Sunday, June 24, 2012

Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista, 24 junio 2012

(Is 19, 1-6; Hecho 13, 22-26; Lc 1, 57-66, 80) Zacarías, el padre de Juan el Bautista escribió en una tablilla: “Juan es su nombre”. En el mundo judío el nombre de una persona quería indicar el destino y la misión con la que esa persona había venido al mundo. Todas las personas, pensaban, somos enviadas al mundo por Dios con una misión. No nacemos para nada, nacemos para cumplir la misión que Dios nos ha encomendado. En este sentido, podemos decir que nuestra misión es nuestra vocación: Dios nos ha llamado a la vida para cumplir una misión determinada. Todos tenemos vocación para algo; todos estamos llamados a la vida para algo. En el caso de la fiesta que hoy celebramos, el nombre de Juan se refiere a la misericordia de Dios con Zacarías e Isabel, al concederles el favor de engendrar un niño cuando ellos ya eran ancianos. El nombre de Juan significa: Dios ha mostrado su favor, Dios es misericordioso, Dios se ha apiadado. Como sabemos, la misión de Juan, su vocación, fue la de ser precursor de Jesús, del Mesías, y Juan Bautista cumplió su misión con fidelidad y entrega, fue fiel a la vocación que Dios le había dado. El ejemplo de San Juan Bautista, desde su nacimiento hasta su muerte, debe enseñarnos y animarnos a nosotros a descubrir y realizar nuestra vocación y misión y a ser fieles a ella. En nuestro caso, nuestros nombres no han querido indicar, en su origen, la misión o la vocación con la que Dios nos ha traído al mundo. Generalmente, a muchos de nosotros nos eligieron nuestro nombre por motivos familiares, o por el santo del día. Pero al mismo tiempo, este nombre, que debe ser un nombre cristiano, señala y nos guía en realizar y cumplir de nuestra misión aquí en el mundo. Porque llevamos en una manera especial las cualidades y características de este santo con que su nombre fuimos bautizado. Por eso debemos conocer el santo de nuestro nombre y su vida y los dones y talentos Dios nos ha dado para servirle por Su honor y gloria y el bien de los demás. Porque todos nosotros hemos nacido con una misión bajo el brazo. Descubrir y realizar esta misión desde pequeños es una tarea importantísima para el futuro desarrollo de nuestra personalidad y por nuestra paz y alegría. Y más importante aún, es ser fieles a la misión o vacación que con la que Dios nos ha traído al mundo. No es necesario pensar que nuestra misión tenga que ser algo grandioso o socialmente importante, sino que cumplir lo que le agrada el Padre quien nos ha creado en Su imagen y semejanza como Cristo cumplió solamente y en todo, la voluntad de Su Padre y lo que Él le pidió por Su honor y Su gloria y la salvación del hombre. Un parte bien importante de nuestra misión y vocación es colaborar en la construcción de una sociedad más justa y más buena; y aun más importante, es colaborar en la edificación de la Iglesia y el Reino de Dios. Esforcémonos en ser fieles a esta misión. Y para realizar esta misión necesitamos todos. Necesitamos unos a los otros. No es una obra de una sola persona, es una obra de toda la comunidad, del Cuerpo Místico. Somos un cuerpo entero unidos en Cristo. El brazo no puede decir a los dedos; “no los necesitamos” como nos ha enseñado San Pablo. Necesitamos todos los miembros de nuestro cuerpo. Y todos somos distintos con diferentes funciones y diferentes dones y talentos que tenemos que respectar y utilizar por el bien de todo el cuerpo y por el honor y gloria de Dios. Y cuando no colaboramos y no participamos, no podemos edificar la Iglesia según el plan de Dios y no podemos funcionar bien como Cuerpo de Cristo. Y hay muchos con sus dones y talentos que no participan, no vienen a Misa, no usan los talentos y dones que Dios mismo les ha dado por Su honor y gloria y el bien de los demás y por la edificación de la Iglesia y de la parroquia. Y los necesitamos porque son miembros de nuestro cuerpo por el bautismo, pero miembros que no funciona bien, como un cuerpo enfermo. Por eso nos faltamos mucho, nos lastimamos en no realizar como Dios quiere, la misión que El nos ha encomendada como una comunidad y una familia de Dios El nacimiento de Juan Bautista alegro a muchos. Fue el precursor del Mesías. No le fue fácil cumplir su misión. Paso años en el desierto; junto al Jordán bautizo y señalo a Jesús, el Mesías, en medio del pueblo; y paso sus últimos días en la cárcel por defender la verdad. Juan fue un hombre verdadero y fiel a la misión encomendada. El cristiano ha sido elegido para llevar a cabo su misión. Tiene en San Juan Bautista un modelo que imitar, sobre todo en estos aspectos: en la austeridad de vida, en anunciar con valentía el Evangelio, en indicar el camino que lleva a Dios y en defender la verdad hasta la muerte. En esta manera debemos celebrar la fiesta de la natividad de San Juan Bautista, con dignidad y gozo y dedicación nueva y entrega generosa en realizar la misión que Dios nos ha encomendada a cada uno de nosotros y como una comunidad. Porque, como a San Juan Bautista, desde las entrañas maternas, el Señor nos ha llamado y nos ha pronunciado nuestro nombre, para que seamos “luz para las naciones y gloria de Su pueblo Israel.”

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