(Gen 9, 8-15; 1Pedro 3, 18-22; Mc 1, 12-15)
La Cuaresma es un tiempo de preparación para celebrar el misterio principal de la vida de Jesucristo Nuestro Señor: Su Misterio Pascual- Su pasión, muerte y gloriosa resurrección. Este es un tiempo especial para encontrarnos con el Señor, morir al hombre viejo, y vivir el hombre nuevo por el Espíritu Santo. Este es tiempo para intensificar la oración, la lectura de la Palabra de Dios, el espíritu de penitencia en el reconocimiento de nuestros propios pecados y debilidades y en el arrepentimiento y conversión, cambiar nuestro modo de pensar, de sentir y de actuar, para conseguir "transformarnos en Cristo" y muriendo al pecado y todo lo que puede separarnos de Dios y resucitando a la nueva vida de Cristo resucitado.
La Cuaresma es el tiempo especialmente dedicado a los sacramentos del Bautismo, Penitencia y La Eucaristía. Pues si "en el Bautismo renacimos a una nueva vida" en la imagen y semejanza de Dios, el sacramento de la penitencia nos ofrece la oportunidad de recuperarla si la hemos perdido, si no la hemos vivido por este imagen y semejanza de Dios, Por eso la Cuaresma es un tiempo de renovación, y así preparamos a unirnos a Cristo resucitado en el sacramento pascual de la Santa Eucaristía!
La Iglesia es santa como proclamamos en el Credo. pero los miembros no somos santos. Necesitamos purificarnos, hacer penitencia, porque nos reconocemos pecadores. La Cuaresma es tiempo de penitencia y conversión; no significa que tengamos que renunciar a los valores humanos, sino que implica una lucha constante para conseguir un corazón nuevo. Es el tiempo de gracia más propicio, para que, en forma comunitaria, celebremos la misericordia y el perdón de Dios que se nos da tan generosamente. Es el tiempo para reconocer nuestros pecados ante de Dios, y ante nuestros hermanos. Así, la conversión que vamos adquiriendo se manifestará en frutos que se traducen en prácticas de misericordia, ayuno, limosna y oración.
La Cuaresma es un itinerario. El numero cuarenta significa nuestra realidad terrenal, pecadora. Cuarenta días duro el diluvio. Cuarenta años duro la peregrinación del pueblo de Dios por el desierto. Cuarenta días duro la predicación de Jonás a los Ninivitas. Cuarenta días ayunaron Moisés y Elías antes de llegar al monte Sinaí. Jesús ayuno cuarenta días. La Iglesia mantiene este tiempo de Cuaresma llamado tiempo fuerte, para que nos esforcemos en morir al pecado, nos empapemos de silencio, de soledad y de oración y así, poder llegar a la Pascua resucitados, renovados y nuevas personas.
En el desierto Jesús rezo por nosotros, ayuno por nosotros, hizo penitencia por nosotros, paso por las tentaciones del diablo por nosotros, las venció para ganar por nosotros la gracia y poder de vencerlas también, sufrió Su pasión por nosotros y el fin, tomo la responsabilidad por nosotros y por todos nuestros pecados llevándolos a la cruz donde se sacrifico y murió por nuestra redención y salvación. Que más puede hacer Jesús por nosotros y para mostrar Su gran amor?
En espíritu de arrepentimiento humilde y amor generoso comenzamos la Cuaresma: tomando responsabilidad por nosotros mismos y como hemos ofendido al Señor por nuestra falta de fe, esperanza y amor y también, imitando a Jesucristo, en nuestra responsabilidad por los demás en su falta de fe, esperanza y amor que necesitan la conversión y reconciliación. Obramos y procuramos, lo más que podemos, la salvación de los demás por medio de nuestras oraciones, penitencias, ayunos, sacrificios, buenas obras y ejemplo y obras de misericordia.
Entrar en el desierto es entrar, también, en el conocimiento de nosotros mismos, conocernos como Dios nos ha creado en Su imagen y semejanza. Como Dios conoce a Si Mismo: "Yo soy Quien soy," Yo puedo conocerme en las maneras que Dios me ha creado, en conociendo mi mismo, mis dones y talentos, mi poder de comunicarme, poner intenciones y metas y realizarlas, hacer visible el amor como Cristo hizo visible el amor de Su Padre, ser santo y consagrado como Dios es santo, y ser comunidad y comunión como Dios es Comunidad y Comunión de personas y con Él obrar para edificar la verdadera comunidad. Estos son maneras que somos creados en la imagen y semejanza de Dios y que Dios quiere que saquemos a luz por Su honor y gloria como hijos e hijas Suyos.
