Saturday, February 2, 2013

IV Domingo del Tiempo Ordinario, 3 febrero 2013

HOMILÍA IV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – 2013 CICLO “C” 1.- Las Lecturas * Profeta Jeremías 1,4-8. 17-19. Dios elige por amor y constituye por gracia a Jeremías profeta de las naciones para que anuncie el mensaje divino, aun en medio de persecuciones y sufrimientos..Ejemplo para nosotros llamados a ser profetas de Dios en el mundo. * Salmo responsorial 70. Mi boca cantará tu salvación, Señor. Proclamemos también nosotros la salvación de Dios a los demás. No nos avergoncemos ni nos cansemos nunca de ser testigos de Dios en medio de los hombres ni de anunciar las maravillas que ha hecho en favor nuestro.. * Primera Carta de San Pablo a los Corintios 12,31-13,13. Quedan la fe, la esperanza y el amor. La más grade es el amor. Pidamos al Espíritu santo que infunda en nuestros corazones la caridad para que podamos construir la civilización del amor en el mundo. * Evangelio según San Lucas 4,21-30. Jesús como Elías y Eliseo, no es enviado sólo a los judíos. Su misión es universal y alcanza a todos los pueblos y naciones de la tierra. También nosotros somos enviados a todos los pueblos de la tierra para hacer discípulos de Jesús a todas las gentes. 2.- Sugerencias para la homilía 2.1.- Somos miembros de la Iglesia, pueblo profético Recordemos las enseñanzas del Concilio Vaticano II que dice: “El pueblo santo de Dios participa también del don profético de Cristo, difundiendo su vivo testimonio sobre todo por la vida de fe y de caridad, ofreciendo a Dios el sacrificio de la alabanza, el fruto de los labios que bendicen su nombre (cf. Heb.13,15)”. Hermoso texto con un contenido claro y preciso sobre el profetismo del Pueblo de Dios que mere ser desentrañado. * El pueblo de Dios participa del don profético de Jesucristo. Esto significa que somos profetas no por cuenta propia ni por nuestra ciencia y menos por nuestro poder, sino como signos e instrumento de Cristo profeta. Por eso, hemos de conocer bien a Jesucristo y, en este caso, como profeta por quien el Padre nos ha revelado su misterio insondable y su designio de salvación para la entera humanidad. * No olvidemos que el profeta es la persona llamada y elegida por Dios. Es la persona que experimenta a Dios y acepta su palabra; que cumple la misión que Dios le ha confiado; que no se descorazona, ni se desanima ante las dificultades, las persecuciones, la muerte ya que está dispuesto a dar su vida por el Señor; que escucha y medita primero la Palabra de Dios y luego la proclama. ¿Tenemos conciencia de que somos miembros del un pueblo de profetas? ¿Actuamos de este modo nosotros? * Hemos de difundir en el mundo entero y hemos de transmitir a todos el anuncio de Jesucristo ya que “no hay evangelización en sentido propio y estricto si no se anuncia el misterio de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre y el Redentor y Salvador de la humanidad” (Pablo VI, “Evangelii Nuntiandi”). Nuestra predicación no debe ser sólo ética, moralizante; debe ser teológica y cristológica; debe ayudar a las personas a creer en Dios y a recuperar la alegría de ser creyentes. 2.2. ¿Cómo hemos de anunciar a Jesucristo? - Por la vida de fe. En este Año de la fe debemos preguntarnos sobre la calidad de nuestra fe, sobre la vivencia de nuestra fe, sobre el testimonio de nuestra fe y sobre la celebración de nuestra fe. Tengamos presente que una fe que no se forma, que no se celebra, que no se vive, que no se testimonia, que no se reza tarde o temprano esta fe puede devaluarse, desmoronarse, perderse…El Catecismo de la Iglesia Católica tiene cuatro partes que son: la fe profesada, la fe celebrada, la fe vivida y la fe orada. Recordémoslo. - Por la vida de caridad. Nunca olvidemos que la fe actúa por la