Friday, August 17, 2012

Viente Domingo del Tiempo Ordinario, 19 agosto 2012

HOMILÍA XX DOMINGO TIEMPO ORDINARIO - 2012 CILO “B” A modo de introducción Hemos reflexionado sobre la multiplicación de los panes y de los peces, y hemos escuchado que Jesús nos llama a “dar de comer a los hambrientos y empobrecidos” (cf. Mc.6,37) Hemos pasado del pan material al pan de la fe: “el que cree en mí tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn.6,40). Nuestro compromiso es fortalecer nuestra fe: formemos nuestra fe, celebremos nuestra fe, vivamos nuestra fe, testimoniemos nuestra fe. Ahora hemos de pasar del pan de la fe al pan eucarístìco. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi y yo en él” (Jn.6,55-56). Participemos de forma consciente y fructuosa en la celebración de la Eucaristía superando la mera costumbre, la inercia, la rutina… Meditemos despacio este capítulo sexto del evangelio de San Juan que estamos proclamando y explicando en la Eucaristía dominical. Nos hará mucho bien. También les sugiero que seria bueno recordáramos las grandes enseñanzas del Magisterio de la Iglesia sobre la Eucaristía: Concilio de Trento, Concilio Vaticano II, Catecismo de la Iglesia Católica, Documentos de los Papas, declaraciones de las Conferencias Episcopales… 1.- Lecturas * Libro de los Proverbios 9, 1-6. La Sabiduría se ha construido su casa, ha puesto la mesa y prepara un banquete para que sus comensales coman pan y beban vino y no pasen hambre. Un anuncio de la Eucaristía * Salmo Responsorial 33. Gustad y vez qué bueno es el Señor. El salmista nos invita no sólo a conocer a Dios sino a saborear el misterio de Dios. * Carta de san Pablo los Efesios 5,15-20. El Apóstol invita a los cristianos a dejarse guiar por el Espíritu Santo y a dar gracias continuamente a Dios Padre en nombre de Jesucristo, Nuestro Señor, por todos los beneficios que nos ha regalado. * Evangelio según san Juan 6,51-58. Jesús nos ofrece su Cuerpo y su Sangre como verdadera comida y verdadera bebida para que los comensales tengamos vida eterna. Acojamos esta llamada e invitación comulgando devotamente con el Cuerpo y la Sangre del Señor. 2.- Sugerencias para la homilía 2.1.- Jesús promete la institución de la Eucaristía Ha llegado el momento de acercarnos a descubrir la profundidad de este discurso de Jesús. Jesús nos promete que nos dará a todos un alimento especial. ¿Qué es este pan que nos promete Jesús? No es el pan material pues éste no sacia el hambre, por lo que tenemos la necesidad de volver continuamente a comer este pan No es el maná, “pan llovido del cielo”, ya que quienes lo comieron en el desierto murieron. Entonces, ¿qué pan nos ofrece y nos regala el Señor? El pan que nos entregará el Señor es su propio Cuerpo y el vino que nos dará el Señor es su propia Sangre: “el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo” (Jn.6,51). Esta donación acontecerá en el Cenáculo de Jerusalén, la noche en que iba ser entregado a la pasión. 2.2.- Los efectos de la Eucaristía Voy a presentar los efectos de la Comunión eucarística fijándome sólo en el texto de este evangelio que proclamamos en este domingo. Hay otros efectos que aparecen descritos en otros lugares del Nuevo testamento, como en San Pablo. * La Vida eterna. “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” (Jn.6,54). La vida eterna es participación misteriosa pero real en la vida de Dios. Ya en esta vida mortal podemos disfrutar del don de la vida eterna. Abramos nuestra alma al Señor que nos llenará de su vida. Somos como el sarmiento; si estamos unidos a la vid, por nosotros circulará para siempre la misma savia de Cristo: “el que me coma vivirá por mí” (Jn.6,57). De este modo podremos decir como san Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál.2, 20). No vayamos a saciar nuestra sed de felicidad a fuentes de aguas corrompidas por el pecado. Vayamos al Señor ya que Él es el manantial de agua que sacia nuestra sed para siempre: “el que beba del agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para la vida eterna” (Jn.4,13-14). * La permanencia de Cristo en él y de él en Cristo. “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él” (Jn.6,56). Otro