Nadie entra en este desierto - ni mucho menos sale - sin la ayuda del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo, dice el evangelio de hoy que empujo a Jesucristo al desierto. El mismo Espíritu Santo protegió a Él en el desierto. En el momento de Su bautismo en Rio Jordán, apareció el Espíritu Santo en forma de una paloma para guiar a Cristo en Su obra salvadora y mesiánica. En los momentos actuales en que atravesamos por una crisis - un desierto de sacrificio, sufrimiento y soledad - hay que acordarnos de la promesa de un final victorioso. Por el bautismo hemos sido destinados a un fin bueno y glorioso y hemos recibido el Espíritu Santo y la promesa de poder pasar por cualquier desierto de la vida. Como nos dicen las primeras lecturas, en los tiempos de Noé, el agua del diluvio significaba a la vez una destrucción y un nuevo comienzo. Fue una destrucción de lo malo y una creación nueva de un mundo mejor. Dios no nos aflige por el hecho de afligirnos sino para hacernos capaces y dignos de recibir más bendiciones y favores en nuestra vida.
Sera así para nosotros. Cada crisis se convertirá en un triunfo: de las cenizas saldrá una nueva vida. Esta es la responsabilidad que, como cristianos, aceptamos el día de nuestro bautismo.
La Palabra de Dios que escuchamos en cada Santa Misa, en particular en esta celebración de hoy, debe ser un recuerdo continuo de esta iniciativa amorosa de Dios hacia nosotros pobre pecadores. Que la Santa Misa y la Eucaristía nos recuerdan una vez más el amor inmenso que Jesús nos ha tenido y nos tiene al entregarse totalmente en alianza perfecta y eterna. "Tomad y bebed todos de él: este es el cáliz de Mi sangre, de la nueva alianza que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria Mía" Que la Palabra y la Eucaristía sean alimento de nuestro diario caminar y en especial, durante esa Cuaresma.
Sunday, February 26, 2012
Sunday, February 19, 2012
Septimo Domingo del Tiempo Ordinario, 19 frebrero 2012
(Is 43, 18-19, 21-22, 24b-25; 2Cor 1, 18-22; Mc 2, 1-12)
Con este Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario cerramos la primera parte de los domingos ordinarios para abrirnos a un cambio litúrgico fuerte: el próximo miércoles comenzaremos la Cuaresma, es miércoles de ceniza. Y las lecturas de hoy nos van a ayudar a prepararnos para este cambio, desde lo más profundo de nuestro corazón.
Una vez más en el evangelio, el encuentro con Jesús produce sanación, física y espiritual para el enfermo que estaba postrada en una camilla. Llegan cuatro personas con una fe muy grande. Cargan con un amigo, paralítico. Luchan por todos los medios para llevarlo hasta Jesús. Tienen fe, luchan contra la adversidad, son creativos. Es el rostro simbólico de una comunidad cristiana que hace lo que haga falta para llegar hasta Jesús y encontrarse con Él. Aquel paralítico no sólo es un enfermo, sino que ha sido considerado como pecador por su enfermedad, según la mentalidad judía en este tiempo. Jesús ve la fe de aquellos hombres y la amistad profunda que sienten hacia el paralítico. La fe hará posible el milagro. Rompen el tejado de la casa de Pedro y descuelgan la camilla del paralítico con unas cuerdas, hasta que lo ponen delante de Jesús.
Las primeras palabras de Jesús son para liberarlo de su carga: “hijo, tus pecados quedan perdonados”. Jesús entra hasta lo más profundo de la persona y nos libra de la carga de nuestros pecados. Es la nueva creación de la que nos habla el profeta Isaías, en la primera lectura: “mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis?”. El encuentro con Jesús nos transforma en hombres y mujeres nuevos, libres, capaces de andar al encuentro de los demás para compartir esta Buena Noticia, y también capaces de ir al encuentro de Dios nuestro Padre. Después del encuentro con Jesús, se sale caminando y perdonado. La Cuaresma que vamos a comenzar será un buen momento para encontrarnos con nuestro Señor a través del Sacramento de la Confesión y Reconciliación.
El santo padre Papa Benedicto nos ha dado un mensaje pastoral para la Cuaresma para ayudarnos en nuestros ejercicios cuaresmales de la oración, penitencia y obras de caridad y misericordia! Mirando a Jesucristo e imitando Su gran compasión hacia nosotros y Su caridad y amor personal para cada uno de nosotros, podemos avanzar en nuestro camino de la fe y amor de Dios durante este tiempo no solo como individuos sino también como una verdadera comunidad. Como los cuatro hombres luchando a llevar a su amigo a Cristo para que El lo cure de su enfermedad.
