Monday, November 5, 2012

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, 11 noviembre 2012

HOMILÍA XXXII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – 2012 CICLO “B” 1.- Las Lecturas * I Reyes 17, 10-16. La viuda hizo un panecillo y lo llevó a Elías. Los pobres comparten lo poco que tienen con los que nada tienen ya que no están atados por la avaricia ni la insolidaridad. * Salmo responsorial: 145. Alaba, alma mía, al Señor porque ha hecho maravillas con los hombres atendiendo a los pobres y necesitados. Imitemos al Señor ayudando a los necesitados. * Carta a los Hebreos 9, 24-28. Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. Como Cristo, entreguemos nuestra vida por los demás para ayudarles en la búsqueda de Dios y del prójimo. * Evangelio según san Marcos 12, 38-44 Esa pobre viuda ha echado más. Aprendamos todos nosotros de esta mujer que ha dado lo poco que tenía para ayudar a los más necesitados. 2.- Sugerencias para la Homilía 2.1.- Escuchemos el clamor de los pobres En este tiempo de crisis que hace sufrir a tantos seres humanos a causa del hambre, de la falta de trabajo, de vivienda…cualquier ser humano, cualquier cristiano, ha de abrir bien los ojos para ver a tantos seres humanos sufrientes, y ha de abrir bien sus oídos para escuchar el grito de dolor de tantas personas que, a nuestro lado o lejos de nosotros, sufren. Son los sufrientes que están en la cuneta de la vida … Son los empobrecidos que nada tienen Son los despojados de su dignidad Son los abandonados y solos con su sufrimiento y su dolor Son los excluidos y marginados 2.2.- Responder a ese sufrimiento y dolor Ante tantos hermanos y hermanas sufrientes ¿qué debemos hacer? ¿cómo debemos comportarnos? Ante tantos seres humanos que sufren y padecen, nuestro corazón se siente tocado e interpelado profundamente. Dios mismo nos empuja a erradicar la miseria ya que Él nos pregunta a todos y a cada uno: “¿Dónde está tu hermano?”, ¿Qué estás haciendo con tu hermano?.. No es suficiente contemplar la realidad compleja, difícil y dolorosa en que se encuentran tantas personas. No basta con tomar conciencia de los problemas actuales. Es imprescindible un profundo sentimiento de caridad y de solidaridad con los sufrientes y unas respuestas adecuadas a estos problemas que generan tanto sufrimiento. Sin ánimo de ofrecer una lista completa de respuestas y propuestas al problema del hambre, de la miseria, de la injusticia.., os ofrezco unas sencillas reflexiones sobre nuestra actitud y comportamiento ante los necesitados siguiendo la Doctrina Social de la Iglesia: * Promover el conocimiento de las formas más urgentes de pobreza y marginación existentes hoy en día porque no podemos pasar por la vida ignorando el rostro de los pobres y necesitados por humanidad y por fe cristiana.. * Descubrir los procesos y las causas que originan estas pobrezas y hacer su discernimiento a la luz del Evangelio de Jesucristo, sin odios, sin venganzas… * Denunciar las condiciones sociales injustas que causan y producen la exclusión social y la pérdida de su dignidad a tantos seres humanos. * “Estar con” los pobres y “estar para” los pobres, necesitados, desvalidos… acompañando su camino de liberación y trabajando por su causa, siendo su voz mientras no la tengan ellos y ellas. * Anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios como experiencia de filiación divina y de fraternidad universal. La espiritualidad cristiana ha de hacer crecer en nosotros las entrañas de misericordia, convirtiéndonos en personas de compasión, de sufrimiento compartido, de la pasión o sufrimiento participado y de la causa asumida de los pobres. Esta espiritualidad se alimenta del “misterio pascual” de Jesucristo a fin de llegar a experimentar que “quien guarda la vida la va a perder, pero quien la pierde por el Señor y por el Evangelio la gana en plenitud”. * Construir una cultura de la sobriedad porque se puede vivir con menos, de otro modo, todos y bien. * Construir una cultura de la solidaridad y de la justicia donde se comparta con los necesitados. * Fomentar las condiciones económicas y sociales que hagan posible que los pobres puedan salir de su pobreza y exclusión social. * Potenciar el compromiso social de los cristianos en orden a la creación de estructuras de