Wednesday, September 12, 2012
XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, 16 septiembre 2012
HOMILÍA XXIV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – 2012
CICLO “B”
1.- Las Lecturas
* Profeta Isaías 50,5-9a. Ofrecí la espalda a los que me apaleaban. Impresionante profecía de Isaías que anuncia que el Mesías de Dios tendrá que padecer y sufrir mucho por la humanidad, por nosotros, por cada uno.
* Salmo responsorial 113. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. No nos apartemos del Señor ya que es nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida.
* Carta del Apóstol Santiago 2,14-18. La fe sin obras está muerta. La fe actúa por la caridad. No basta con decir: “yo soy creyente”. Es necesario que nuestra fe se traduzca y se haga visible en obras de caridad, de misericordia, de justicia, de paz, de perdón…
* Evangelio según san Marcos 8,27-35. Pedro confiesa que Jesús es el Mesías, el ungido por Dios para salvar a la humanidad. Jesús le dice que el Mesías ha de pasar por la cruz para salvar a la humanidad. El mesianismo de Jesús pasa por el sufrimiento y la cruz.
2.- Sugerencias para la homilía
2.1.- Jesús es el Mesías sufriente
Jesús es el Mesías enviado por Dios. Pero encarna un mesianismo muy distinto a como pensamos o queremos los humanos. Jesús es un Mesías que ha de realizar su misión salvadora a través del sufrimiento, de la cruz…
Recordemos que Jesús rechazó las tentaciones que Satanás le propuso con lo que puso de manifiesto que su mesianismo no pasa por el poder humano, ni por las riquezas humanas, ni por el dominio sobre nadie.
El Concilio Vaticano II lo expuso de forma clara y concisa al afirmar: “Cristo efectuó la redención en la pobreza y en la persecución” (LG 8; cf. AG 5).
2.2.- La Iglesia ha de seguir este mismo camino
La Iglesia prolonga en el espacio y en el tiempo la misión salvadora de Jesucristo como pone de relieve el Concilio Vaticano II: “La misión de la Iglesia continúa y desarrolla a lo largo de la historia la misión del mismo Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres….”,
La Iglesia ha de emplear los mismos medios que utilizó el propio Jesús para llevar a cabo su misión salvadora.
¿Qué medios son estos?
Ofrecemos a continuación dos textos básicos del Concilio Vaticano II en los que manifiesta estos medios. Os los proponemos a continuación.
“La Iglesia es llamada a seguir ese mismo camino (de Cristo) para comunicar a los hombres los frutos de la salvación (…) Aunque el cumplimiento de su misión exige recursos humanos, (la Iglesia) no está constituida para buscar la gloria de este mundo, sino para predicar la humildad y la abnegación incluso con su ejemplo” (LG 8).
En otro texto, el Concilio Vaticano II presenta de forma más concreta la manera cómo la Iglesia ha de realizar su misión. Recordemos las palabras conciliares. Aquí os las ofrezco para vuestra meditación:
“La Iglesia debe caminar, por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo llevó, es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que salió victorioso por su resurrección. Pues así caminaron en la esperanza todos los apóstoles, que con muchas tribulaciones y sufrimientos suplieron lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia” (AG 5).
* La pobreza: no debemos poner la confianza en el dinero. Es verdad que necesitamos los medios humanos para realizar nuestra misión, pero nunca debemos darles el corazón ni poner nuestra confianza en ellos porque terminan dominando el corazón humano, exigiendo adoración y reclamando una adhesión total (cf. Mc. 10,23-27). Ya decía Jesús: “No podéis servir a Dios y al dinero”.
* La obediencia. La Iglesia es “un misterio de obediencia” (cf. Fil.2,8). Ha de ser obediente a Jesucristo, su Señor. Ha de escuchar, por tanto, su Palabra, guardarla en su corazón, dejarse construir por ella y someterse a ella en todo. De ahí mi invitación y exhortación a leer y meditar la Palabra de Dios todos los días.
* El servicio. La Iglesia, imitando a Jesucristo, su Fundador y Señor, que “no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mc.10,45), ha de ser y mostrarse como la servidora de la humanidad, especialmente de los más pobres y afligidos: “la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente y se esfuerza en aliviar sus necesidades, y pretende servir en ellos a Cristo” (LG 8).
* La inmolación. Siguiendo a Cristo, la Iglesia ha de estar dispuesta a inmolarse y dar su vida por la salvación de la entera humanidad. Ya nos dijo el Señor: “el que quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará” (Mc.8,35).
La Iglesia necesita la ayuda del Señor.
Asumir y emprender este camino y perseverar en él no es cosa fácil ni cómoda. Necesitamos la fuerza y la ayuda del Señor para hacer nuestro este camino del Señor y actuar en conformidad con él. Tengamos confianza ya que el Señor no ha dejado ni ha abandonado a su Iglesia, sino que está con ella hasta el final de los siglos (cf. Mt.28, 20).
El Concilio Vaticano II manifiesta: “Caminando, pues, la Iglesia, a través de peligros y de tribulaciones, de tal forma se ve confortada por la fuerza de la gracia de Dios que el Señor le prometió, que en la debilidad de la carne no pierde su fidelidad absoluta, sino que persevera siendo digna esposa de su Señor y no deja de renovarse a sí misma bajo la acción del Espíritu Santo hasta que por la cruz llegue a la luz sin ocaso” (LG.9).
2.3.- Todos formamos la Iglesia
Como tantas veces he escrito y dicho, hoy también manifestamos que todos somos miembros de esta Iglesia de Jesucristo y, por tanto, hemos de hacer nuestro lo que nos ha dicho el Señor y el Concilio.
El Señor nos ha hecho partícipes de su misión salvadora y nos ha indicado los medios con los que hemos de realizar esta misión.
Revisemos nuestras actitudes y criterios, nuestras acciones y comportamientos, a la luz de los textos de la Sagrada Escritura que hemos proclamado y de los textos del Concilio Vaticano II que hemos insertado en las páginas de esta homilía.
El Señor nos invita a convertirnos de los ídolos de este mundo: poder dinero, fama…y volver a Él que es nuestra fuerza y nuestro auxilio. No nos dejemos seducir por el brillo de las cosas de este mundo…
Hemos de proclamar el Evangelio, imitando a Jesús:
• con la fuerza de la palabra,
• con la verdad de nuestra vida,
• con el testimonio sincero de nuestras obras,
• con los signos de amor y entrega que acrediten nuestra palabra,
• ayudados y sostenidos por la gracia divina.…
3.- De la Palabra a la Eucaristía
La Eucaristía es el sacramento de la muerte y resurrección de Jesucristo. Nuestra palabra tiene que fundamentarse en la Eucaristía y nacer de ella. El Concilio Vaticano II enseña a este respecto: “Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que le traicionaban, instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y a confiar así a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección” (SC 47). Maravilloso texto que nos enseña a fundamentar en la Eucaristía nuestra acción pastoral.
4.- De la Eucaristía a la misión
Fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos adentramos por los caminos de la misión que hemos presentado antes. Cristo en su pasión es pobre, obediente, humilde, entregado por todos… La cruz es la expresión más grande del amor, de la obediencia y del servicio de Cristo a toda la humanidad. ¡Imitemos al Señor!
Terminamos. Unidos en la plegaria ante el Señor
Cáceres, 10 de septiembre de 2012
Florentino Munoz Munoz
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