(Hechos 3, 13-15, 17-19; 1 Jn 2, 1-5; Lc 24, 35-48)
La Resurrección del Señor es motivo de mucha alegría para nosotros y para todo el mundo y no solamente un motivo sino que es la verdadera fuente y origen de todas nuestras alegrías y toda alegría que puede experimentar una persona. Por eso la Iglesia nos manda a confesar y tomar la Hostia, a lo menos, una vez por año y durante este tiempo de Pascua. Para recibir los dones y sacramentos de la Resurrección de Cristo para experimentar y compartir esta gran alegría y nueva vida que Dios nuestro Padre nos da por medio de Su Hijo, Jesucristo.
El primer don que Cristo nos da es el perdón y la paz que recibimos en el sacramento de Reconciliación, o que se llama, Penitencia o Confesión. En verdad, este sacramento era el primer don de Su resurrección, cuando se presento entre Su Apóstoles la primera vez y les dijo: "Paz a vosotros, recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Confesando a nuestros pecados a Cristo resucitado por medio de Su servidor, el sacerdote, nos trae mucha paz, mucha alegría.
Recibiendo el Cuerpo y Sangre de Cristo en la Santa Comunión nos hace compartir en el mismo gozo y alegría de Cristo resucitado como los Apóstoles y nos llena con la nueva vida de Su resurrección. Dice Jesucristo "No tengáis miedo aqui estoy Yo en persona. No os alarmáis! Mirad mis manos y mis pies: soy Yo en persona. Palpadme! Dicho esto les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría y seguían atónitos les dijo: Tenéis algo de comer? Y comió delante de ellos un trozo de pez asado." Cuando recibimos Jesucristo en la Santa Comunión, tocamos, como Santo Tomas, las santas y gloriosas llagas de Jesucristo resucitado en Sus manos y Su costado, Señor mío, y Dios mío y recibimos una derrama de nueva vida de la resurrección que nos sana de nuestras heridas y nos colma de gozo y alegría!
Durante este tiempo de Pascua tenemos un encuentro vivo y maravilloso con Cristo resucitado en Su Divina Palabra cuando la leamos, la escuchemos y la meditemos, como nos dice en e Evangelio de hoy, Cristo les abrió el entendimiento de Su discípulos para comprender las Escrituras. Así estaba escrito: "el Mesías padecerá, resucitara de entre los muertos al tercer día, y en Su nombre se predicara la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto."
Igual a nosotros durante este tiempo de Pascua, cuando leemos y meditamos la Escritura y Palabra de Dios, Cristo mismo nos ilumina nuestro entendimiento por Su Santo Espíritu sobre todo lo que está escrito de Él y nos abra nuestros ojos y nos hace arder nuestros corazones y nos colma de mucho gozo y alegría. Por eso durante este tiempo de Pascua debemos leer y meditar sobre la Palabra de Dios y experimentar este encuentro vivo y maravilloso con Cristo resucitado y compartir y recibir Su gozo, paz y alegría.
Estos son unos de los principales dones que Dios y la Iglesia quieren compartir a todos nosotros y todo el mundo durante este tiempo de pascua. Acerquémonos pues al fuente y origen de toda nuestra alegría, Jesucristo nuestro Señor resucitado y arrepentidos de nuestros pecados, y aprovechémonos de toda la alegría que Dios quiere comunicar y compartir con nosotros y nuestras familias en este ano dedicado a los fieles laicos y su gran papel, vocación y dignidad en la Iglesia de hoy de ser testigos de la resurrección de Cristo y misioneros de la nueva evangelización!
El Señor Obispo nos llama de nuevo en este tiempo a cada uno de vosotros, diciendo en su carta pastoral sobre los fieles laicos:
“Con la ayuda del Señor nos proponemos suscitar y promover una renovada autoconciencia de la vocación, dignidad e identidad de los fieles laicos, así como su pertenencia, corresponsabilidad y contribución original a la misión…y potenciar la misión de los laicos para una nueva evangelización, superando así huellas clericalitas que aun pudieran estar presente en el rostro y practica de la Iglesia…Bien sabemos que “la evangelización de la nueva sociedad se realiza sobre todo por los laicos o no se realizara...Ya desde ahora mismo nos dirigimos a todos y os invitamos a participar con el don, carisma o ministerio que cada uno de vosotros ha recibido del Espíritu Santo en la vida y misión evangelizadora de la Iglesia. Cada vez son más las personas que en nuestras sociedades están necesitadas de una primera evangelización. Esta es la misión más urgente de nuestra Diócesis y de todos nosotros: sacerdotes y consagrados, religiosos y religiosas y seglares. Desde aquí convoco de manera especial a los cristianos laicos a realizar esta labor evangelizadora en estrecha comunión con el Obispo y los sacerdotes, movidos todos por un espíritu verdaderamente misionero.”
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