caridad” (San Pablo); y que “una fe sin obras es una fe muerta” (Santiago). La fe y la caridad se exigen mutuamente, se reclaman, se complementan. Benedicto XVI nos dice que “la fe sin la caridad no da fruto y la caridad sin la fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino” (Porta Fidei, 14). “Anunciemos el evangelio por el ejercicio de la caridad”. ¡Mirad cómo se aman!. - Por el ofrecimiento a Dios del sacrificio de alabanza. La fe tiene también una dimensión de alabanza, de acción de gracias al Padre por Jesucristo en el Espíritu Santo. Alabar a Dios, cantar sus maravillas, bendecir su Santo Nombre por todas las edades y generaciones. Dar gracias a Dios es reconocer que lo que somos y tenemos es un don del amor de Dios porque “¿qué tienes que no hayas recibido?, y si lo has recibido ¿por qué te glorías como si fuera tuyo?”. “Todo es gracia”, decía San Agustín. Que la alabanza divina nazca y brote de lo más profundo de nuestro corazón purificado por el Espíritu de Dios y sea expresada y cantada por nuestros labios purificados por la gracia divina. Que durante todo el tiempo que me quede de vida, yo te diga gracias, Señor. 2.3.- No nos avergoncemos del Evangelio Como San Pablo, hemos de decir siempre con palabras y con obras: “no me avergüenzo del Evangelio por el que llevo cadenas”. Nunca escondamos el Evangelio aunque algunos no lo acepten ni lo acojan. No tengamos miedo a lo que puedan pensar otras personas de nuestra condición de creyentes, de cristianos, de católicos, de sacerdototes…Permanezcamos fieles al Señor aunque tengamos que pasar por el sufrimiento, la persecución, la muerte… El que persevere hasta el final se salvará… 2.4.- Participemos todos en la nueva evangelización Todos y cada uno de los bautizados en Cristo hemos de participar en la realización de la nueva evangelización con el don, carisma o ministerio que el Espíritu Santo nos haya dado “para común utilidad”, “para la edificación de la Iglesia”, “para la misión”. Nadie debe quedarse ocioso, indiferente…ante la misión. Los fieles laicos sabéis muy bien que vuestro apostolado tiene como fundamento los sacramentos del bautismo y de la confirmación. El Concilio Vaticano II enseña que “los cristianos seglares obtienen el derecho y la obligación del apostolado por su unión con Cristo Cabeza. Ya que, insertos por el bautismo en el Cuerpo místico de Cristo, robustecidos por la confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor. Se consagran como sacerdocio real y gente santa (cf. IPet. 2,4-10) para ofrecer hostias espirituales por medio de todas sus obras y para dar testimonio de Cristo en todas las partes del mundo” (AA 3). Recordad, hermanos, que “la nueva evangelización no se hará sin la participación de los laicos”. Por eso os animo a que os hagáis presentes en los nuevos escenarios de la nueva evangelización: política, economía, medios de comunicación social, investigación científica, emigración….para transformarlos y hacerlos plataformas y lugares desde los cuales se pueda anunciar el Evangelio de Jesucristo. 3.- Desde la palabra a la Eucaristía El anuncio de la Palabra llega a su plenitud en este mundo en la Eucaristía donde se hace presente real, verdadera y substancialmente la Palabra Eterna del Padre, Jesucristo. Acojámosla con fe, devoción y amor; evitemos todo signo de rutina y de inercia en la celebración eucarística.. 4.- De la Eucaristía a la Misión Salgamos en misión. Anunciemos a Jesucristo a todos los hombres con nuevo ardor, con nuevas expresiones, con ilusión y entusiasmo… Con la fuerza del Espíritu seamos los testigos del Señor delante de todos. Terminamos. Unidos en la plegaria y en la oración. Cáceres, 28 de enero de 2013 Fiesta de Santo Tomas de Aquino Florentino Muñoz Muñoz

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