Saturday, November 24, 2012
Solemnidad de Cristo Rey del Universo, 25 noviembre 2012
HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO
REY DEL UNIVERSO – 2012
CICLO “B”
Con la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo hemos llegado al final del Año Litúrgico. Iniciamos así el Año Nuevo Litúrgico. Pedimos al Señor que este Nuevo Año sea portador de gracia y de esperanza para todos, especialmente para los que más sufren en estos tiempos.
En este Año Nuevo, el Señor nos invita una vez más a sembrar en los surcos de la conciencia humana y de la historia las semillas de la paz y del amor, de la justicia y del respeto, del amor y de la compasión, de la verdad y de la libertad.
En este Año Nuevo en el que celebramos el Año de la Fe somos llamados e invitados por el Señor a renovar la fe y a poner en marcha la nueva evangelización de la que tan necesitados están los países de la antigua cristianad, como nosotros, y todos aquellos que no conocen al Señor.
En este Año Nuevo, el Señor nos llama a todos a unirnos con más intensidad y a colaborar desde lo mejor que somos y tenemos para resolver los problemas que ha traído la crisis que afecta, de manera especial, a los más necesitados y a los más pobres…
En este Año Nuevo, el Señor sigue esperando de cada uno de nosotros, de nuestras Diócesis, de nuestras Parroquias y Comunidades cristianas y religiosas que seamos signo vivo, visible y transparente de Él y de su reinado en el mundo, en nuestras tierras.
1.- Las Lecturas
* Profeta Daniel 7,13-14. Daniel nos habla del Hijo del Hombre que llega a ser rey y afirma que su dominio es eterno y no pasa. Este Hijo del Hombre anunciado es el mismo Jesucristo.
* Salmo Responsorial 92: El Señor reina, vestido de majestad. Podemos confiar y esperar en Él. Su reinado es de paz y de justicia, de amor y de salvación.
* Libro del Apocalipsis 1,5-8: El Príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios. Una hermosa y buena noticia: todos los bautizados somos miembros del Pueblo sacerdotal.
* Evangelio según san Juan 18,33-37. Jesús afirma ante Poncio Pilato que es Rey, pero su Reino no es de este mundo. Acojamos a Jesucristo como el rey que quiere reinar en cada uno de nosotros y a través de nosotros, en el mundo. No nos opongamos a su reinado en el mundo, en nosotros….
2.- Sugerencias para la homilía
2.1.- Descubramos de nuevo el reinado de Jesucristo
El Reinado de Jesucristo tiene una peculiar y propia naturaleza que debemos conocer para no equivocarnos.
Recordemos ante todo y en primer lugar que el corazón de este Reino es el Padre de Jesucristo que en su infinita misericordia y amor “nos ha liberado del poder de las tinieblas y nos ha trasladado al Reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados” (Col. 1, 13-14).
Ahora podemos entender que este reinado es portador de gracia y de santidad, de misericordia y de perdón, de paz y de justicia, de amor y de verdad, de acogida y de compasión. En efecto: “Dios amó tanto al mundo que nos entregó a su Hijo” (Jn.3,16), en quien tenemos el perdón de nuestros pecados, la gracia que nos santifica….
Estas palabras tan hermosas se están olvidando hoy en el vocabulario de no pocos y en la cultura de nuestro tiempo. ¡Se habla muy poco de ellas! ¡Se están olvidando! ¿Qué nos pasa? Pensémoslo. ¿Preferimos quedarnos con lo efímero de cada día, con palabras vacías…?
Este hermoso día es una ocasión para recuperarlas y para proclamarlas sin miedo pues estamos convencidos del bien que hacen a todos: personas, familias, matrimonios, comunidades, pueblos, naciones…
2.2.- Hagamos presente estos valores del Reino de Dios
en el mundo
No es suficiente recordar estas palabras tan hermosas ni sólo estar convencidos del bien que pueden hacer a las personas, a los pueblos. Es preciso que todos nosotros nos identifiquemos más y más con ellas en el transcurso de nuestra vida, las proclamemos allí donde vivimos y trabajamos, las hagamos realidad a través y por medio de nuestro comportamiento y conducta para que no se queden sólo en un papel o en una declaración de principios que, por otra parte, no es poco, sino que puedan transformar los comportamientos de las personas y la vida de los pueblos…
A los padres, catequistas y educadores les rogamos que no se cansen nunca de educar en estos valores del Reino de Dios porque harán mucho bien a sus hijos, a sus alumnos, a los compañeros, a los demás…y a través de ellos a la propia sociedad y a los que más sufren en estos tiempos de crisis donde tantas personas, familias, pueblos… sufren las consecuencias dolorosas de estas crisis…Creemos que de esta manera anunciaremos el Reino del Señor en lo concreto de nuestras vidas y de nuestra sociedad. Nuestra hermosa canción: “anunciaremos tu reino, Señor”, que tantas veces cantamos, no se quedará en palabras que se las lleva el viento…
A todas las comunidades cristianas les rogamos que celebren la Eucaristía de forma consciente y fructuosa para que, de este modo, sea para ellas una experiencia viva del Reino de Dios ya en este mundo en la espera de la venida gloriosa de Jesucristo y del Reino futuro.
Un recuerdo: es verdad que necesitamos los bienes de esta tierra. Dios los ha creado para servicio de todos los seres humanos, sin excluir a nadie. Pero no debemos darles el corazón ni convertirlos en ídolos…Recordemos las palabras de Jesucristo que nos dijo: “Buscad en primer lugar el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará como añadidura”.
2.3.- En la espera del reino futuro y definitivo en el Cielo
Los cristianos no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro” (Heb.13.,14). Somos miembros de un Pueblo peregrino que camina por estas tierras hacia al Casa del Padre, hacia el cielo. Por eso no debemos instalarnos en estas tierras ni dejarnos seducir por el brillo pasajero de las cosas de este mundo que atraen nuestra atención y pretenden seducirnos…
Transformemos la realidad que nos rodea para que esté siempre al servicio del hombre y de la mujer.
Transformemos los mecanismos sociales, políticos…para que promuevan la justicia, la paz, la solidaridad…
Tengamos presente que los mejores logros obtenidos por la humanidad no son el Reino de Dios ni, por tanto, pueden identificarse con él, sino que son humildes signos del Reino de Dios que es “liberación plena y comunión perfecta”.
Busquemos siempre al Señor y su Reino.
Seremos felices para siempre.
En la espera del Reino definitivo y celestial de Dios, caminemos por este mundo imitando a Jesús que “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él” (Hech. 10,38).
Esperamos que el Señor, en su infinita misericordia y bondad, nos acoja en su Reino eterno cuando nos llame de este mundo a su presencia.
3.- De la Palabra a la Eucaristía
Pasemos de la proclamación de la Palabra y del anuncio del Reino de Dios, a la Eucaristía donde se hace presente ya “en el misterio” el Reino de Dios. Abramos el corazón a este Reino y participemos en el banquete eucarístico “en el que se recibe a Cristo, la mente se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura gloria”.
4.- De la Eucaristía a la Misión
Hemos celebrado la Eucaristía con fe y devoción. El Señor nos envía ahora al mundo. Sembremos en el corazón humano y en el corazón del mundo este Reino para que la humanidad llegue a ser lo que Dios quiere: una gran familia de hijos de Dios en Jesús el Hijo, de hermanos en Jesús el Hermano Universal y de servidores unos de otros en Jesús el Servidor que da su vida por la humanidad entera.
Terminamos. Unidos en la plegaria
Cáceres, 19 de noviembre de 2012
Florentino Muñoz Muñoz
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