Friday, November 30, 2012
Primer Dominigo del Adviento, 2 diciembre 2012
HOMILÍA 1º DOMINGO DE ADVIENTO – 2012
CICLO “C”
ADVIENTO.
Ha llegado el Tiempo litúrgico de Adviento
Tiempo con el que se abre un Año Litúrgico Nuevo
La Virgen Santísima es el modelo de la fe y de la esperanza para este Tiempo de Adviento: “Ella esperó con inefable amor de Madre a su Hijo Jesús a quien concibió por obra y gracia del Espíritu Santo”.
Tiempo de esperanza porque se acerca ya nuestro Salvador Levantemos nuestro corazón y nuestra mirada al Señor que está a la puerta.
Tiempo de conversión en el que el Señor nos llama una vez más a
arrepentirnos de nuestros pecados y a iniciar una vida más santa. Acerquémonos al sacramento de la Penitencia para confesar nuestros
pecados y recibir el perdón y la misericordia del Señor.
Tiempo de compromiso a favor de la paz, la justicia, la libertad, la
fraternidad…para todos los hombres, especialmente para los que más sufren. No olvidemos que “los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS 1).
En este tiempo litúrgico no nos quedemos en lo superficial ni en lo externo. Todos y cada uno debemos adentrarnos, unidos a la Iglesia, por los caminos del Adviento.
No recibamos la gracia de Dios en saco roto. No demos la espalda al Señor ni nos mostremos indiferentes ante la llamada personal que nos hace de nuevo.
No dejemos que este tiempo discurra y pase sin responder con verdad al Señor que nos llama, nos interpela…El Señor está a la puerta y llama. Abramos al Señor las puertas de nuestro corazón y de nuestra vida para que cure nuestras heridas, robustezca nuestras debilidades, aliente nuestras desesperanzas y desilusiones…
Hemos de ser como las vírgenes prudentes que mantienen encendidas sus lámparas y velan ante la llegada el Señor.
Meditemos los textos litúrgicos y oracionales que la Iglesia nos propone y ofrece durante este Tiempo Litúrgico. Ellos nos ayudarán a vivir el Adviento con autenticidad y verdad.
Despertemos de nuestros sueños y avivemos nuestra esperanza para que cuando llegue el Señor nos encuentre en vela y bien preparados. Esperamos que nos diga: “venid, entrad al banquete del Señor”
1.- Las Lecturas
* Profeta Jeremías 33,14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo, que practicará el derecho y la justicia en la tierra. Promesa de la venida del Mesías.
* Salmo Responsorial 24. Oremos al Señor con el salmista y digámosle: A ti, Señor, levanto mi alma. En ti confío, ¡no sea yo confundido!
* Primera carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3,12 – 4,2. Que el Señor os fortalezca internamente a fin de que viváis agradando a Dios para que, cuando Jesús vuelva con todos sus santos, os acoja para siempre.
* Evangelio según San Lucas 21, 25-28. 34-36. Cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación., vuestra salvación.
2.- Sugerencias para la homilía
El Adviento nos invita a considerar la triple venida del Señor. Por eso es bueno centrar estas reflexiones en estas venidas del Señor. Es verdad que las conocemos. Es cierto que hemos hablado mucho de ellas en cada tiempo de Adviento. Con todo, debemos insistir en ellas porque por ellas pasa la naturaleza y el mensaje del Adviento.
2.1.- El Señor vino
Hace más de dos mil años vino Jesús al mundo. Nació en Belén de Judá. Se cumplieron las promesas mesiánicas. Las palabras proféticas de Isaías se hicieron realidad: “He aquí que una doncella concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, Dios-con-nosotros”. Se ha cumplido la profecía de Jeremías que hemos escuchado hace unos instantes en la primera lectura.
El mundo se inundó de luz y de alegría. Nos ha nacido el Salvador, el Redentor, que es el Hijo de Dios nacido de María Virgen. Demos gracias a Dios.
