Sunday, May 6, 2012

Quinto Domingo de Pascua, 6 mayo 2012

(Hecho 9, 26-31; 1Jn 3, 13-24; Jn 15, 1-8) Comunión es una palabra que tiene mucho significado por los cristianos, mucho significado por los que son llamados a ser miembros de la familia de Dios. La Eucaristía que nos une cada domingo y que celebramos es Comunión - comunión con Dios y comunión con los unos a los otros. Es una obra de Dios y lo que Cristo vino al mundo para establecer y realizar de nuevo entre nosotros. Es una obra que luchamos nosotros a realizar y continuar como fieles discípulos de Cristo y luchamos a vivir en nuestra vida diaria como miembros de una parroquia y comunidad. La Eucaristía es el centro de la vida de los cristianos. Todo lo que cumplimos y realizamos como cristianos viene de la Eucaristía y vuelve a la Eucaristía, tiene su origen y fin y destino en la Eucaristía. Hemos hablado de la comunión durante esta Pascua en domingos anteriores porque la Resurrección es la causa de esta comunión que ya ha comenzado y como hemos visto en la primera comunidad Cristiana como todos vivian unidos en comunión, compartiendo sus bienes espirituales y materiales. En su carta pastoral, dedicado a los fieles laicos este ano, el Señor Obispo nos llama a la comunión y a atención de la necesidad de esta comunión, como, todos nosotros debemos colaborar y cooperar en comunión con él, los sacerdotes, Religiosas y fieles laicos en la misma misión de la Iglesia y Cristo nuestro Señor y en la nueva evangelización del mundo de hoy. Esta es la comunión que nos habla hoy en las lecturas de este domingo: Jesucristo la Vid y nosotros los sarmientos en la vid, en comunión con Su vida. "Yo soy la vid y vosotros los sarmientos," dice el Señor. "El que permanece en Mi y Yo en el, ese da fruto abundante; porque sin Mi, no podéis hacer nada. Si permanecéis en Mí y Mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis y se realizara. Con esto recibe gloria Mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos Míos. Este es el gran deseo de Dios nuestro Padre que vivamos en comunión perpetua con El y que demos fruto abundante con nuestras vidas y buenas obras, unidos a Su Hijo Jesucristo; fruto abundante en lo espiritual y eterno y en lo humano y temporal, por Su honor y gloria, porque El es nuestro Creador y porque El desea nuestra propia alegría y bienestar aquí en la tierra y en la vida venidera, y la felicidad y vida eternas. Cuando escuchamos, celebramos la Palabra de Dios y esta Palabra permanece en nosotros y la llevamos en práctica, imitamos a la Virgen Santísima, nuestra Madre, Maestra y Señora, y damos fruto abundante con nuestra vida como ella: Bendito es el fruto de tu vientre Jesús, rezamos en la Ave María! Frutos de buenas obras, frutos de amor y misericordia, de justicia y santidad. Frutos que dan gloria a Dios Padre y nos llenan de alegría, paz y vida! San Pablo, antes de su encuentro con Cristo resucitado, vivía persiguiendo a la Iglesia y a los cristianos, tratando a destruir la nueva religión por su gran rancor y odio contra a los cristianos. Vemos el gran poder de Cristo resucitado cambiando su vida de una persona muy mala y alejada de Dios y los demás a un gran apóstol y mensajero de las buenas noticias de salvación y fe en Cristo resucitado. Arrepintiendo y confesando sus pecados, San Pablo comenzó a obrar por la conversión de los hombres y por su reconciliación y comunión con Dios y a los demás. En la misma manera a nosotros, si no hemos producido frutos abundantes y si no hemos alcanzado y realizado todavía una buena comunión entre nosotros y nosotros con Cristo como sarmientos con la Vid, es porque hemos faltado de ser transformados por el poder y la nueva vida de la Resurrección. Hemos faltado de arrepentir nos de todos nuestros pecados. Hemos faltado de confesarnos y tener un encuentro con Cristo resucitado en el perdón de nuestros pecados. Y todavía necesitamos ser podados y purificados por el Padre labrador. Si la Resurrección de Jesucristo es la causa de comunión y nueva vida, es el pecado que es la causa de nuestra separación de Dios y de los unos a los otros, la causa de nuestras divisiones. Es el pecado que tenemos borrar, rechazar y superar para llegar a la comunión y fruto abundante que Dios desea en nuestras vidas y que El obra continuamente para realizar y buscando nuestra colaboración, nuestra cooperación, y un corazón abierto, una alma dispuesta al poder y presencia de Cristo resucitado! Pedimos la gracia y el auxilio de Dios en ayudar todos los miembros de nuestra parroquia a tener un encuentro gozoso con Cristo resucitado durante este tiempo de Pascua!

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