El Señor nos envía a ir al mundo para ser testigos suyos ante los hombres y mujeres de nuestros pueblos, ciudades y naciones. No nos avergoncemos de Jesucristo ni seamos testigos mudos ante los demás. Hemos de ayudar a nuestros contemporáneos a que abran sus corazones a la experiencia de Dios. Hagámonos presentes en los nuevos espacios del mundo para anunciar en ellos el Evangelio de Jesucristo: los Medios de Comunicación social, la Universidad, la política, la economía, la familia, la investigación científica… Terminamos. Unidos en la oración Cáceres, 16 de julio de 2012 Fiesta de la Stma. Virgen del Carmen Oremos por las hermanas que llevan el nombre de esta Advocación Mariana y que reciben esta homilía. Florentino Muñoz Muñoz

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