El anuncio del ángel a la Virgen Santísima y la Encarnación del Verbo constituyen “el acontecimiento de los siglos”.
Demos gracias a Dios que, en su bondad infinita, nos ha enviado a su Hijo para que recibiéramos el perdón de los pecados y la gracia de la filiación divina (cf. Gál.4,4s).
En estos tiempos de relativismo y de pensamiento frágil, es necesario recordar una vez más que “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado (…) Jesucristo, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (GS 22).
2.2.- El Señor viene
El Señor viene todos los días al encuentro de cada uno de nosotros. Esta es nuestra alegría, nuestro consuelo… Siempre está a nuestro lado..No nos ha dejado solos en esta tierra. Se acuerda siempre de nosotros.
* “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn.14,23).
Es el misterio de la Inhabitación de la Stma. Trinidad en el alma del justo.
Es el misterio de la gracia increada. Dios se nos da…
¡Misterio de gracia y de amor!
¡Qué palabras tan hermosas y consoladoras!
Respondamos al Señor con generosidad y amor.
* “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Apoc.3,20)
El Señor toma la iniciativa y se acerca a cada uno de nosotros. Llama a la puerta de nuestro corazón; no se cansa de llamar. Él espera a la puerta a que le abramos, a que le abras…No lo dudes un instante. ¿Le vamos a decir como la poesía: “mañana le abriremos, para lo mismo responder mañana?”.
Es posible que necesitemos acercarnos al sacramento del perdón y de la reconciliación para confesar nuestros pecados y recibir el perdón de Dios. Si el camino hacia Dios comienza en el corazón humano, se consuma en este sacramento. No lo olvidemos.
* “Tomad y comed porque esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros…Tomad y bebed porque este es el cáliz de mi sangre…”(Mc.14,22-24).
El Señor viene a nosotros en el sacramento de la Eucaristía. Cristo está presente real, verdadera y sustancialmente presente bajo los signos sacramentales del pan y del vino. Acojamos esta presencia con fe y devoción, con amor y gratitud.
* “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt.25,40)
El Señor se hace presente de forma misteriosa pero real en los pobres y necesitados, en los encarcelados y excluidos… Acojamos al Señor en ellos, ayudemos al Señor en ellos, acompañemos al Señor en ellos…
2.3.- El Señor vendrá
El Señor vendrá al final de los siglos para juzgar a vivos y muertos, para consumar la historia de la salvación y entregar a su Padre el reino eterno y universal.
Nadie sabe el día ni la hora. Pero vendrá el Señor.
Estemos preparados a la venida del Señor. No vivamos en pecado…Tengamos en nuestros corazones y en nuestras manos las velas encendidas de la fe, de la esperanza y de la caridad…
Esperemos que nos lleve con Él al cielo, al Reino eterno donde ya no habrá ni dolor ni lágrimas, ni enfermedad ni muerte, sino la vida y la felicidad eternas. Viviremos eternamente participando por gracia de la vida de Dios. Seremos eternamente felices por gracia con la felicidad de Dios. Veremos eternamente por gracia a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Estaremos en compañía de la Virgen santísima, de nuestros seres queridos y de todos los santos y santas de Dios..
3.- De la Palabra a la Eucaristía
Pasemos de la mesa de la Palabra a la mesa de la Eucaristía. Lo que hemos proclamado y escuchado con fe se hace realidad sacramental ante nuestros ojos creyentes.
“¡Oh sagrado banquete en el que recibimos a Cristo, se recuerda la memoria su pasión y se nos dan las arras de la herencia eterna!”.
4.- De la Eucaristía a la Misión
Los que participamos en la Eucaristía recibimos del Señor la misión de hacerlo presente en nuestra vida de cada día, en nuestra historia donde tantas personas sufren y padecen…Cuando ayudamos a un necesitado, cuando escuchamos a un sufriente, cuando damos la mano a alguien solo, cuando perdonamos…ahí está Jesucristo….
Terminamos. Unidos en la oración.
