Thursday, February 14, 2013
V Domingo del Tiempo Ordinario, 10 de febrero 2013
HOMILÍA Vº DOMINGO TIEMPO ORDINARIO -2013
CICLO “C”
VIERNES 8 DE FEBRERO
DÍA DEL AYUNO VOLUNTARIO
La Iglesia nos invita de manera especial en este día a realizar un ayuno voluntario de todo aquello que se opone a la escucha del clamor de los pobres, a acercarnos a ellos con profundo amor y compasión, a curar sus heridas con el bálsamo de la caridad, a cargar con ellos y a encargarnos de ellos como el Buen Samaritano.
Dejemos atrás el egoísmo que sólo piensa en uno mismo;
Rechacemos la codicia y la avaricia que buscan sólo tener más y más…
Desprendámonos de tantas cosas que no necesitamos…
Prescindamos de lo que nos impide escuchar el grito de los pobres y
ayudarlos…
DOMINGO 10 DE FEBRERO
CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE
“No hay justicia, sin igualdad”
Todos, hombres y mujeres, tenemos una misma dignidad y, unidos, hemos de colaborar en la construcción de la civilización del amor que comienza por el respeto a toda vida humana y a todo ser humano. Hemos de promover la igualdad entre el hombre y la mujer. “Manos Unidas” trabaja por la igualdad y la autonomía de la mujer y defiende que el hombre y la mujer tienen la misma dignidad porque han sido creados por Dios a su imagen y semejanza (cf. Gn.1,26-27).
La dignidad de la persona exige que se llegue a una situación social más humana y más justa y a la defensa efectiva de los derechos fundamentales, universales, inviolables, inalienables e indivisibles, recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
“Una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria, y son muchedumbre los que no saben leer ni escribir. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y entre tanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psíquica” (GS 4)
“Los bienes de la tierra deben llegar a todos en forma justa, bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad” GS 49.
La colecta que realizamos hoy la ofrecemos a “Manos Unidas” para la realización de proyectos que ayudan a un desarrollo más integral de los pueblos necesitados y pobres. Participemos en ella ofreciendo nuestra aportación para ayudar a los necesitados.
1.- Las Lecturas
* Profeta Isaías 6,1-2a.3-8. Isaías confiesa su incapacidad e indignidad ante la grandeza y santidad de Dios que se le manifiesta. Dios lo purifica y lo envía a ser presencia y palabra suya entre los hombres.
* Salmo Responsorial 137. Delante de los ángeles, tañeré para ti, Señor, y alabaré tu Nombre por siempre. Alabemos también nosotros a Dios con corazón limpio y labios sinceros
* Primera carta de San Pablo a los Corintios 15,1-11. Pablo transmite el kerigma: Cristo ha muerto por nuestros pecados y ha resucitado para nuestra justificación. Este el contenido fundamental del anuncio cristiano que también nosotros debemos comunicar a los demás.
* Evangelio según San Lucas 5,1-11. Pedro siente su incapacidad e indignidad ante la grandeza de Jesús dominador de la naturaleza y recibe el envío. Los discípulos, dejándolo todo, lo siguieron. También nosotros debemos sentirnos humildes ante la llamada del Señor. El Señor acoge a los humildes y resiste a los soberbios.
2.- Sugerencias para la homilía
En los domingos anteriores hemos meditado sobre la escucha de la Palabra de Dios y sobre la transmisión de esta Palabra a los demás. En este domingo, la Iglesia nos invita a considerar y meditar la vocación de tres personas: Isaías, Pablo y Pedro. A la luz de ellas somos llamados a redescubrir la vocación de cada uno, a identificarnos con ella y a vivirla con autenticidad.
2.1.- El Señor es quien llama
Lo primero que debemos redescubrir es que la vocación es un don y una gracia divina. El Señor es quien por puro amor y gracia nos ha elegido y nos ha llamado. “No sois vosotros los que me habéis elegido a Mí; he sido yo quien os he elegido y os he llamado para que deis fruto y vuestro fruto dure”. Por eso nuestra primera invitación es que reconozcamos que nuestra vocación es gracia inmerecida. Agradezcamos este inmenso don a lo largo de nuestra vida.
Hemos sido conocidos y amados por Dios desde toda la eternidad. Dios pensó en ti, en mí, en todos desde siempre. Nuestros nombres están escritos en el corazón de Dios desde siempre. Dios nos amó “con caridad eterna”. No echemos en saco roto la gracia y el amor de Dios.