Dice el Papa, que debemos preocuparnos a los unos a los otros en el amor y las buenas obras. Esto quiere decir, ser responsables como Cristo es responsable por nosotros. Muchas veces tomamos una actitud de indiferencia hacia los demás en sus necesidades humanas y espirituales, poniendo nosotros mismos y nuestras necesidades y problemas primero ante todo, olvidando ni reconociendo las necesidades grandes de los demás. Dice el Papa: “Dios quiere que seamos guardianes de nuestros hermanos. El mandamiento del amor manda que reconozcamos que somos responsables a buscar y promover el bienestar integral a los demás deseando y obrando por lo mejor en lo humano, moral y espiritual por los unos a los otros, mostrando lo mejor que podamos la verdadera fraternidad, hermandad y comunión que Dios quiere ver y establecer entre nosotros como su pueblo. Preocuparnos por los demás significa reconocer sus verdaderas necesidades. Como Cristo curo al enfermo en el evangelio de hoy curando su alma y corazón y perdonando sus pecados antes de curar su cuerpo, nosotros también tenemos preocuparnos por la salvación de los demás, su destino eterno y su bien espiritual y como comunidad, llevar los enfermos a los pies de Cristo para que El los cure, para que El los perdone. No debemos cerrar nuestros corazones, dice el Papa Benedicto, a esas necesidades espirituales de los hermanos. Y si preocupación por el bienestar espiritual y eterno significa corrección fraternal, por el amor de Dios y por amor a nuestros hermanos tenemos aconsejarles y amonestarles a seguir al buen camino, no para condenar ni juzgarles, sino aconsejar y amonestarles en vista de su salvación. Porque como cristianos y hermanos, nosotros no podamos caer en silencio al frente de la maldad. Tenemos reconocerla y denunciarla, escoger lo bueno y rechazar lo malo en el cumplir de la voluntad de nuestro Padre como Cristo nos ha dado el ejemplo de ser verdadero hijos e hijas de Dios.
No somos santos ya, todavía somos humanos y pecadores y necesitamos la corrección fraternal – también los sacerdotes y curas necesitan la corrección fraternal por el amor y por el interese personal de sus hermanos en Cristo, no la condenación, ni el juicio, sino que buenos consejos y amonestaciones.
Esta es una obra espiritual de la misericordia: amonestar a los pecadores que tenemos ejercer entre nuestras propias familias, entre los miembros de la comunidad y la parroquia. Y esto es lo que nuestro santo Padre el Papa Benedicto estar compartiendo con nosotros y ensenando a todos los miembros de la Iglesia en esta Cuaresma para formar parte de nuestro programa cuaresmal de este ano.
Pedimos la gracia del Señor y el auxilio de la Virgen María, Madre de la Iglesia y Madre de Misericordia, para realizar este gran designo de paz y reconciliación entre nosotros y todos los miembros de la Familia de Dios.
Con este Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario cerramos la primera parte de los domingos ordinarios para abrirnos a un cambio litúrgico fuerte: el próximo miércoles comenzaremos la Cuaresma, es miércoles de ceniza. Y las lecturas de hoy nos van a ayudar a prepararnos para este cambio, desde lo más profundo de nuestro corazón.
Una vez más en el evangelio, el encuentro con Jesús produce sanación, física y espiritual para el enfermo que estaba postrada en una camilla. Llegan cuatro personas con una fe muy grande. Cargan con un amigo, paralítico. Luchan por todos los medios para llevarlo hasta Jesús. Tienen fe, luchan contra la adversidad, son creativos. Es el rostro simbólico de una comunidad cristiana que hace lo que haga falta para llegar hasta Jesús y encontrarse con Él. Aquel paralítico no sólo es un enfermo, sino que ha sido considerado como pecador por su enfermedad, según la mentalidad judía en este tiempo. Jesús ve la fe de aquellos hombres y la amistad profunda que sienten hacia el paralítico. La fe hará posible el milagro. Rompen el tejado de la casa de Pedro y descuelgan la camilla del paralítico con unas cuerdas, hasta que lo ponen delante de Jesús.
Las primeras palabras de Jesús son para liberarlo de su carga: “hijo, tus pecados quedan perdonados”. Jesús entra hasta lo más profundo de la persona y nos libra de la carga de nuestros pecados. Es la nueva creación de la que nos habla el profeta Isaías, en la primera lectura: “mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis?”. El encuentro con Jesús nos transforma en hombres y mujeres nuevos, libres, capaces de andar al encuentro de los demás para compartir esta Buena Noticia, y también capaces de ir al encuentro de Dios nuestro Padre. Después del encuentro con Jesús, se sale caminando y perdonado. La Cuaresma que vamos a comenzar será un buen momento para encontrarnos con nuestro Señor a través del Sacramento de la Confesión y Reconciliación.