Cáceres. 26 de noviembre de 2012
Florentino Muñoz Muñoz
Saturday, November 24, 2012
Solemnidad de Cristo Rey del Universo, 25 noviembre 2012
HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO
REY DEL UNIVERSO – 2012
CICLO “B”
Con la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo hemos llegado al final del Año Litúrgico. Iniciamos así el Año Nuevo Litúrgico. Pedimos al Señor que este Nuevo Año sea portador de gracia y de esperanza para todos, especialmente para los que más sufren en estos tiempos.
En este Año Nuevo, el Señor nos invita una vez más a sembrar en los surcos de la conciencia humana y de la historia las semillas de la paz y del amor, de la justicia y del respeto, del amor y de la compasión, de la verdad y de la libertad.
En este Año Nuevo en el que celebramos el Año de la Fe somos llamados e invitados por el Señor a renovar la fe y a poner en marcha la nueva evangelización de la que tan necesitados están los países de la antigua cristianad, como nosotros, y todos aquellos que no conocen al Señor.
En este Año Nuevo, el Señor nos llama a todos a unirnos con más intensidad y a colaborar desde lo mejor que somos y tenemos para resolver los problemas que ha traído la crisis que afecta, de manera especial, a los más necesitados y a los más pobres…
En este Año Nuevo, el Señor sigue esperando de cada uno de nosotros, de nuestras Diócesis, de nuestras Parroquias y Comunidades cristianas y religiosas que seamos signo vivo, visible y transparente de Él y de su reinado en el mundo, en nuestras tierras.
1.- Las Lecturas
* Profeta Daniel 7,13-14. Daniel nos habla del Hijo del Hombre que llega a ser rey y afirma que su dominio es eterno y no pasa. Este Hijo del Hombre anunciado es el mismo Jesucristo.
* Salmo Responsorial 92: El Señor reina, vestido de majestad. Podemos confiar y esperar en Él. Su reinado es de paz y de justicia, de amor y de salvación.
* Libro del Apocalipsis 1,5-8: El Príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios. Una hermosa y buena noticia: todos los bautizados somos miembros del Pueblo sacerdotal.
* Evangelio según san Juan 18,33-37. Jesús afirma ante Poncio Pilato que es Rey, pero su Reino no es de este mundo. Acojamos a Jesucristo como el rey que quiere reinar en cada uno de nosotros y a través de nosotros, en el mundo. No nos opongamos a su reinado en el mundo, en nosotros….
2.- Sugerencias para la homilía
2.1.- Descubramos de nuevo el reinado de Jesucristo
El Reinado de Jesucristo tiene una peculiar y propia naturaleza que debemos conocer para no equivocarnos.
Recordemos ante todo y en primer lugar que el corazón de este Reino es el Padre de Jesucristo que en su infinita misericordia y amor “nos ha liberado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados” (Col. 1, 13-14).
Ahora podemos entender que este reinado es portador de gracia y de santidad, de misericordia y de perdón, de paz y de justicia, de amor y de verdad, de acogida y de compasión. En efecto: “Dios amó tanto al mundo que nos entregó a su Hijo” (Jn.3,16), en quien tenemos el perdón de nuestros pecados, la gracia que nos santifica….
Estas palabras tan hermosas se están olvidando hoy en el vocabulario de no pocos y en la cultura de nuestro tiempo. ¡Se habla muy poco de ellas! ¡Se están olvidando! ¿Qué nos pasa? Pensémoslo. ¿Preferimos quedarnos con lo efímero de cada día, con palabras vacías…?