efecto inmenso de la comunión eucarística es la presencia de Cristo en su corazón y la inserción de él en Cristo. Se llena el alma de la gracia y de la presencia de Cristo. Esta presencia no es transitoria ni momentánea, sino permanente mientras el alma esté limpia de todo pecado mortal. Que podamos decir con san Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” ¿La tribulación? ¿la angustia? ¿la persecución?, ¿el hambre? (…) En todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó” (Rm.8,35.37). ¡Hermanos! No nos apartemos del Señor nunca. No vayamos tras los ídolos de este mundo ya que ni salvan ni liberan, sino que esclavizan y exigen adoración. * La resurrección. “El que come mi carne y bebe mi sangre (…) yo lo resucitaré el último día” (Jn.6,54). Esta promesa tan impresionante llena de consuelo nuestro corazón, da paz a nuestra alma, suscita esperanza en nuestra existencia. ¡Hermanos! No estamos destinados a la destrucción total. En la muerte nos encontraremos con Jesucristo que es nuestra resurrección y vida. La muerte no es el final de nuestro camino. La muerte es una puerta que nos conduce a la eternidad de Dios. Más aún, un día, el Señor nos llamará de nuestros sepulcros y resucitaremos. Pero, atención, hermanos, recordemos otras palabras de Jesucristo que iluminan lo ya escrito: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que cree en mí no morirá jamás” (Jn.11,25-26). Y en otro lugar del evangelio de Juan dice Jesús: “No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida. Y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn.5,28-29). ¡Hermanos! Pidamos al Señor que nos dé su gracia y su ayuda para cumplir su santa voluntad y hacer el bien en nuestra vida. De este modo resucitaremos para la vida eterna, y no para la condenación eterna. Seremos así eternamente felices con la felicidad y el gozo de Dios. * La Eucaristía es el antídoto con el que somos liberados de las culpas cotidianas y somos preservados de los pecados mortales, y formamos la comunidad eclesial y la fortalecemos (Concilio de Trento) 3.- De la Palabra a la Eucaristía La promesa de la Eucaristía se hace realidad en el Cenáculo de Jerusalén. Por la palabra omnipotente de Jesucristo, la sustancia del pan se convierte en la sustancia del Cuerpo de Cristo y la sustancia del vino se convierte en la sustancia de la Sangre de Cristo. Esta conversión es llamada conveniente y propiamente por la Santa Iglesia Católica transustanciación. Permanecen los accidentes del pan y del vino sustentados por la omnipotencia divina. En el sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo juntamente con su alma y divinidad, y por tanto Cristo entero (Concilio de Trento). 4.- De la Palabra a la Misión Seamos apóstoles de la Eucaristía. ¡Muchos ignoran que Cristo está presente en la Eucaristía! Otros hay que, conociendo este misterio eucarístico, ni lo acogen ni lo adoran. Seamos almas eucarísticas ¡Llevemos a otros a la Eucaristía! La Eucaristía es el sacramento de la muerte y de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. La Eucaristía es el pan de los fuertes y el vino que engendra vírgenes. La Eucaristía es el alimento que sacia el hambre del hombre para siempre y el agua que apaga la sed para siempre. La Eucaristía causa y fortalece la comunión eclesial (San Pablo) La Eucaristía nos envía a compartir nuestro pan con los empobrecidos y necesitados de nuestro tiempo (Hechos). La Eucaristía es “el sagrado banquete en el que recibimos a Cristo, la mente se llena de gracia y se nos da la prenda de la futura gloria”. Unidos en la fe y en el amor a la Eucaristía Oremos unos por otros para que nos salvemos. Oremos por tantos niños y niñas que han recibido este año por primera vez a Jesucristo en la Eucaristía. Participemos en la adoración al Stmo. Sacramento que en la Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima de Cáceres y en tantos otros lugares de nuestro mundo se nos ofrece. Terminamos ya. Unidos en la plegaria ante el Señor presente en la Eucaristía Cáceres, 13 de agosto de 2012 Florentino Muñoz Muñoz

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