El santo padre Papa Benedicto nos ha dado un mensaje pastoral para la Cuaresma para ayudarnos en nuestros ejercicios cuaresmales de la oración, penitencia y obras de caridad y misericordia! Mirando a Jesucristo e imitando Su gran compasión hacia nosotros y Su caridad y amor personal para cada uno de nosotros, podemos avanzar en nuestro camino de la fe y amor de Dios durante este tiempo no solo como individuos sino también como una verdadera comunidad. Como los cuatro hombres luchando a llevar a su amigo a Cristo para que El lo cure de su enfermedad.
Dice el Papa, que debemos preocuparnos a los unos a los otros en el amor y las buenas obras. Esto quiere decir, ser responsables como Cristo es responsable por nosotros. Muchas veces tomamos una actitud de indiferencia hacia los demás en sus necesidades humanas y espirituales, poniendo nosotros mismos y nuestras necesidades y problemas primero ante todo, olvidando ni reconociendo las necesidades grandes de los demás. Dice el Papa: “Dios quiere que seamos guardianes de nuestros hermanos. El mandamiento del amor manda que reconozcamos que somos responsables a buscar y promover el bienestar integral a los demás deseando y obrando por lo mejor en lo humano, moral y espiritual por los unos a los otros, mostrando lo mejor que podamos la verdadera fraternidad, hermandad y comunión que Dios quiere ver y establecer entre nosotros como su pueblo. Preocuparnos por los demás significa reconocer sus verdaderas necesidades. Como Cristo curo al enfermo en el evangelio de hoy curando su alma y corazón y perdonando sus pecados antes de curar su cuerpo, nosotros también tenemos preocuparnos por la salvación de los demás, su destino eterno y su bien espiritual y como comunidad, llevar los enfermos a los pies de Cristo para que El los cure, para que El los perdone. No debemos cerrar nuestros corazones, dice el Papa Benedicto, a esas necesidades espirituales de los hermanos. Y si preocupación por el bienestar espiritual y eterno significa corrección fraternal, por el amor de Dios y por amor a nuestros hermanos tenemos aconsejarles y amonestarles a seguir al buen camino, no para condenar ni juzgarles, sino aconsejar y amonestarles en vista de su salvación. Porque como cristianos y hermanos, nosotros no podamos caer en silencio al frente de la maldad. Tenemos reconocerla y denunciarla, escoger lo bueno y rechazar lo malo en el cumplir de la voluntad de nuestro Padre como Cristo nos ha dado el ejemplo de ser verdadero hijos e hijas de Dios.
No somos santos ya, todavía somos humanos y pecadores y necesitamos la corrección fraternal – también los sacerdotes y curas necesitan la corrección fraternal por el amor y por el interese personal de sus hermanos en Cristo, no la condenación, ni el juicio, sino que buenos consejos y amonestaciones.
Esta es una obra espiritual de la misericordia: amonestar a los pecadores que tenemos ejercer entre nuestras propias familias, entre los miembros de la comunidad y la parroquia. Y esto es lo que nuestro santo Padre el Papa Benedicto estar compartiendo con nosotros y ensenando a todos los miembros de la Iglesia en esta Cuaresma para formar parte de nuestro programa cuaresmal de este ano.
Pedimos la gracia del Señor y el auxilio de la Virgen María, Madre de la Iglesia y Madre de Misericordia, para realizar este gran designo de paz y reconciliación entre nosotros y todos los miembros de la Familia de Dios.
Sunday, February 12, 2012
Sexto Domingo del Tiempo Ordinario, 12 febrero 2012
(Lev 13, 1-2, 44-46; 1Cor 10,31-11,1; Mc 1, 40-45)
Jesús cura como el domingo pasado, a un enfermo. La Ley mosaico declaraba que la lepra era una impureza religiosa. El leproso era marginado de la vida comunitaria y social por ser considerado impuro y pecador (1ª lect.). Jesús toca al enfermo contra todas las prescripciones de la ley, se interesa por él y lo cura de su enfermedad. Lo rescata le la marginación social y lo integra a la vida comunitaria del pueblo (Ev). El Apóstol, San Pablo, proclama que ha intentado siempre buscar no el propio bien, sino el de los demás, para salvar a todos (2ª lect.).