Este hermoso día es una ocasión para recuperarlas y para proclamarlas sin miedo pues estamos convencidos del bien que hacen a todos: personas, familias, matrimonios, comunidades, pueblos, naciones…
2.2.- Hagamos presente estos valores del Reino de Dios
en el mundo
No es suficiente recordar estas palabras tan hermosas ni sólo estar convencidos del bien que pueden hacer a las personas, a los pueblos. Es preciso que todos nosotros nos identifiquemos más y más con ellas en el transcurso de nuestra vida, las proclamemos allí donde vivimos y trabajamos, las hagamos realidad a través y por medio de nuestro comportamiento y conducta para que no se queden sólo en un papel o en una declaración de principios que, por otra parte, no es poco, sino que puedan transformar los comportamientos de las personas y la vida de los pueblos…
A los padres, catequistas y educadores les rogamos que no se cansen nunca de educar en estos valores del Reino de Dios porque harán mucho bien a sus hijos, a sus alumnos, a los compañeros, a los demás…y a través de ellos a la propia sociedad y a los que más sufren en estos tiempos de crisis donde tantas personas, familias, pueblos… sufren las consecuencias dolorosas de estas crisis…Creemos que de esta manera anunciaremos el Reino del Señor en lo concreto de nuestras vidas y de nuestra sociedad. Nuestra hermosa canción: “anunciaremos tu reino, Señor”, que tantas veces cantamos, no se quedará en palabras que se las lleva el viento…
A todas las comunidades cristianas les rogamos que celebren la Eucaristía de forma consciente y fructuosa para que, de este modo, sea para ellas una experiencia viva del Reino de Dios ya en este mundo en la espera de la venida gloriosa de Jesucristo y del Reino futuro.
Un recuerdo: es verdad que necesitamos los bienes de esta tierra. Dios los ha creado para servicio de todos los seres humanos, sin excluir a nadie. Pero no debemos darles el corazón ni convertirlos en ídolos…Recordemos las palabras de Jesucristo que nos dijo: “Buscad en primer lugar el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará como añadidura”.
2.3.- En la espera del reino futuro y definitivo en el Cielo
Los cristianos no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro” (Heb.13.,14). Somos miembros de un Pueblo peregrino que camina por estas tierras hacia al Casa del Padre, hacia el cielo. Por eso no debemos instalarnos en estas tierras ni dejarnos seducir por el brillo pasajero de las cosas de este mundo que atraen nuestra atención y pretenden seducirnos…
Transformemos la realidad que nos rodea para que esté siempre al servicio del hombre y de la mujer.
Transformemos los mecanismos sociales, políticos…para que promuevan la justicia, la paz, la solidaridad…
Tengamos presente que los mejores logros obtenidos por la humanidad no son el Reino de Dios ni, por tanto, pueden identificarse con él, sino que son humildes signos del Reino de Dios que es “liberación plena y comunión perfecta”.
Busquemos siempre al Señor y su Reino.
Seremos felices para siempre.
En la espera del Reino definitivo y celestial de Dios, caminemos por este mundo imitando a Jesús que “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él” (Hech. 10,38).
Esperamos que el Señor, en su infinita misericordia y bondad, nos acoja en su Reino eterno cuando nos llame de este mundo a su presencia.
3.- De la Palabra a la Eucaristía
Pasemos de la proclamación de la Palabra y del anuncio del Reino de Dios, a la Eucaristía donde se hace presente ya “en el misterio” el Reino de Dios. Abramos el corazón a este Reino y participemos en el banquete eucarístico “en el que se recibe a Cristo, la mente se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura gloria”.
4.- De la Eucaristía a la Misión
Hemos celebrado la Eucaristía con fe y devoción. El Señor nos envía ahora al mundo. Sembremos en el corazón humano y en el corazón del mundo este Reino para que la humanidad llegue a ser lo que Dios quiere: una gran familia de hijos de Dios en Jesús el Hijo, de hermanos en Jesús el Hermano Universal y de servidores unos de otros en Jesús el Servidor que da su vida por la humanidad entera.
