(Gen 9, 8-15; 1Pedro 3, 18-22; Mc 1, 12-15)
La Cuaresma es un tiempo de preparación para celebrar el misterio principal de la vida de Jesucristo Nuestro Señor: Su Misterio Pascual- Su pasión, muerte y gloriosa resurrección. Este es un tiempo especial para encontrarnos con el Señor, morir al hombre viejo, y vivir el hombre nuevo por el Espíritu Santo. Este es tiempo para intensificar la oración, la lectura de la Palabra de Dios, el espíritu de penitencia en el reconocimiento de nuestros propios pecados y debilidades y en el arrepentimiento y conversión, cambiar nuestro modo de pensar, de sentir y de actuar, para conseguir "transformarnos en Cristo" y muriendo al pecado y todo lo que puede separarnos de Dios y resucitando a la nueva vida de Cristo resucitado.
La Cuaresma es el tiempo especialmente dedicado a los sacramentos del Bautismo, Penitencia y La Eucaristía. Pues si "en el Bautismo renacimos a una nueva vida" en la imagen y semejanza de Dios, el sacramento de la penitencia nos ofrece la oportunidad de recuperarla si la hemos perdido, si no la hemos vivido por este imagen y semejanza de Dios, Por eso la Cuaresma es un tiempo de renovación, y así preparamos a unirnos a Cristo resucitado en el sacramento pascual de la Santa Eucaristía!
La Iglesia es santa como proclamamos en el Credo. pero los miembros no somos santos. Necesitamos purificarnos, hacer penitencia, porque nos reconocemos pecadores. La Cuaresma es tiempo de penitencia y conversión; no significa que tengamos que renunciar a los valores humanos, sino que implica una lucha constante para conseguir un corazón nuevo. Es el tiempo de gracia más propicio, para que, en forma comunitaria, celebremos la misericordia y el perdón de Dios que se nos da tan generosamente. Es el tiempo para reconocer nuestros pecados ante de Dios, y ante nuestros hermanos. Así, la conversión que vamos adquiriendo se manifestará en frutos que se traducen en prácticas de misericordia, ayuno, limosna y oración.
La Cuaresma es un itinerario. El numero cuarenta significa nuestra realidad terrenal, pecadora. Cuarenta días duro el diluvio. Cuarenta años duro la peregrinación del pueblo de Dios por el desierto. Cuarenta días duro la predicación de Jonás a los Ninivitas. Cuarenta días ayunaron Moisés y Elías antes de llegar al monte Sinaí. Jesús ayuno cuarenta días. La Iglesia mantiene este tiempo de Cuaresma llamado tiempo fuerte, para que nos esforcemos en morir al pecado, nos empapemos de silencio, de soledad y de oración y así, poder llegar a la Pascua resucitados, renovados y nuevas personas.
En el desierto Jesús rezo por nosotros, ayuno por nosotros, hizo penitencia por nosotros, paso por las tentaciones del diablo por nosotros, las venció para ganar por nosotros la gracia y poder de vencerlas también, sufrió Su pasión por nosotros y el fin, tomo la responsabilidad por nosotros y por todos nuestros pecados llevándolos a la cruz donde se sacrifico y murió por nuestra redención y salvación. Que más puede hacer Jesús por nosotros y para mostrar Su gran amor?
En espíritu de arrepentimiento humilde y amor generoso comenzamos la Cuaresma: tomando responsabilidad por nosotros mismos y como hemos ofendido al Señor por nuestra falta de fe, esperanza y amor y también, imitando a Jesucristo, en nuestra responsabilidad por los demás en su falta de fe, esperanza y amor que necesitan la conversión y reconciliación. Obramos y procuramos, lo más que podemos, la salvación de los demás por medio de nuestras oraciones, penitencias, ayunos, sacrificios, buenas obras y ejemplo y obras de misericordia.
Entrar en el desierto es entrar, también, en el conocimiento de nosotros mismos, conocernos como Dios nos ha creado en Su imagen y semejanza. Como Dios conoce a Si Mismo: "Yo soy Quien soy," Yo puedo conocerme en las maneras que Dios me ha creado, en conociendo mi mismo, mis dones y talentos, mi poder de comunicarme, poner intenciones y metas y realizarlas, hacer visible el amor como Cristo hizo visible el amor de Su Padre, ser santo y consagrado como Dios es santo, y ser comunidad y comunión como Dios es Comunidad y Comunión de personas y con Él obrar para edificar la verdadera comunidad. Estos son maneras que somos creados en la imagen y semejanza de Dios y que Dios quiere que saquemos a luz por Su honor y gloria como hijos e hijas Suyos.
Nadie entra en este desierto - ni mucho menos sale - sin la ayuda del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo, dice el evangelio de hoy que empujo a Jesucristo al desierto. El mismo Espíritu Santo protegió a Él en el desierto. En el momento de Su bautismo en Rio Jordán, apareció el Espíritu Santo en forma de una paloma para guiar a Cristo en Su obra salvadora y mesiánica. En los momentos actuales en que atravesamos por una crisis - un desierto de sacrificio, sufrimiento y soledad - hay que acordarnos de la promesa de un final victorioso. Por el bautismo hemos sido destinados a un fin bueno y glorioso y hemos recibido el Espíritu Santo y la promesa de poder pasar por cualquier desierto de la vida. Como nos dicen las primeras lecturas, en los tiempos de Noé, el agua del diluvio significaba a la vez una destrucción y un nuevo comienzo. Fue una destrucción de lo malo y una creación nueva de un mundo mejor. Dios no nos aflige por el hecho de afligirnos sino para hacernos capaces y dignos de recibir más bendiciones y favores en nuestra vida.
Sera así para nosotros. Cada crisis se convertirá en un triunfo: de las cenizas saldrá una nueva vida. Esta es la responsabilidad que, como cristianos, aceptamos el día de nuestro bautismo.
La Palabra de Dios que escuchamos en cada Santa Misa, en particular en esta celebración de hoy, debe ser un recuerdo continuo de esta iniciativa amorosa de Dios hacia nosotros pobre pecadores. Que la Santa Misa y la Eucaristía nos recuerdan una vez más el amor inmenso que Jesús nos ha tenido y nos tiene al entregarse totalmente en alianza perfecta y eterna. "Tomad y bebed todos de él: este es el cáliz de Mi sangre, de la nueva alianza que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria Mía" Que la Palabra y la Eucaristía sean alimento de nuestro diario caminar y en especial, durante esa Cuaresma.
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