Quizás muchas veces alguien ha venido a nosotros en busca de ayuda. Y nos hemos sentido muy contentos si hemos tenido la oportunidad de hacer el bien. Otras veces hemos sido nosotros quienes hemos ido en busca de amigos que nos ayuden en nuestros problemas, en nuestras preocupaciones. Y hemos sentido la mano amiga de alguien que nos ha ayudado. En una ocasión, un necesitado, un leproso fue en busca de un hombre importante. Ese hombre era Jesús. El leproso, lleno de fe y confianza y con la seguridad de que Cristo era algo más que un hombre y de que le podía ayudar, le dijo: "Si quieres, puedes limpiarme." Y Cristo que era hombre y Dios verdadero, vio su fe y le limpio. Cristo hizo ese milagro, lleno de compasión, misericordia y amor para el enfermo. Como hemos visto la semana pasada - esta interés personal de Cristo en curando todos los que acudían a Él, y en el Evangelio de hoy, tocando el leproso y curándolo de su enfermedad, impulsado por la misma, compasión, misericordia y amor y viendo su fe.
Dios quiere realizar las mismas obras maravillosas hoy en nuestras vidas, curando los enfermos, perdonando los pecados, echando fuera a los demonios, sanando las heridas y enfermedades físicas, morales, espirituales y sicológicas. Pero necesitamos la fe y confianza en Su gran compasión, misericordia y amor por cada uno de nosotros, no miedo que va a caer algo mas mal, por lo ejemplo, si llamamos el cura para que diera la bendición de los enfermos, que todavía piensan algunos. Pero fe y confianza que nuestro Dios es un Dios sanador, un Dios misericordioso y bondadoso, que nos ama y nos levanta, nos cuida en todas nuestras necesidades.
Por los que creen, la Santa Misa es una Misa de sanación. En cada Misa, Dios nos toca con Su divina Palabra y nos toca en la Santa Comunión por Su divina presencia en la Eucaristía, sanándonos y uniéndonos en Su nueva vida, gozo, alegría y paz.
Y cuantas veces nosotros siguiendo las huellas de nuestro Salvador, si no realizamos milagros físicos de curar enfermedades, podremos tender nuestra mano amiga a quien necesite de nuestra ayuda, de nuestro apoyo moral, de un consejo. En la vida hay muchas circunstancias y ocasiones de convivencia. Y la convivencia es para enriqecernos mutuamente, para dar y recibir, dar todo lo bueno que tenemos como seres humanos, como católicos. Y tratar de aprovecharnos de todo lo bueno que nos brindan los demás y que nos puede ayudar a ser felices a la vez que extendemos la felicidad, el amor y la comprensión en el mundo.
Uno de los directivos del Señor Obispo en su pastoral sobre la misión de los Laicos y la importancia de apreciar y vivir su vocación, es construir una verdadera comunidad cristiana, un lugar de convivencia, no solamente de ritos, ceremonias y procesiones, en nuestras parroquias, sino donde todos participan y utilizan sus dones y talentos para el mejor bien de los demás y de su parroquia y de los unos a los otros, por el honor y gloria del Dios y para extender Su reino.
Porque muchos viven hoy aislados de la comunidad, aislados de la Iglesia. Viven “con mando a distancia” permanentemente. No se mezclan con la comunidad, no bajan a la arena o a la calle para conocer las necesidades reales. Solamente desde lejos “con mando a distancia” dan sus soluciones. En el fondo es que no se quieren contaminar. Jesús no tiene en su mano el “mando de distancia”, lo podía tener, pero el toca la realidad, sobre todo, la realidad herida. Jesús toca leprosos, sordos, difuntos, ciegos y es tocado por otros, porque sale de Él un poder salvífico. Tocar indica la total cercanía. Desde allí es donde se puede hacer la oferta del Reino. El ejemplo de Jesús invita a que también nosotros siguiendo en sus huellas, extendamos nuestra mano con cariño y con amor a los demás en sus necesidades verdaderas, humanas y temporales, espirituales y eternas, demostrando la misma compasión y amor, la misma interés personal, que Dios manifiesta con nosotros Sus hijos y fieles servidores y demostrando también que somos católicos practicantes que saben lo que es comprometerse con Dios y con Jesucristo el Señor.
Recordamos también en este fin de semana la jornada mundial del enfermo – un día especial para recordar las necesidades de los enfermos, rezar por salud y bienestar, mejorar nuestra atención y ministerio hacia ellos, apreciar su gran obra de ofrecer sus sufrimientos unidos a lo de Cristo para la salvación de los demás, la conversión de los pecadores, la reconciliación en las familias y por su propia santificación. Recordamos y celebramos Nuestra Señora de Lourdes y los milagros de curación física y espiritual por la intercesión maternal de la Virgen María que manifiesta la misma compasión, misericordia, amor y atención personal de su Hijo Jesucristo a los enfermos y los más débiles. Nos da un ejemplo vivo y un modelo para seguir en nuestra propia atención a los enfermos y a los más necesitados.