Terminamos. Unidos en la plegaria
Cáceres, 19 de noviembre de 2012
Florentino Muñoz Muñoz
Friday, November 16, 2012
XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, 18 noviembre 2012
HOMILÍA XXXIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO-2012
Día de la Iglesia Diocesana de Coria-Cáceres
La Iglesia contribuye a crear una sociedad mejor
“Ayuda a tu parroquia, ganamos todos”
En el Día de la Iglesia diocesana –próximo día 18- se nos invita a todos a ser conscientes de nuestra pertenencia efectiva y afectiva a la Iglesia y de la tarea importante que debemos realizar en ella desde el don, carisma o ministerio que cada uno haya recibido del Espíritu Santo y siempre en comunión.
En este Día:
El Señor nos llama a participar en la vida de la Iglesia participando en la liturgia, en Caritas, en el Consejo Pastoral, en la Junta Económica, en las Catequesis…En el Año de la fe queremos vivir cuidando una triple dimensión: catequética, celebrativa y caritativa. Estas dimensiones deben llevarnos a una renovación sincera de nuestra vida espiritual y a un verdadero compromiso misionero.
El Señor nos invita a participar en Caritas, o en las Conferencias de san Vicente de Paúl, o en Manos Unidas, o en ACISF... para colaborar en la ayuda a los necesitados, a los pobres, a los desvalidos…en estos tiempos de crisis. Agradecemos a todos los Voluntarios sus trabajos y esfuerzos en beneficio de los pobres, excluidos…
El Señor nos llama a sentirnos más Iglesia y, por tanto, a vivir con mayor fidelidad en conformidad con el Evangelio del Señor Jesús.
Se nos pide que recemos por nuestra Diócesis de Coria-Cáceres, por nuestra Parroquia, por nuestra comunidad cristiana, por nuestro Obispo, por nuestros sacerdotes, religiosos, religiosas, diáconos permanentes, fieles……
Oremos con especial fervor al Señor para que suscite nuevas vocaciones al sacerdocio, a la vida Consagrada, a la vida Contemplativa, a la vida Misionera…
Los fieles laicos han de tomar conciencia de su pertenencia y responsabilidad a la vida y misión de la Iglesia, y han de hacerse presentes en el mundo pues sin los laicos no se puede realizar la nueva evangelización.
Se nos pide nuestra aportación económica para el mantenimiento de los edificios, el sustento de los sacerdotes, el funcionamiento adecuado de las residencias de ancianos…
Renovamos nuestro deseo y propósito de seguir trabajando por los necesitados y por una sociedad mejor…
Fortalezcamos nuestra conciencia de “Iglesia, misterio de comunión en tensión misionera”.
Santa María, Madre de la Iglesia, ayúdanos a mantener y potenciar a la Iglesia de tu hijo Jesucristo viva y santa, fraterna y evangelizadora, pobre y comprometida a favor de los pobres a la Iglesia…
1.- Las Lecturas
* Libro de Daniel 12,1-3: por aquel tiempo se salvará tu pueblo. El profeta anuncia la resurrección y la retribución final. Estemos preparados para cuando llegue ese día.
* Salmo responsorial 15: protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Es el grito confiado del orante que vuelve sus ojos y su corazón a Dios en medio de los peligros, de las necesidades, de la persecución..
* Carta a los Hebreos 10,11-14.18 Con una sola ofrenda Cristo ha perfeccionado para siempre a los que han sido consagrados. Jesucristo nos ha redimido con su muerte en la cruz. El Padre lo resucitó.
* Evangelio según San Marcos 13,24-32. Jesús anuncia su venida gloriosa al final de los tiempos. Estemos vigilantes para que, cuando nos llegue el momento de la muerte, el Señor nos encuentre despiertos, velando en oración y cantando su alabanza.
2.- Sugerencias para la homilía
2.1.- El Señor volverá glorioso al final de los tiempos
En el Año de la fe, que estamos celebrando, hemos de poner de relieve, proclamar y transmitir esta verdad de nuestra fe católica: “Jesucristo vendrá al final de los tiempos a juzgar a los vivos y a los muertos”. No pocos la olvidan o la niegan.
