Monday, March 18, 2013
V Domingo de Cuaresma, 17 marzo 2013
HOMILÍA Vº DOMINGO DE CUARESMA - 2013
CICLO “C”
1.- Las Lecturas
* Profeta Isaías 43, 16-21. Mirad que realizo algo nuevo y daré a beber a mi pueblo. Isaías anuncia al pueblo la vuelta a su tierra. Dios libera a su pueblo de la esclavitud. Una buena y hermosa que produce inmenso gozo y alegría en el pueblo de Israel.
* Salmo Responsorial 128. Los israelitas cantan agradecidos: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. También nosotros debemos estar contentos porque el Señor perdona nuestros pecados y nos da su gracia y su misericordia.
* Carta de San Pablo a los Filipenses 3,8-14. San Pablo nos refiere su vida: por Jesucristo lo perdí todo, muriendo su propia muerte. Recuerda su pasado lejos del Señor y se reafirma en el nuevo camino que ha emprendido por la gracia de Dios. Pablo sus ojos fijos en el Señor y ya no los apartará de Él nunca.
* Evangelio según San Juan 8,1-11. Llevan una mujer pecadora a Jesús. Jesús les dice: “el que esté sin pecado que le tire la primera piedra. Se marcharon todos empezando por los más viejos. Jesús se queda solo con la mujer: la perdona y le dice: “vete y ya no peques más”.
2.- Sugerencias para la homilía
2.1.- Dios es compasivo y misericordioso
Hacemos nuestra esta invocación que el salmista dirige a Dios poniendo de relieve que es “compasivo y misericordioso”. Son palabras que apenas si se escuchan en nuestras sociedades, como si hubieran desaparecido de nuestro vocabulario. Son palabras que llenan el corazón humano dándole paz y serenidad, gozo y esperanza. Son palabras que nos invitan y nos mueven a desterrar de cada uno de nosotros el odio y el rencor, la venganza y la violencia. Son palabras que desvelan y revelan el misterio insondable e inefable de Dios. Son palabras que transforman al hombre y al mundo haciéndolos fraternos si de verdad las sembramos en el surco del corazón humano y de la historia.
Demos gracias a Dios que nos acoge en la inmensidad de nuestras faltas y pecados, y nos perdona en su infinita misericordia. Gracias, Señor, por el perdón que nos regalas y por la misericordia que nos concedes. “¡Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi pecado”.
¡Señor!, desde lo más profundo de nuestro corazón te suplicamos que nos des un corazón semejante al tuyo. Siembra en nuestras almas el perdón y la misericordia.
¡Señor!, danos un corazón compasivo, es decir, que escuche el grito y el clamor de los pobres y que alivie el dolor y cure las heridas del alma y del cuerpo. Que nunca pasemos ante el herido dándole la espalda ni mostrándonos indiferentes ante su clamor.
¡Señor!, danos un corazón misericordioso que esté atento a los necesitados, a los enfermos, a los abandonados, a los excluidos…para ayudarles, curarlos, alentarlos, acompañarlos…
2.2.- Redescubramos y recibamos el sacramento de la Penitencia
Jesucristo instituyó el sacramento de la penitencia para que tuviéramos todos a nuestro alcance su perdón y su misericordia.
En nuestro tiempo se frecuenta poco este sacramento; no son muchos los cristianos los que se acercan a confesar sus pecados al sacerdote-confesor en este sacramento de paz y de luz, de vida y de gozo. Es posible que se esté perdiendo la conciencia de pecado y, por tanto, se deja el sacramento del perdón de los pecados. Cada uno verá en su conciencia en qué situación se encuentra, y qué decisión debe tomar para ser consecuente con su fe cristiana.
Es posible que se piense que ya no es necesario este sacramento para recibir el perdón de los pecados. Cada uno verá en su conciencia si está en esta situación, y qué decisión ha de tomar.
¡Señor! Te damos gracias por haber instituido este sacramento y haberlo dado a tu Iglesia para que recibiéramos por él el perdón de nuestros pecados. Este sacramento es un signo visible de tu amor, de tu ternura y de tu misericordia para con nosotros.
¡Señor! Ayúdanos a redescubrir este sacramento; danos la luz del Espíritu santo para que descubramos nuestros pecados; concédenos la fuerza necesaria para confesar con sinceridad y con humildad nuestros pecados al sacerdote-confesor en este sacramento.
Hagamos un alto en el camino y reflexionemos. Adentrémonos en nuestra conciencia en la que podemos escuchar la voz de Dios que nos habla a cada uno. Cuando nos ponemos en la presencia de Dios descubrimos nuestras faltas y pecados, y sentimos la necesidad del perdón de Dios. Por eso le decimos hoy:
“Desde lo hondo a Ti grito, Señor.
Señor, escucha mi voz;
Estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, ¿quién podrá resistir?
Pero de Ti procede el perdón y así infundes respeto” (Sal. 129,
1.2).
2.3.- Por el Señor he dejado todo
San Pablo era fariseo y perseguía a la Iglesia y, por tanto, a Jesús:”Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Pero el Señor, en su infinita misericordia, salió a su encuentro y lo cambio radicalmente.
Pablo se volvió y se convirtió a Jesús, y ya nunca se apartó de él hasta el punto de decir: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál.2,20) y hasta morir decapitado por el Señor y por el Evangelio.
Pablo dejó su pasado para vivir en el Señor, para los mismos sentimientos de Cristo y para morir en el Señor
Todos nosotros somos llamados hoy a dejar para siempre el pecado y vivir en el Señor para siempre. Pensémoslo y respondamos con generosidad y prontitud al Señor. No tardemos más. No lo dejemos para mañana. El Señor nos está esperando.
3.- De la Palabra a la Eucaristía
Jesucristo nos ha redimido del pecado, de la ley y de la muerte por su muerte y resurrección. La Eucaristía es el sacramento de su muerte y de su resurrección. Participemos en ella con fe y agradecimiento.
4.- De la Eucaristía a la misión
Jesucristo ha entregado su vida por nuestra salvación. Él mismo nos envía al mundo -matrimonio, familia, trabajo, ciudad, pueblo…- para que entreguemos también nosotros nuestra vida por los demás, especialmente por los más pobres y los más necesitados.
Terminamos. Unidos en la oración
Cáceres. 11 de marzo de 2013
Florentino Muñoz Muñoz
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