Friday, August 31, 2012

XXI Domingo del Tiempo Ordinario, 26 agosto 2012

HOMILÍA XXI DOMINGO TIEMPO ORIDNARIO - 2012 CICLO “B” A modo de introducción En los últimos domingos hemos meditado y reflexionado sobre el capítulo sexto del evangelio según san Juan que contiene el discurso de Jesús sobre el pan de la vida. La novedad eucarística de este discurso de Jesús sobre el “pan de la vida” suscita en los discípulos y seguidores de Jesús una crisis. Sus palabras “mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” son difíciles de entender y, por tanto, de aceptar. Ellos deben elegir: seguir a Jesús o abandonarlo. Nosotros también tenemos que optar entre seguir a Jesús o dejarlo. Como los primeros discípulos: quedémonos con el Señor para siempre. Él no nos dejará ni nos defraudará. Nos lleva en su corazón. 1.- Las Lecturas * Libro de Josué 24, 1-2a.15-17. Los israelitas, al instalarse en la tierra prometida, han de tomar una decisión muy importante que orientará su vida en el presente y en el futuro. Han de elegir entre servir a Dios o a los ídolos de los pueblos. La respuesta es clara: “nosotros serviremos al Señor. ¡Es nuestro Dios!”. Nosotros, cristianos del s. XXI, también elegimos a Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo.. * Salmo Responsorial 33. Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el que se acoge a Él. Que estas palabras llenen nuestro corazón y den sentido a nuestra vida. * Carta de San Pablo a los Efesios 5,21-32. El amor conyugal se fundamenta en el amor de Jesucristo a la Iglesia. Los esposos cristianos han de tener siempre ante sus ojos el amor redentor y salvador de Cristo y han de imitarlo en sus relaciones esponsales. * Evangelio según San Juan 6,60-69. Los discípulos de Jesús toman una decisión concreta y generosa ante la crisis suscitada. San Pedro dice a Jesús: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna”. Muchos se marcharon y abandonaron a Jesús, pero ellos se quedaron con Jesús para siempre. Digamos nosotros a Jesús con nuestra alma y nuestro corazón: Señor, te seguiré a donde quiera que vayas. Cuenta con nosotros. Cuenta conmigo. 2.- Sugerencias para la homilía 2.1.- Elegir al Señor y no a los ídolos del mundo En nuestra vida existen momentos en los que hemos de tomar una decisión concreta ya que nos encontramos ante distintas opciones. En estas circunstancias hemos de tener la valentía de elegir siempre al Señor, hemos de estar dispuestos a seguir siempre el Evangelio, hemos de tomar partido por los auténticos valores morales que son anteriores a nuestras discusiones, deliberaciones y decisiones. En ocasiones podemos sentir la seducción que el dinero y el placer ejercen sobre nosotros; en otros momentos podemos experimentar la atracción que el poder y la fama pueden dejar sentir sobre nosotros… Es entonces cuando hemos de decidir escogiendo al Señor: nosotros seguiremos al Señor, nosotros iremos con el Señor y no le daremos la espalda abandonándolo. Es entonces cuando debemos abandonar para siempre los ídolos de este mundo ya que ni salvan ni liberan al hombre, sino que le piden adhesión total, le exigen adoración plena y, al final, dejan a sus seguidores vacíos, sin futuro y con una vida sin sentido. La experiencia confirma lo que acabamos de decir. No nos dejemos embaucar ni engañar por tantos reclamos que hoy nos llegan desde tantos sitios, lugares, medios. El ser humano vale más por lo que es y por lo que está llamado a ser por Dios que por lo que tiene, disfruta, goza… 2.2.- Seguir al Señor Hemos elegido al Señor para quedarnos con Él y para seguirlo por los caminos del Reino de Dios. Nuestra elección del Señor no es teórica ni abstracta, sino personal y real, vital y existencial. Por eso debemos traducirla en el seguimiento de Jesús optando siempre por los valores del Reino de Dios. Los valores más importantes del Reino son: * la filiación divina: somos hijos adoptivos de Dios en Jesús, el Hijo de Dios por naturaleza. * la fraternidad: somos hermanos en Jesús, el Hermano universal. * el servicio: somos servidores en Jesús, el servidor por excelencia que entregó su vida por la salvación de todos-. Hagamos un alto en el camino de nuestra vida y en la senda de nuestra fe. Es bueno y necesario que nos preguntemos con verdad y delante de Dios cómo estamos viviendo nuestra condición de hijos adoptivos de Dios, cómo estamos realizando nuestra condición de hermanos de los demás en estos tiempos de crisis, de sufrimiento, de necesidades…; cómo entendemos nuestra existencia: si como un servicio desinteresado a los demás o desde el egoísmo, la insolidaridad, la violencia… Es hora de hacer esta reflexión ante Dios y ante los demás. Es hora de pasar de hacer grandes declaraciones a tomar y realizar compromisos concretos a favor de la vida, de la paz, de la justicia, del perdón…que ayuden a otros a salir de la miseria, del abandono, del hambre… Es hora para vivir de verdad nuestra condición de cristianos: hijo de Dios, hermano de todos, servidor de los más necesitados… 2.3.- ¡Ayúdanos, Señor! Este camino ni es fácil ni es cómodo. Con frecuencia es complejo, difícil. En un mundo que se olvida de Dios y está volcado de manera especial sobre lo material, hemos de estar dispuestos siempre a ser y permaneced libres con la libertad de los hijos de Dios. ¡Libres! Sí. Libres ante el dinero ¡Libres! Sí. Libres ante el poder ¡Libres! Sí. Libres ante el pecado. Libres para amar, para servir, para dar la vida por los demás Libres para Dios. ¡Señor! Danos el pan de la Eucaristía que es manantial de libertad, de entrega, de amor. ¡Señor! Mantén en nosotros la fe, la esperanza y el amor. ¡Señor! Ayúdanos a perseverar en tu seguimiento sin abandonarte nunca. 3.- De la Palabra a la Eucaristía ¡Señor! Creemos que estás real, verdadera y sustancialmente presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. ¡Señor! Gracias por estar con nosotros hoy, mañana y siempre. ¡Señor! Gracias por ser el alimento que nos da la fuerza para seguirte por los caminos del mundo hasta llegar a la Casa del Padre en el cielo. Participemos con el alma limpia de todo pecado mortal en la Eucaristía comulgando con el Cuerpo y la Sangre de Cristo 4.- De la Palabra a la Eucaristía El que comulga con el Cuerpo entregado de Cristo y con la Sangre derramada de Cristo ha de estar dispuesto siempre a entregar su vida por los demás. Llevemos una vida eucarística dando gloria y alabanza al Padre por Cristo en el Espíritu Santo, entregando nuestra vida por los demás, intercediendo por la humanidad y dando gracias al Padre por el don de su Hijo Jesucristo que es nuestro Redentor y nuestro Salvador... A la luz de lo que estamos meditando, podemos preguntarnos cada uno: ¿Qué me está pidiendo el Señor a mí aquí y ahora? ¿Estoy dispuesto a dárselo? Terminamos. Unidos en la plegaria Cáceres. 20 de agosto de 2012 Florentino Muñoz Muñoz

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