¡Hermanos! El Señor no nos dejará abandonados ni tirados en la cuneta de la historia. Dios no se olvida de los hombres a quienes creó a su imagen y semejanza y a quienes Jesucristo redimió del pecado, de la Ley y de la muerte. Esta es nuestra fe y nuestra firme esperanza: esperamos al Señor que vendrá al final de los tiempos y nos resucitará de nuestros sepulcros y nos llevará con Él. Vendrá glorioso y rodeado de sus ángeles. Además, tengamos presente que el ser humano no desaparece del todo en su muerte: su alma es inmortal.
2.2.- Estemos vigilantes
“Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuando será el momento” (Mc.13,33). “Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!”.
No vivamos despreocupados ni inconscientes ante la vuelta gloriosa del Señor; no vivamos entregados al pecado, a la vanidad…
No nos dejemos dominar por las pasiones ni por los vicios que nos separan de Dios.
Estemos vigilantes con las velas encendidas de la fe, de la esperanza y de la caridad para que cuando llegue el Señor nos encuentre así…
Tengamos el alma en gracia y amistad con Dios.
2.3.- La entrada en el Reino de Dios
Dios quiere que nos salvemos y que seamos eternamente felices con Él en su Reino. Nuestra meta final es estar con el Señor para siempre, por toda la eternidad. Jesús lo expresó de modo maravilloso en esta petición que dirige a su Padre:
“Padre,
quiero que donde yo esté,
Estén también conmigo
Los que Tú me has dado,
Para que contemplen mi gloria,
La que me has dado,
Porque me has amado
Antes de la creación del mundo” (Jn.17,24)
Sintámonos todos incluidos en esa oración que Jesús dirige a su Padre poco antes de adentrarse en los caminos de su pasión y muerte.
Vivamos de tal modo en este mundo que no nos separemos nunca del Señor.
Caminemos por este mundo y comportémonos de tal modo que podamos decir con San Pablo: “vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí” (Gál.2,20). ¿Qué más podemos decir? Sólo decir: “Gracias sean al Padre por Cristo en el Espíritu Santo porque ha hecho maravillas a favor nuestro”.
Un día, si Dios quiere, entraremos en el cielo y seremos eternamente felices…Nada ni nadie podrá arrebatarnos esa felicidad; nada ni nadie nos hará perder esa felicidad que Dios tiene preparada para los que
lo aman y que regala a los bienaventurados, a los que son acogidos en el Cielo.
3.- De la Palabra a la Eucaristía
La Eucaristía que celebramos es el banquete en el que recibimos a Cristo, la mente se llena de la gracia y se nos da una prenda de la futura gloria del cielo. De alguna forma se anticipa en cada Eucaristía la gloria del cielo. Participemos en ella con fe, amor y esperanza.
4.- De la Eucaristía a la Misión
Somos miembros del Pueblo de Dios que camina por estas tierras a la Casa del Padre. No nos dejemos seducir por las cosas de este mundo olvidando el camino que nos lleva al cielo. Y mientras vamos caminando pasemos por este mundo como Jesús: haciendo el bien, curando a los enfermos, ayudando a los necesitados, sembrando la paz y la justicia……
Que la Stma. Virgen María nos acompañe y nos ayude con su protección maternal en este caminar para que no nos separemos nunca de su Hijo Jesús que es “el camino, la verdad y la vida” para todo ser humano; también para ti, para mí, para todos.
Terminamos. Unidos en la plegaria
Cáceres, 12 de noviembre de 2012
Florentino Muñoz Muñoz
Monday, November 5, 2012
XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, 11 noviembre 2012
HOMILÍA XXXII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – 2012
CICLO “B”
1.- Las Lecturas
* I Reyes 17, 10-16. La viuda hizo un panecillo y lo llevó a Elías. Los pobres comparten lo poco que tienen con los que nada tienen ya que no están atados por la avaricia ni la insolidaridad.
* Salmo responsorial: 145. Alaba, alma mía, al Señor porque ha hecho maravillas con los hombres atendiendo a los pobres y necesitados. Imitemos al Señor ayudando a los necesitados.