solidaridad y justicia desde la opción preferencial por los pobres. * Colaborar con los organismos públicos y otras instituciones que atienden a los pobres y ayudan a su promoción integral. * Potenciar Caritas diocesana y parroquial como organismo de la Iglesia para la atención y promoción de los más pobres y necesitados. “Toda acción de Caritas es una acción de la comunidad, que manifiesta visiblemente el amor preferencial de Dios por los pobres, y requiere una espiritualidad peculiar y específica”. “Es necesario que los miembros de Caritas sean “expertos en sacar vida de la muerte, paz del enfrentamiento, esperanza de la desesperación, entrega de la comodidad…, por estar personalmente avezados al estilo de Dios quien, por el Espíritu de vida, resucitó a Jesús de entre los muertos, haciendo real lo que parecía imposible” (P. Jaramillo). * Colaborar económicamente con Caritas y otras Instituciones que ayudan a los necesitados. * Atender a los necesitados con nuestra ayuda. * Promover la ayuda caritativa y social con los países pobres del Mundo. * Promover la formación caritativo-social de los agentes de pastoral de nuestra diócesis y parroquias. La Iglesia anima a todos sus miembros a comprometerse al servicio de: - la renovación moral de las personas y de la vida social, - el respeto sagrado a toda vida humana en cualquier circunstancia en que se encuentre, - la defensa de los derechos de los pobres y - la atención eficaz a sus necesidades. * Tener presente que no hay verdadero desarrollo sin Dios ya que Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre en cuanto que, habiendo creado al hombre a su imagen, funda también su dignidad trascendente y alimenta su anhelo constitutivo de “ser más” (Caritas in veritate, n.29). Este desarrollo debe alcanzar a todo el hombre y a todos los hombres” (Populorum Progressio, 14). Por otra parte, “el desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y hombres políticos que vivan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común” (Caritas in veritate”, 71). * Evitar el pecado, raíz de las alienaciones y miserias humanas. Ni la codicia ni la avaricia son caminos que favorezcan la justicia y la atención a los pobres y necesitados. Ni la indiferencia ni la mentira son sendas que lleven a liberar integralmente a los excluidos. Las crisis no sólo tiene raíces económicas, sino también y, sobre todo, raíces morales y éticas: injusticia, insolidaridad, avaricia, egoísmo… “Ante tantos problemas que tiene hoy la humanidad, no nos sintamos desanimados ni desesperados, antes bien confiemos en el Señor que nos ha dicho y nos dice hoy: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final del mundo” (Mt.28,20). Ante el ingente trabajo que queda por hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se unen en su nombre y atrabajan por la justicia” (Caritas in veritate, 78). Nunca olvidemos el mandamiento nuevo que nos dio el Señor: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois mis discípulos será que os améis unos a otros” (Jn.13,34-35). A la luz del mandato del Señor, construyamos en el mundo, en nuestra sociedad, en las familias…la civilización del amor que comienza por el respeto sagrado a toda vida humana y a todo ser humano. Con la ayuda de la gracia divina, vayamos haciendo realidad ese gran “sueño”: extender una mesa muy grande de norte a sur, de este a oeste, en torno a la cual podamos sentarnos todos los hombres y mujeres del mundo, sin excluir a nadie, pues Dios ha creado todos los bienes de la tierra para todos sin excluir a nadie. Con la ayuda del Señor, vayamos haciendo realidad el designio de Dios para la entera humanidad: “hacer de la humanidad una gran familia de hijos adoptivos de Dios en Jesucristo el Hijo de Dios, de hermanos en Jesucristo el Hermano universal y de servidores en Jesucristo, el Servidor por excelencia”. 3.- Participemos en la Eucaristía En este sacramento descubrimos por la fe la presencia real, verdadera y sustancial de Cristo que entrega su Cuerpo por nosotros y que derrama su Sangre por la remisión de los pecados. Aprendamos nosotros a entregar nuestra persona y nuestra vida por todos. Terminamos. Unidos en la plegaria Cáceres, 5 de noviembre de 2012 Florentino Muñoz Muñoz

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