Sunday, April 29, 2012
Cuarto Domingo de Pascua, 29 abril 2012
(Hech 4, 8-12; 1 Jn 3, 1-2; Jn 1, 11-18)
Nos reúne la presencia del Señor resucitado, que, como Buen Pastor, congrega y conoce a su mies, para derramar sobre nosotros su Salvación.
Hoy, IV Domingo de Pascua, se celebra en la Iglesia universal la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, y, además, en España, el día de las Vocaciones Nativas, bajo el lema “María alienta las vocaciones en la misión”. Promover y obrar por las vocaciones sacerdotales, religiosas y laicos misioneros es un deber nuestro y una gracia. Hacen falta muchos obreros en la viña del Señor. Pidamos hoy especialmente por todas estas vocaciones. Y para que en nuestras comunidades se escuche la llamada del Señor y muchos niños, jóvenes y adultos respondan con generosidad, como María, a proclamar las maravillas del evangelio entre los hombres.
En esta Pascua que continuamos celebrando, la liturgia nos presenta hoy como centro de nuestra celebración la figura de Jesús que habla de sí mismo como el Buen Pastor. En medio de una sociedad en la que muchas personas están desorientadas, estamos invitados a contemplar el rostro del Buen Pastor, de escuchar su voz, que es camino, verdad y vida. Él es el que conoce a sus ovejas. El significado de “conocer” en san Juan es amar; y el del amor es la entrega.
Es, también, ocasión de rezar y pedir por nuestros pastores, y de dar gracias a Dios por tenerlos, así como por aquellos que se preparan para ser un día sacerdotes y pastores de su rebaño.
Pero también es ocasión de pensar si nosotros somos sus ovejas, para revisarnos como comunidad de discípulos, y para aceptar la invitación de Dios, que nos elige para colaborar en la misión de ser también nosotros pastores para los demás, comenzando en nuestras propias familias, ser buenos pastores de los niños, jóvenes, los matrimonios, animando y guiando uno al otro en un buen camino del vivir nuestra fe católica en el amor de Dios
El Señor Obispo es bien preocupado por su rebano de hoy. No hay suficiente pastores para cuidar todas las comunidades y parroquias que hay en la Diócesis. Hay sacerdotes cubriendo 5, 6, 7 comunidades. Y la mayor parte son sacerdotes ya jubilados, 70 anos y arriba. Que vamos hacer? El hogar es la Iglesia domestica donde surgen las vocaciones, sacerdotales, religiosas y laicos misioneros. Si la familia no esta viviendo la fe, si los padres no están compartiendo y transmitiendo su fe a sus hijos y no están asistiendo en la Misa que pasa con sus hijos? No van a hacer animados ni inspirados, ni escuchar ni seguir la llamada del Señor a trabajar y servir en Su vina.Y no vamos a tener suficiente sacerdotes. Si no hay sacerdotes, no hay la Eucaristía, no hay la Santa Misa!
En este ano dedicado a los fieles laicos, el Obispo les recuerda a los laicos su gran vocación de ser colaboradores con el Obispo y los sacerdotes en la obra de evangelización y la salvación del hombre, y ser la luz del mundo y sal de la tierra. Su participación es indispensable en la vida de la Iglesia y la parroquia. Sin su participación y colaboración nada se puede realizar ni fructificar, incluye, especialmente en la promoción y obra de suscitar más vocaciones.
¿Quién es nuestro Buen Pastor? ¿Quién es este que va delante de nosotros y al que nosotros seguimos? Hace unas semanas lo contemplábamos en la Cruz, entregando su vida en un acto de amor por toda la humanidad.
Ahora, en este tiempo gozoso de la Pascua, le contemplamos en la alegría de celebrar su resurrección. El amor que él vivió, el amor que él nos enseñó, es el único que puede dar felicidad a los hombres y mujeres de ayer, de hoy y de siempre: “Yo conozco a mis ovejas, y las mías me conocen”. Nuestro pastor es alguien que nos ama a cada uno personalmente, alguien a quien nosotros podemos también amar personalmente.
Tan grande es este amor, que El vaya en busca de la oveja perdida. Hay muchas ovejas perdidas y desorientadas que necesitamos buscar y traer de nuevo al rebano del Buen Pastor. Dice también: “Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil”...No se puede ser cristiano sin ser misionero. Cristo es un derecho de todos los hombres.
¡Qué bien entendieron los primeros cristianos la exigencia misionera de la fe! Por eso,los perseguidos en Jerusalén llevan la fe a Samaría. Son como brasas encendidas que, llevadas por el viento del Espíritu, encienden otras hogueras allí donde caen. Esto también tiene que pasar en cada familia, compartiendo la luz de su fe entre todos los miembros u enciendo de nuevo la llama de esta fe en nuestros hogares.
¿Qué hago yo, para ofrecer la fe, mi experiencia creyente a los demás?¿Cómo colaboro en la tarea de evangelización de mi familia, mi comunidad o de mi parroquia?
Obrad y rogad al Señor de la mies que envíe muchos operarios a su Iglesia. La oración y la obra por las vocaciones surgen del amor a Dios, a la Iglesia y a los hombres, nuestros hermanos. Queremos que nadie se prive de la riqueza del evangelio y de la fe católica.
Encomendamos esta obra sobrehumana a las manos de María, mediadora de todas las gracias. Ella es la primera evangelizadora de nuestra fe. Ella, que es figura de la Iglesia, alienta a sus hijos para entregar la vida al servicio de Jesucristo y la obra de salvación. Porque ella es madre verdadera que se preocupa por todos sus hijos, Madre de la Iglesia, Madre nuestra y madre de todos los creen en su Hijo Jesucristo.
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