Jesús cura como el domingo pasado, a un enfermo. La Ley mosaico declaraba que la lepra era una impureza religiosa. El leproso era marginado de la vida comunitaria y social por ser considerado impuro y pecador (1ª lect.). Jesús toca al enfermo contra todas las prescripciones de la ley, se interesa por él y lo cura de su enfermedad. Lo rescata le la marginación social y lo integra a la vida comunitaria del pueblo (Ev). El Apóstol, San Pablo, proclama que ha intentado siempre buscar no el propio bien, sino el de los demás, para salvar a todos (2ª lect.).
Quizás muchas veces alguien ha venido a nosotros en busca de ayuda. Y nos hemos sentido muy contentos si hemos tenido la oportunidad de hacer el bien. Otras veces hemos sido nosotros quienes hemos ido en busca de amigos que nos ayuden en nuestros problemas, en nuestras preocupaciones. Y hemos sentido la mano amiga de alguien que nos ha ayudado. En una ocasión, un necesitado, un leproso fue en busca de un hombre importante. Ese hombre era Jesús. El leproso, lleno de fe y confianza y con la seguridad de que Cristo era algo más que un hombre y de que le podía ayudar, le dijo: "Si quieres, puedes limpiarme." Y Cristo que era hombre y Dios verdadero, vio su fe y le limpio. Cristo hizo ese milagro, lleno de compasión, misericordia y amor para el enfermo. Como hemos visto la semana pasada - esta interés personal de Cristo en curando todos los que acudían a Él, y en el Evangelio de hoy, tocando el leproso y curándolo de su enfermedad, impulsado por la misma, compasión, misericordia y amor y viendo su fe.
Dios quiere realizar las mismas obras maravillosas hoy en nuestras vidas, curando los enfermos, perdonando los pecados, echando fuera a los demonios, sanando las heridas y enfermedades físicas, morales, espirituales y sicológicas. Pero necesitamos la fe y confianza en Su gran compasión, misericordia y amor por cada uno de nosotros, no miedo que va a caer algo mas mal, por lo ejemplo, si llamamos el cura para que diera la bendición de los enfermos, que todavía piensan algunos. Pero fe y confianza que nuestro Dios es un Dios sanador, un Dios misericordioso y bondadoso, que nos ama y nos levanta, nos cuida en todas nuestras necesidades.
Por los que creen, la Santa Misa es una Misa de sanación. En cada Misa, Dios nos toca con Su divina Palabra y nos toca en la Santa Comunión por Su divina presencia en la Eucaristía, sanándonos y uniéndonos en Su nueva vida, gozo, alegría y paz.
Y cuantas veces nosotros siguiendo las huellas de nuestro Salvador, si no realizamos milagros físicos de curar enfermedades, podremos tender nuestra mano amiga a quien necesite de nuestra ayuda, de nuestro apoyo moral, de un consejo. En la vida hay muchas circunstancias y ocasiones de convivencia. Y la convivencia es para enriqecernos mutuamente, para dar y recibir, dar todo lo bueno que tenemos como seres humanos, como católicos. Y tratar de aprovecharnos de todo lo bueno que nos brindan los demás y que nos puede ayudar a ser felices a la vez que extendemos la felicidad, el amor y la comprensión en el mundo.
Uno de los directivos del Señor Obispo en su pastoral sobre la misión de los Laicos y la importancia de apreciar y vivir su vocación, es construir una verdadera comunidad cristiana, un lugar de convivencia, no solamente de ritos, ceremonias y procesiones, en nuestras parroquias, sino donde todos participan y utilizan sus dones y talentos para el mejor bien de los demás y de su parroquia y de los unos a los otros, por el honor y gloria del Dios y para extender Su reino.
Porque muchos viven hoy aislados de la comunidad, aislados de la Iglesia. Viven “con mando a distancia” permanentemente. No se mezclan con la comunidad, no bajan a la arena o a la calle para conocer las necesidades reales. Solamente desde lejos “con mando a distancia” dan sus soluciones. En el fondo es que no se quieren contaminar. Jesús no tiene en su mano el “mando de distancia”, lo podía tener, pero el toca la realidad, sobre todo, la realidad herida. Jesús toca leprosos, sordos, difuntos, ciegos y es tocado por otros, porque sale de Él un poder salvífico. Tocar indica la total cercanía. Desde allí es donde se puede hacer la oferta del Reino. El ejemplo de Jesús invita a que también nosotros siguiendo en sus huellas, extendamos nuestra mano con cariño y con amor a los demás en sus necesidades verdaderas, humanas y temporales, espirituales y eternas, demostrando la misma compasión y amor, la misma interés personal, que Dios manifiesta con nosotros Sus hijos y fieles servidores y demostrando también que somos católicos practicantes que saben lo que es comprometerse con Dios y con Jesucristo el Señor.
