(Lev 13, 1-2, 44-46; 1Cor 10,31-11,1; Mc 1, 40-45)
Jesús cura como el domingo pasado, a un enfermo. La Ley mosaico declaraba que la lepra era una impureza religiosa. El leproso era marginado de la vida comunitaria y social por ser considerado impuro y pecador (1ª lect.). Jesús toca al enfermo contra todas las prescripciones de la ley, se interesa por él y lo cura de su enfermedad. Lo rescata le la marginación social y lo integra a la vida comunitaria del pueblo (Ev). El Apóstol, San Pablo, proclama que ha intentado siempre buscar no el propio bien, sino el de los demás, para salvar a todos (2ª lect.).
Quizás muchas veces alguien ha venido a nosotros en busca de ayuda. Y nos hemos sentido muy contentos si hemos tenido la oportunidad de hacer el bien. Otras veces hemos sido nosotros quienes hemos ido en busca de amigos que nos ayuden en nuestros problemas, en nuestras preocupaciones. Y hemos sentido la mano amiga de alguien que nos ha ayudado. En una ocasión, un necesitado, un leproso fue en busca de un hombre importante. Ese hombre era Jesús. El leproso, lleno de fe y confianza y con la seguridad de que Cristo era algo más que un hombre y de que le podía ayudar, le dijo: "Si quieres, puedes limpiarme." Y Cristo que era hombre y Dios verdadero, vio su fe y le limpio. Cristo hizo ese milagro, lleno de compasión, misericordia y amor para el enfermo. Como hemos visto la semana pasada - esta interés personal de Cristo en curando todos los que acudían a Él, y en el Evangelio de hoy, tocando el leproso y curándolo de su enfermedad, impulsado por la misma, compasión, misericordia y amor y viendo su fe.
Dios quiere realizar las mismas obras maravillosas hoy en nuestras vidas, curando los enfermos, perdonando los pecados, echando fuera a los demonios, sanando las heridas y enfermedades físicas, morales, espirituales y sicológicas. Pero necesitamos la fe y confianza en Su gran compasión, misericordia y amor por cada uno de nosotros, no miedo que va a caer algo mas mal, por lo ejemplo, si llamamos el cura para que diera la bendición de los enfermos, que todavía piensan algunos. Pero fe y confianza que nuestro Dios es un Dios sanador, un Dios misericordioso y bondadoso, que nos ama y nos levanta, nos cuida en todas nuestras necesidades.
Por los que creen, la Santa Misa es una Misa de sanación. En cada Misa, Dios nos toca con Su divina Palabra y nos toca en la Santa Comunión por Su divina presencia en la Eucaristía, sanándonos y uniéndonos en Su nueva vida, gozo, alegría y paz.
Y cuantas veces nosotros siguiendo las huellas de nuestro Salvador, si no realizamos milagros físicos de curar enfermedades, podremos tender nuestra mano amiga a quien necesite de nuestra ayuda, de nuestro apoyo moral, de un consejo. En la vida hay muchas circunstancias y ocasiones de convivencia. Y la convivencia es para enriqecernos mutuamente, para dar y recibir, dar todo lo bueno que tenemos como seres humanos, como católicos. Y tratar de aprovecharnos de todo lo bueno que nos brindan los demás y que nos puede ayudar a ser felices a la vez que extendemos la felicidad, el amor y la comprensión en el mundo.
Uno de los directivos del Señor Obispo en su pastoral sobre la misión de los Laicos y la importancia de apreciar y vivir su vocación, es construir una verdadera comunidad cristiana, un lugar de convivencia, no solamente de ritos, ceremonias y procesiones, en nuestras parroquias, sino donde todos participan y utilizan sus dones y talentos para el mejor bien de los demás y de su parroquia y de los unos a los otros, por el honor y gloria del Dios y para extender Su reino.
Porque muchos viven hoy aislados de la comunidad, aislados de la Iglesia. Viven “con mando a distancia” permanentemente. No se mezclan con la comunidad, no bajan a la arena o a la calle para conocer las necesidades reales. Solamente desde lejos “con mando a distancia” dan sus soluciones. En el fondo es que no se quieren contaminar. Jesús no tiene en su mano el “mando de distancia”, lo podía tener, pero el toca la realidad, sobre todo, la realidad herida. Jesús toca leprosos, sordos, difuntos, ciegos y es tocado por otros, porque sale de Él un poder salvífico. Tocar indica la total cercanía. Desde allí es donde se puede hacer la oferta del Reino. El ejemplo de Jesús invita a que también nosotros siguiendo en sus huellas, extendamos nuestra mano con cariño y con amor a los demás en sus necesidades verdaderas, humanas y temporales, espirituales y eternas, demostrando la misma compasión y amor, la misma interés personal, que Dios manifiesta con nosotros Sus hijos y fieles servidores y demostrando también que somos católicos practicantes que saben lo que es comprometerse con Dios y con Jesucristo el Señor.
Recordamos también en este fin de semana la jornada mundial del enfermo – un día especial para recordar las necesidades de los enfermos, rezar por salud y bienestar, mejorar nuestra atención y ministerio hacia ellos, apreciar su gran obra de ofrecer sus sufrimientos unidos a lo de Cristo para la salvación de los demás, la conversión de los pecadores, la reconciliación en las familias y por su propia santificación. Recordamos y celebramos Nuestra Señora de Lourdes y los milagros de curación física y espiritual por la intercesión maternal de la Virgen María que manifiesta la misma compasión, misericordia, amor y atención personal de su Hijo Jesucristo a los enfermos y los más débiles. Nos da un ejemplo vivo y un modelo para seguir en nuestra propia atención a los enfermos y a los más necesitados.
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