2.2.- El Señor nos ha llamado a cada uno con una vocación especial
El Señor llama a cada uno para seguirlo por un “camino” especial: a unos, al matrimonio; a otros, a la vida consagrada; a otros, al sacerdocio…
Hagamos nuestra la vocación que hemos recibido; identifiquémonos con ella y vivamos en conformidad con sus exigencias. De este modo tendremos siempre paz y gozo, aun en medio de las dificultades que podamos encontrar en la vivencia auténtica y en realización verdadera de nuestra vocación o estado de vida.
Agradezcamos al Señor que nos haya dado una vocación especial a cada uno y supliquémosle que nos ayude siempre a vivirla con autenticidad y a perseverar en ella a lo largo de toda nuestra vida.
2.3.- Perseveremos en la vocación que hemos recibido
La vocación es un don de Dios. Todos, - esposos, religiosos, sacerdotes-, debemos protegerla y cuidarla con esmero y amor. Para ello contamos siempre con la ayuda de la gracia divina ya que “nada podemos hacer sin la ayuda del Señor”.
La gracia de Dios no anula nuestro trabajo siempre bajo la influencia de esta gracia. Por eso nos preguntamos ahora: ¿qué medios debemos emplear para perseverar en nuestra vocación?
Sin ánimo de enumerar todos y cada uno de estos medios, les recuerdo los siguientes:
* Alejarnos de todo aquello que pueda hacernos desistir de nuestra vocación: la infidelidad, la mediocridad, la superficialidad, el pecado… No nos expongamos a perder nuestra vocación. Jesús nos dijo: “velad y orad”.
* La oración continua nos ayudará a guardar nuestra vocación en el corazón y en la existencia pues la perseverancia es un don de Dios que debemos pedir todos los días.
* El acompañamiento espiritual es otro medio que nos ayudará a perseverar en la vocación a la que hemos sido llamados. Dejémonos ayudar, aconsejar, acompañar, corregir…por otro hermano sacerdote.
* Los sacramentos nos ayudan a mantenernos en el seguimiento fiel de Jesús y en nuestra vocación especial. Participemos en ellos de forma consciente, activa y fructuosa huyendo de la inercia, de la rutina.
* La lectura espiritual ha de configurar y renovar nuestra mente y nuestros criterios para que no se dejen guiar por los pensamientos y los gustos del mundo…En este Año de la Fe, el Papa Benedicto XVI nos ha aconsejado que leamos los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica.
* La observancia de las bienaventuranzas de Jesús ya que henos sido llamados, cada uno en su estado de vida propio, a seguir a Jesús poniendo nuestros pies desnudos y sin protección en las huellas que Jesús dejó a su paso por este mundo y que son las bienaventuranzas.
2.4.- Demos frutos de vida y santidad
La gracia no destruye la naturaleza humana sino que la perfecciona. Por otra parte, digamos también que los dones de Dios se convierten en nuestras manos en tareas que debemos realizar. Además el Señor nos ha dado a cada uno unos “denarios” o “dones, carismas…” y quiere que los hagamos fructificar en nuestra vida.
Nos ha dado la palabra para que la compartamos con los demás
Nos ha dado la fe para que la comuniquemos a los demás
Nos ha dado el pan de cada día para que lo compartamos con los
necesitados, los pobres, los hambrientos…
Nos ha dado la vida para que la gastemos para gloria de Dios y
servicio de los demás.
“Una fe sin obras es fe muerta” (Santiago)
“La fe actúa por la caridad” (San Pablo)
Nuestro Plan pastoral diocesano dice: “transmitamos la fe viviendo
la caridad”.
3.- De la Palabra a la Eucaristía
Jesús se hace “pan partido” para poder compartirse y repartirse con todos. Imitemos al Señor y hagámonos también nosotros pan partido para podernos compartir y repartir con los necesitados.
4.- De la Eucaristía a la Misión
Hemos comulgado con el Cuerpo de Cristo entregado por nosotros; hemos comulgado con la Sangre de Cristo derramada por todos…También nosotros hemos de entregar nuestra vida por los demás, especialmente por los más necesitados, por los excluidos, por los olvidados, por los empobrecidos…
Terminamos. Unidos en la oración
Cáceres 3 de febrero de 2013
Florentino Muñoz Muñoz
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