Recordamos también en este fin de semana la jornada mundial del enfermo – un día especial para recordar las necesidades de los enfermos, rezar por salud y bienestar, mejorar nuestra atención y ministerio hacia ellos, apreciar su gran obra de ofrecer sus sufrimientos unidos a lo de Cristo para la salvación de los demás, la conversión de los pecadores, la reconciliación en las familias y por su propia santificación. Recordamos y celebramos Nuestra Señora de Lourdes y los milagros de curación física y espiritual por la intercesión maternal de la Virgen María que manifiesta la misma compasión, misericordia, amor y atención personal de su Hijo Jesucristo a los enfermos y los más débiles. Nos da un ejemplo vivo y un modelo para seguir en nuestra propia atención a los enfermos y a los más necesitados.
Sunday, February 5, 2012
Quinto Domingo del Tiempo Ordinario, 5 febrero 2012
(Job 7, 1-4, 6, 7; cor. 9, 16-19, 22-23; Mc 1, 29-39)
Encontramos en las lecturas de este domingo el misterio del sufrimiento en la vida de Job y en los muchos enfermos que acudían a Cristo para ser curados de su enfermedad. Como Job no podemos nosotros comprender suficiente el sufrimiento que nos pasa y nos toca en nuestras vidas. Job, a pesar de tanta dificultad no perdió nunca la esperanza en Dios. La angustia y el dolor no rompieron nunca del todo su esperanza y su paciencia; por eso seguimos aun hoy hablando de la paciencia de santo Job.
Por los que creen en Dios y en Su bondad, nosotros como Job, en medio de nuestros sufrimientos, tristezas y desesperanzas, no perdamos nunca la paciencia y la verdadera esperanza en Dios. Porque nuestro Dios es misericordioso y bondadoso. Es un Dios sanador, que como dice el Salmo: "Que sana nuestros corazones destrozados y venda nuestras heridas." A cada uno de nosotros, Dios nos conoce y nos ama, nos sostiene y nos levanta, aunque no nos entendamos en el momento.
En las curaciones de los enfermos en el Evangelio de hoy debemos ver esta interese personal de Cristo en curando los enfermos - Su compasión, Su amor, Su bondad - hacia todos los que acudían a El. Si, El manifestó Su poder divino como verdadero Dios en curándolos todos, pero era Su compasión, bondad, amor misericordioso y interese personal que lo impulsaron a curar.
Debemos nosotros tener el mismo cuidado por los enfermos con la misma caridad de Cristo y asistirlos antes de que nos lo exijan y proveer por las necesidades del enfermo y de la persona débil con compasión y amor. Haciendo todo sin desear que pierdan el premio de sus sufrimientos (Ejercicio Espiritual).
Porque en el misterio del sufrimiento por lo que Cristo nos ha ganado y nos ha realizado por Su pasión, muerte y resurrección, Dios ha hecho del sufrimiento un instrumento que nos da vida, crecimiento en gracia por nosotros y por los demás y nos preparan para nuestra unión con Dios. Hemos visto todo esto en la vida de los santos, Por ejemplo, San Francisco de Asís y San Padre Pío recibieron la señal de las santas llagas en sus cuerpos en señal del sufrimiento que ellos aceptaron por su gran amor a Dios y en imitar a Jesucristo en ofreciendo Su vida por la salvación de los hombres y la conversión y reconciliación de los pecadores. Esos sufrimientos los prepararon también como el fuego que purifica el oro. Por sus sufrimientos Dios les preparo por su unión intima y personal con El en la felicidad eterna.
Cuando los unimos nuestros sufrimientos con Cristo en la Cruz y con Su santísima Madre la Virgen dolorosa al pie de la Cruz, podemos ver, en la luz de nuestra fe como nuestros sufrimientos sirven para le gloria de Dios y el bien de los demás como los de los santos, ganando gracia por nuestro propio crecimiento en la vida de Cristo y en la vida de nuestra fe y amor de Dios, para nosotros y para los demás. Y como Job fue probado y purificado en su fe y amor de Dios, llego por medio de sus sufrimientos a una unión mas intima y personal con Dios, nuestros sufrimientos nos preparan también por una unión intima y personal con la Santísima Trinidad y nos ayudan a ayudar a los demás en sus grandes necesidades.