* Carta a los Hebreos 9, 24-28. Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. Como Cristo, entreguemos nuestra vida por los demás para ayudarles en la búsqueda de Dios y del prójimo.
* Evangelio según san Marcos 12, 38-44 Esa pobre viuda ha echado más. Aprendamos todos nosotros de esta mujer que ha dado lo poco que tenía para ayudar a los más necesitados.
2.- Sugerencias para la Homilía
2.1.- Escuchemos el clamor de los pobres
En este tiempo de crisis que hace sufrir a tantos seres humanos a causa del hambre, de la falta de trabajo, de vivienda…cualquier ser humano, cualquier cristiano, ha de abrir bien los ojos para ver a tantos seres humanos sufrientes, y ha de abrir bien sus oídos para escuchar el grito de dolor de tantas personas que, a nuestro lado o lejos de nosotros, sufren.
Son los sufrientes que están en la cuneta de la vida …
Son los empobrecidos que nada tienen
Son los despojados de su dignidad
Son los abandonados y solos con su sufrimiento y su dolor
Son los excluidos y marginados
2.2.- Responder a ese sufrimiento y dolor
Ante tantos hermanos y hermanas sufrientes ¿qué debemos hacer? ¿cómo debemos comportarnos?
Ante tantos seres humanos que sufren y padecen, nuestro corazón se siente tocado e interpelado profundamente. Dios mismo nos empuja a erradicar la miseria ya que Él nos pregunta a todos y a cada uno:
“¿Dónde está tu hermano?”, ¿Qué estás haciendo con tu hermano?.. No es suficiente contemplar la realidad compleja, difícil y dolorosa en que se encuentran tantas personas. No basta con tomar conciencia de los problemas actuales. Es imprescindible un profundo sentimiento de caridad y de solidaridad con los sufrientes y unas respuestas adecuadas a estos problemas que generan tanto sufrimiento.
Sin ánimo de ofrecer una lista completa de respuestas y propuestas al problema del hambre, de la miseria, de la injusticia.., os ofrezco unas sencillas reflexiones sobre nuestra actitud y comportamiento ante los necesitados siguiendo la Doctrina Social de la Iglesia:
* Promover el conocimiento de las formas más urgentes de pobreza y marginación existentes hoy en día porque no podemos pasar por la vida ignorando el rostro de los pobres y necesitados por humanidad y por fe cristiana..
* Descubrir los procesos y las causas que originan estas pobrezas y hacer su discernimiento a la luz del Evangelio de Jesucristo, sin odios, sin venganzas…
* Denunciar las condiciones sociales injustas que causan y producen la exclusión social y la pérdida de su dignidad a tantos seres humanos.
* “Estar con” los pobres y “estar para” los pobres, necesitados, desvalidos… acompañando su camino de liberación y trabajando por su causa, siendo su voz mientras no la tengan ellos y ellas.
* Anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios como experiencia de filiación divina y de fraternidad universal. La espiritualidad cristiana ha de hacer crecer en nosotros las entrañas de misericordia, convirtiéndonos en personas de compasión, de sufrimiento compartido, de la pasión o sufrimiento participado y de la causa asumida de los pobres. Esta espiritualidad se alimenta del “misterio pascual” de Jesucristo a fin de llegar a experimentar que “quien guarda la vida la va a perder, pero quien la pierde por el Señor y por el Evangelio la gana en plenitud”.
* Construir una cultura de la sobriedad porque se puede vivir con menos, de otro modo, todos y bien.
* Construir una cultura de la solidaridad y de la justicia donde se comparta con los necesitados.
* Fomentar las condiciones económicas y sociales que hagan posible que los pobres puedan salir de su pobreza y exclusión social.
* Potenciar el compromiso social de los cristianos en orden a la creación de estructuras de solidaridad y justicia desde la opción preferencial por los pobres.
* Colaborar con los organismos públicos y otras instituciones que atienden a los pobres y ayudan a su promoción integral.
