(Is 50, 4-7; Fil 2, -11; Mt 26, 14-27; 27, 11-54)
Hoy comenzamos la celebración de la semana más importante del año, la Semana Santa. Es una semana llena de solemnidad, misterio, dolor, muerte, gozo y vida. Durante veinte siglos, venimos recordando, año tras año, la pasión, muerte y gloriosa resurrección de Jesucristo nuestro Señor
Hermanos, que es lo que celebramos en la Semana Santo? Conmemoramos un misterio el misterio de Dios que acepto la condición humana hasta las últimas consecuencias. Si en Navidad no comprendimos lo que significaba un Dios hecho hombre, en estos días santos podremos entender profundamente que Cristo se despojo de lo que era suyo para aceptar la condición del hombre-esclavo. Nació, vivió y sufrió como un hombre. Obedeció y se humillo hasta morir en la cruz. Así es como vemos a Cristo en la Semana Santa. Vivió la vida que viven los hombres. Nació pobre, se sometió a sus padres, cuando joven tuvo ideales y sueños, trabajo y sirvió como artesano. Después fue profeta, tuvo un mensaje de amor y de justicia, fue querido y odiado, alabado y despreciado. Vivió el calendario de Sus días con fidelidad a la voluntad de Su Padre. Murió joven. Muerte trágica y prematura. Murió como esclavo en la cruz.
Lo que vamos a recordar son los últimos días de la vida de Jesús, el final de Su misión de Mesías-Salvador, cuando ofreció Su vida por cada hombre, la prueba del mas grande amor en la historia. La Semana Santo es una semana de misterio y de dolor, pero termina con un grito de júbilo y vida: El Señor resucito!
Hemos leído la pasión y muerte del Señor. Es la parte de la vida de Jesús que los evangelistas narran, larga y detalladamente porque sabían que era la culminación de la historia de salvación. Ante la pasión y muerte del Señor hemos de volver a hacernos las mismas importantes preguntas: Porque Cristo decidió amarme con un amor que le llevo a la Cruz? Porque Cristo me trata como si no fuera culpable y me brinda Su vida? Y hemos de tratar de encontrar las respuestas a esas preguntas en lo más íntimo de nuestro corazón.
La Semana Santa nos llama a reflexionar, meditar y rezar. San Pablo nos invita a tener la misma actitud de Jesucristo: vivir y morir para Dios y vivir y morir para dar vida a los demás. Este es, hermanos, el sentido profundo de la Eucaristía en la Santa Misa: si el grano de trigo no muere, no produce fruto.
La Eucaristía en la Santa Misa es la Semana Santa resumida: proclamamos la muerte y sacrificio de Jesús en la cruz y cada vez lo recibimos en la Santa Comunión, este don del Cuerpo y Sangre de Cristo resucitado es promesa de resurrección para todos nosotros.
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