(Gen 22, 1-18; Is 54, 5-14; Ez 36, 16-28; Rom 6, 3-11; Mc 16, 1-7)
Hemos llegado hermanos y hermanas el momento culminante de la Semana Santa y de La Pascua del Señor- La celebración de la Resurrección de nuestro Salvador: Cristo ha resucitado de entre los muertos!
Hemos pasado y recorrido con Jesus y María el camino doloroso durante esta Semana Santa. Hemos sentido el peso de la cruz cargando las imagines de Jesús el Nazareno y Su Madre Dolorosa, celebrando la Via Cruces y las mismas estaciones que pasaron Jesús y María, hasta la humillación de la trágica muerte de Jesús en la Cruz. Hemos sentido un poco de los dolores de Jesús y María, sus penas, sufrimientos, rechazos injusticias y los odios, rencores y la maldad de los hombres. Hemos contemplado a Jesucristo cargando nuestros pecados y en Su cuerpo clavándolos en la cruz. Hemos reconocido que nuestros pecados fueron la causa del sufrimiento y la muerte de Cristo nuestro Señor.
Confesamos y arrepentimos con dolor de todos nuestros pecados y de lo que hemos hecho contra Dios y contra Su Hijo Jesucristo, contra nuestro prójimo y contra nosotros mismos por la falta de vivir nuestra fe, por la falta de amar a Dios de todo corazón y amor a nuestro prójimo. Y con la ayuda de Dios y por la victoria de Cristo resucitado, comprometimos a vivir por el poder y la nueva vida que Cristo gano por Su resurrección y que nos comunica por medio del bautismo y los sacramentos. Comprometimos a vivir como verdaderos hijos de Dios y hermanos y hermanas de Cristo y hermanos de los unos a los otros en la vocación que Dios nos ha dado para seguir en los mismos pasos de Su Hijo Jesucristo, imitándolo como discípulos Suyos y verdaderos servidores de los unos a los otros.
Hermanos y hermanas, Cristo ha resucitado y ha vencido toda injusticia, todo odio, todo rencor, todo pecado y toda maldad y nos ha comunicado Su luz y paz, Su gozo y alegría para que viviéramos con El esta vida nueva de Su resurrección, lavados por Su Sangre y las aguas del bautismo y comprometidos a vivir como hombres y mujeres nuevos y renovados en Su amor y Su Espíritu Santo y fortalecidos y iluminados con la luz y gracia de Su presencia en los sacramentos especialmente en la Eucaristía.
Como hemos recordado y celebrado la pasión y la muerte de Jesucristo durante esta Semana Santa, nosotros ahora, comenzamos en este día a recordar y celebrar la resurrección del Señor con la paz, luz y gozo de Cristo resucitado, venciendo en nosotros mismos el poder del pecado y de la tiniebla y caminando por la luz de Cristo y por Su gran amor, reconociendo y celebrando todas las maneras que El esta vivo y presente entre nosotros en nuestras almas y corazones, en nuestras familias y comunidad, en nuestra parroquia y Iglesia.
"Tanto amo Dios al mundo que entrego Su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en El sino que tengan vida eterna." Tanto amo Dios al mundo que también nos ha dado pruebas de Su amor y presencia entre nosotros para que realicemos el destino que El nos ha preparado para nuestra felicidad y gloria eternas. Con gratitud, reverencia, devoción y amor, recordamos en este tiempo el gran misterio del la Pascua del Señor, Su pasión, muerte en la cruz y gloriosa resurrección. Jesús antes de entrar en Su pasión y muerte, reunió con Sus discípulos para celebrar la Cena de la Pascua y nos ha dejado esta Cena para recordar y celebrar continuamente Su Muerte y Resurrección: “Hagan todo esto en Memoria Mía,” dice el Señor Cada vez que celebramos la Cena del Señor, la Eucaristía, recordamos y celebramos la muerte del Señor y su poder y victoria sobre todo pecado y toda maldad, hasta que venga de nuevo en toda Su gloria y majestad.
La gran prueba de la presencia del Señor entre nosotros es la celebración de la Eucaristía. La consagración del pan y vino y la separación del Cuerpo y Sangre del Cristo sobre el altar significan la muerte del Salvador, una muerte que nos ha salvado. Este es el gran valor, importancia y significado de la Santa Misa. Estamos cumpliendo las palabras y mandato de Jesucristo: "Hagan todo esto en memoria Mía."
Dios nos ha amado tanto que nos ha dejado que en los sacramentos y en cada Santa Misa tengamos un encuentro vivo con Cristo resucitado: En la comunidad que se reúne (donde hay dos o tres reunido en mi nombre aquí estoy Yo, dice el Señor. Un encuentro vivo con Cristo resucitado en la Palabra de Dios cuando la leemos y la meditamos. Un encuentro vivo con Cristo resucitado el la Eucaristía, Su Cuerpo y Sangre gloriosos, cuando lo recibimos en la Comunión. Un encuentro vivo con Cristo resucitado en el sacramento de la Penitencia, cuando confesamos nuestros pecados y recibimos Su perdón y misericordia. Que pruebas de Su amor y presencia entre nosotros!
Con estos encuentros vivos con el Señor resucitado, la Iglesia nos hace recordar y celebrar continuamente la Pascua del Senor, Su muerte y gloriosa resurrección y crecer en la nueva vida que El nos ha ganado por medio de este gran misterio. Por medio de estos encuentros vivos, Dios nos colma de Su paz y de Su luz, de Su gozo y de Su amor, nos proteja de todo mal y nos adelanta en nuestras vidas y la vida de nuestra familia con toda clase de bendiciones! Felice Pascua!
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