Nuestro ministerio a los enfermos tiene que profundizarse y ser mas dedicado y atento a las necesidades de los enfermos, visitándoles en sus casas, trayéndoles la Santa Comunión, rezando por su salud y bienestar, aconsejándoles en sus dudas y falta de fe, avisándole al cura que vaya a visitar y darles la bendición y unción de los enfermos y apreciar mas grande y mas mejor que los sufrimientos que Dios les permite a los enfermos a sufrir tiene un gran valor para la misma persona y por la comunidad cristiana en la conversión y reconciliación de los pecadores y en la formación en una verdadera familia unida en el amor de Dios y en el amor a sus hermanos.
Encontramos en las lecturas de este domingo el misterio del sufrimiento en la vida de Job y en los muchos enfermos que acudían a Cristo para ser curados de su enfermedad. Como Job no podemos nosotros comprender suficiente el sufrimiento que nos pasa y nos toca en nuestras vidas. Job, a pesar de tanta dificultad no perdió nunca la esperanza en Dios. La angustia y el dolor no rompieron nunca del todo su esperanza y su paciencia; por eso seguimos aun hoy hablando de la paciencia de santo Job.
Por los que creen en Dios y en Su bondad, nosotros como Job, en medio de nuestros sufrimientos, tristezas y desesperanzas, no perdamos nunca la paciencia y la verdadera esperanza en Dios. Porque nuestro Dios es misericordioso y bondadoso. Es un Dios sanador, que como dice el Salmo: "Que sana nuestros corazones destrozados y venda nuestras heridas." A cada uno de nosotros, Dios nos conoce y nos ama, nos sostiene y nos levanta, aunque no nos entendamos en el momento.
En las curaciones de los enfermos en el Evangelio de hoy debemos ver esta interese personal de Cristo en curando los enfermos - Su compasión, Su amor, Su bondad - hacia todos los que acudían a El. Si, El manifestó Su poder divino como verdadero Dios en curándolos todos, pero era Su compasión, bondad, amor misericordioso y interese personal que lo impulsaron a curar.
Debemos nosotros tener el mismo cuidado por los enfermos con la misma caridad de Cristo y asistirlos antes de que nos lo exijan y proveer por las necesidades del enfermo y de la persona débil con compasión y amor. Haciendo todo sin desear que pierdan el premio de sus sufrimientos (Ejercicio Espiritual).
Porque en el misterio del sufrimiento por lo que Cristo nos ha ganado y nos ha realizado por Su pasión, muerte y resurrección, Dios ha hecho del sufrimiento un instrumento que nos da vida, crecimiento en gracia por nosotros y por los demás y nos preparan para nuestra unión con Dios. Hemos visto todo esto en la vida de los santos, Por ejemplo, San Francisco de Asís y San Padre Pío recibieron la señal de las santas llagas en sus cuerpos en señal del sufrimiento que ellos aceptaron por su gran amor a Dios y en imitar a Jesucristo en ofreciendo Su vida por la salvación de los hombres y la conversión y reconciliación de los pecadores. Esos sufrimientos los prepararon también como el fuego que purifica el oro. Por sus sufrimientos Dios les preparo por su unión intima y personal con El en la felicidad eterna.
Cuando los unimos nuestros sufrimientos con Cristo en la Cruz y con Su santísima Madre la Virgen dolorosa al pie de la Cruz, podemos ver, en la luz de nuestra fe como nuestros sufrimientos sirven para le gloria de Dios y el bien de los demás como los de los santos, ganando gracia por nuestro propio crecimiento en la vida de Cristo y en la vida de nuestra fe y amor de Dios, para nosotros y para los demás. Y como Job fue probado y purificado en su fe y amor de Dios, llego por medio de sus sufrimientos a una unión mas intima y personal con Dios, nuestros sufrimientos nos preparan también por una unión intima y personal con la Santísima Trinidad y nos ayudan a ayudar a los demás en sus grandes necesidades.
Nuestro ministerio a los enfermos tiene que profundizarse y ser mas dedicado y atento a las necesidades de los enfermos, visitándoles en sus casas, trayéndoles la Santa Comunión, rezando por su salud y bienestar, aconsejándoles en sus dudas y falta de fe, avisándole al cura que vaya a visitar y darles la bendición y unción de los enfermos y apreciar mas grande y mas mejor que los sufrimientos que Dios les permite a los enfermos a sufrir tiene un gran valor para la misma persona y por la comunidad cristiana en la conversión y reconciliación de los pecadores y en la formación en una verdadera familia unida en el amor de Dios y en el amor a sus hermanos.
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