Sunday, February 5, 2012

Quinto Domingo del Tiempo Ordinario, 5 febrero 2012

(Job 7, 1-4, 6, 7; cor. 9, 16-19, 22-23; Mc 1, 29-39)


Encontramos en las lecturas de este domingo el misterio del sufrimiento en la vida de Job y en los muchos enfermos que acudían a Cristo para ser curados de su enfermedad. Como Job no podemos nosotros comprender suficiente el sufrimiento que nos pasa y nos toca en nuestras vidas. Job, a pesar de tanta dificultad no perdió nunca la esperanza en Dios. La angustia y el dolor no rompieron nunca del todo su esperanza y su paciencia; por eso seguimos aun hoy hablando de la paciencia de santo Job.

Por los que creen en Dios y en Su bondad, nosotros como Job, en medio de nuestros sufrimientos, tristezas y desesperanzas, no perdamos nunca la paciencia y la verdadera esperanza en Dios. Porque nuestro Dios es misericordioso y bondadoso. Es un Dios sanador, que como dice el Salmo: "Que sana nuestros corazones destrozados y venda nuestras heridas." A cada uno de nosotros, Dios nos conoce y nos ama, nos sostiene y nos levanta, aunque no nos entendamos en el momento.

En las curaciones de los enfermos en el Evangelio de hoy debemos ver esta interese personal de Cristo en curando los enfermos - Su compasión, Su amor, Su bondad - hacia todos los que acudían a El. Si, El manifestó Su poder divino como verdadero Dios en curándolos todos, pero era Su compasión, bondad, amor misericordioso y interese personal que lo impulsaron a curar.

Debemos nosotros tener el mismo cuidado por los enfermos con la misma caridad de Cristo y asistirlos antes de que nos lo exijan y proveer por las necesidades del enfermo y de la persona débil con compasión y amor. Haciendo todo sin desear que pierdan el premio de sus sufrimientos (Ejercicio Espiritual).

Porque en el misterio del sufrimiento por lo que Cristo nos ha ganado y nos ha realizado por Su pasión, muerte y resurrección, Dios ha hecho del sufrimiento un instrumento que nos da vida, crecimiento en gracia por nosotros y por los demás y nos preparan para nuestra unión con Dios. Hemos visto todo esto en la vida de los santos, Por ejemplo, San Francisco de Asís y San Padre Pío recibieron la señal de las santas llagas en sus cuerpos en señal del sufrimiento que ellos aceptaron por su gran amor a Dios y en imitar a Jesucristo en ofreciendo Su vida por la salvación de los hombres y la conversión y reconciliación de los pecadores. Esos sufrimientos los prepararon también como el fuego que purifica el oro. Por sus sufrimientos Dios les preparo por su unión intima y personal con El en la felicidad eterna.

Cuando los unimos nuestros sufrimientos con Cristo en la Cruz y con Su santísima Madre la Virgen dolorosa al pie de la Cruz, podemos ver, en la luz de nuestra fe como nuestros sufrimientos sirven para le gloria de Dios y el bien de los demás como los de los santos, ganando gracia por nuestro propio crecimiento en la vida de Cristo y en la vida de nuestra fe y amor de Dios, para nosotros y para los demás. Y como Job fue probado y purificado en su fe y amor de Dios, llego por medio de sus sufrimientos a una unión mas intima y personal con Dios, nuestros sufrimientos nos preparan también por una unión intima y personal con la Santísima Trinidad y nos ayudan a ayudar a los demás en sus grandes necesidades.

Nuestro ministerio a los enfermos tiene que profundizarse y ser mas dedicado y atento a las necesidades de los enfermos, visitándoles en sus casas, trayéndoles la Santa Comunión, rezando por su salud y bienestar, aconsejándoles en sus dudas y falta de fe, avisándole al cura que vaya a visitar y darles la bendición y unción de los enfermos y apreciar mas grande y mas mejor que los sufrimientos que Dios les permite a los enfermos a sufrir tiene un gran valor para la misma persona y por la comunidad cristiana en la conversión y reconciliación de los pecadores y en la formación en una verdadera familia unida en el amor de Dios y en el amor a sus hermanos.

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