(Ex 20, 1-17; Cor 1, 22-25; Jn 2, 13-25)
Los mandamientos de Dios son para nosotros la guía más básica y fundamental, que Dios nos ha dado para guiar nuestra vida moral y llevarnos a la felicidad en este mundo y a la felicidad eterna en la vida venidera. Cuando cumplimos la Ley del Señor que son los diez mandamientos imitamos primeramente a Jesucristo, que vino no para quitar la Ley y los profetas sino cumplirlos, y segundo, nos encontramos, en nuestra vida, la verdadera paz y felicidad, que Dios nos ha prometido a Sus fieles servidores: "dichoso el hombre que sigue el mandato y ley del Señor" dice el salmo responsorial : "La Ley del Señor es perfecta, es descanso del alma, instruye al ignorante,, son rectos, alegran el corazón, da luz a los ojos, son verdaderos, mas preciosos que el oro, mas dulces que la miel!" .
La Ley del Señor es un don de nuestro Creador para formar e iluminar a nuestras consciencias en saber lo que es bueno y lo que es malo, lo que le agrado a Dios y lo que no le agrada. La Ley nos enseña como amar a Dios sobre todas las cosas y amar a nuestro prójimo. Dios no nos manda a odiar sino amar, amarnos y amar a nuestro prójimo. Porque Dios nos ha creado para que tengamos la vida y la tengamos en abundancia. Cuando cumplimos los mandamientos, nos ponemos en el camino que nos lleva a la vida y felicidad no solamente en este mundo sino que a la vida y felicidad eternas. Porque amamos la vida, escogemos la vida, defendemos la vida y promovemos la vida. Cuando no cumplimos los mandamientos, pecamos, rechazamos la vida y escogemos la muerte, no nos encontramos la verdadera felicidad y nos ponemos en un camino peligroso de perder nuestro destino y felicidad eternos.
Entonces vemos la importancia de ser responsables para nosotros mismos en nuestros pensamientos, palabras y acciones en el cumplir de lo que es bueno y lo que le agrada nuestro Padre Dios y en vivir los mandamientos como fieles servidores y hombres y mujeres sabios y llenos de fe y amor de Dios y ayudar y guiar a los demás en un buen camino hacia la felicidad eterna.
Y todos nosotros ya sabemos los diez mandamientos. Los hemos aprendido cuando hicimos nuestra primera comunión y confesión. Los mandamientos son la guía más sencilla para confesar nuestros pecados. La Cuaresma es nuestro tiempo de gracia para renovarnos y confesar nuestros pecados, pequeños y grandes y limpiar y purificar nuestra casa como Cristo nos ha ensenado en el evangelio de hoy - limpiar y purificar el templo de nuestro cuerpo y alma para que ofrezcamos un culto mas agradable y aceptable a Dios en el espíritu y en verdad. Dice San Pablo: "por el bautismo nosotros somos templos vivos de Dios. No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? El templo de Dios es santo! ...y ese templo sois vosotros ... entonces glorificad a Dios con vuestro cuerpo!"
Si somos miembros del Cuerpo Místico del Señor que es la Iglesia, por el bautismo y somos templos vivos de Dios, debemos comprender que grande debe ser nuestro respeto para nosotros mismos y para la dignidad de cada persona. Y Dios nos manda a amarnos a nosotros mismos y amar a nuestro prójimo como Cristo nos ha amado. Todo eso en la Cuaresma significa por medio de nuestras oraciones, penitencia, sacrificios, ayunos y obras de misericordia, tomamos la iniciativa con el mismo celo y amor de Jesucristo en purificar y limpiar el templo de nuestro cuerpo y alma, en limpiar y purificar este templo de todos los negocios y comercios y cosas de este mundo que quieren cambiar la casa y templo de Dios en un mercado en vez de ser un lugar consagrado al culto y oración, un lugar del encuentro gozoso con la presencia de Dios.
La Cuaresma es nuestro tiempo de gracia para renovarnos y consagrarnos de nuevo a ser templos vivos de Dios en que celebramos dignamente los misterios de la vida de Su Hijo Jesucristo, Su pasión, muerte y resurrección, donde escuchamos la Palabra de Dios y celebramos los sacramentos, especialmente la Penitencia y la Eucaristía, una casa de oración, un lugar de encuentro con Dios, donde Dios nos habla y nos comunica Su amistad, Su luz y Su paz y donde ofrecemos a Dios un culto en espíritu y verdad, un culto de amor y entrega, de gozo y alegría.
Esto es lo que le agrada a Dios en este tiempo de Cuaresma y lo que El busca en nuestras vidas, como Su hijos - este modo de vivir como Iglesia que somos, como verdaderos templos vivos y consagrados en Su honor y por Su gloria y la salvación de los hombres.
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