* Potenciar Caritas diocesana y parroquial como organismo de la Iglesia para la atención y promoción de los más pobres y necesitados. “Toda acción de Caritas es una acción de la comunidad, que manifiesta visiblemente el amor preferencial de Dios por los pobres, y requiere una espiritualidad peculiar y específica”. “Es necesario que los miembros de Caritas sean “expertos en sacar vida de la muerte, paz del enfrentamiento, esperanza de la desesperación, entrega de la comodidad…, por estar personalmente avezados al estilo de Dios quien, por el Espíritu de vida, resucitó a Jesús de entre los muertos, haciendo real lo que parecía imposible” (P. Jaramillo).
* Colaborar económicamente con Caritas y otras Instituciones que ayudan a los necesitados.
* Atender a los necesitados con nuestra ayuda.
* Promover la ayuda caritativa y social con los países pobres del Mundo.
* Promover la formación caritativo-social de los agentes de pastoral de nuestra diócesis y parroquias. La Iglesia anima a todos sus miembros a comprometerse al servicio de:
- la renovación moral de las personas y de la vida social,
- el respeto sagrado a toda vida humana en cualquier circunstancia en que se encuentre,
- la defensa de los derechos de los pobres y
- la atención eficaz a sus necesidades.
* Tener presente que no hay verdadero desarrollo sin Dios ya que Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre en cuanto que, habiendo creado al hombre a su imagen, funda también su dignidad trascendente y alimenta su anhelo constitutivo de “ser más” (Caritas in veritate, n.29). Este desarrollo debe alcanzar a todo el hombre y a todos los hombres” (Populorum Progressio, 14). Por otra parte, “el desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y hombres políticos que vivan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común” (Caritas in veritate”, 71).
* Evitar el pecado, raíz de las alienaciones y miserias humanas. Ni la codicia ni la avaricia son caminos que favorezcan la justicia y la atención a los pobres y necesitados. Ni la indiferencia ni la mentira son sendas que lleven a liberar integralmente a los excluidos. Las crisis no sólo tiene raíces económicas, sino también y, sobre todo, raíces morales y éticas: injusticia, insolidaridad, avaricia, egoísmo…
“Ante tantos problemas que tiene hoy la humanidad, no nos sintamos desanimados ni desesperados, antes bien confiemos en el Señor que nos ha dicho y nos dice hoy: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final del mundo” (Mt.28,20). Ante el ingente trabajo que queda por hacer, la fe
en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se unen en su nombre y atrabajan por la justicia” (Caritas in veritate, 78).
Nunca olvidemos el mandamiento nuevo que nos dio el Señor: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois mis discípulos será que os améis unos a otros” (Jn.13,34-35).
A la luz del mandato del Señor, construyamos en el mundo, en nuestra sociedad, en las familias…la civilización del amor que comienza por el respeto sagrado a toda vida humana y a todo ser humano.
Con la ayuda de la gracia divina, vayamos haciendo realidad ese gran “sueño”: extender una mesa muy grande de norte a sur, de este a oeste, en torno a la cual podamos sentarnos todos los hombres y mujeres del mundo, sin excluir a nadie, pues Dios ha creado todos los bienes de la tierra para todos sin excluir a nadie.
Con la ayuda del Señor, vayamos haciendo realidad el designio de Dios para la entera humanidad: “hacer de la humanidad una gran familia de hijos adoptivos de Dios en Jesucristo el Hijo de Dios, de hermanos en Jesucristo el Hermano universal y de servidores en Jesucristo, el Servidor por excelencia”.
3.- Participemos en la Eucaristía
En este sacramento descubrimos por la fe la presencia real, verdadera y sustancial de Cristo que entrega su Cuerpo por nosotros y que derrama su Sangre por la remisión de los pecados. Aprendamos nosotros a entregar nuestra persona y nuestra vida por todos.
Terminamos. Unidos en la plegaria
Cáceres, 5 de noviembre de 2012
Florentino Muñoz Muñoz
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